Beatriz y Andrés Manuel se casaron en 2006, el mismo año en el que el actual presidente de México tuvo que enfrentar el vergonzoso fraude que cometieron Fox y Calderón pero fue hasta 2018, cuando López Obrador ganó las elecciones, que la doctora Beatriz Gutiérrez Müller acaparó los reflectores.
En un hecho inédito la esposa del presidente decidió que no la llamaran primera dama, pues según su óptica no hay mexicanas de primera ni de segunda y tiene toda la razón. La decisión de Beatriz me maravilló: puso punto final a una trayectoria de mujeres que representaban la “pertenencia” a alguien y dejó de ser la “señora del presidente” para ser simplemente ella, la académica, la escritora, la investigadora, una mujer con vida propia, con un trabajo redituable que le permite vivir bien por méritos propios.
La escritora desde el primer día se desligó de las actividades típicas de la compañera del primer mandatario y eso tampoco gustó a los malquerientes de la 4T, acostumbrados a la frivolidad y el glamour que solía caracterizar a sus antecesoras. No sé si querían verla entrar y salir con lujosos atuendos o si para ellos ser escritora, académica y madre está mal, pero Gutiérrez Müller es especial y distinta en todo.
Beatriz es y será una figura femenina que marca un antes y un después en la esfera pública de México. Alejada de escándalos, discreta en su vestir, en su lenguaje, en su caminar, la vimos rodeada de estudiantes de secundaria y preparatoria en los Fandangos por la Lectura, que recorrieron el territorio nacional en una titánica labor que vamos a recordar por siempre: hacer que los jóvenes se acerquen a la lectura. Desde esa trinchera, su aportación a la cultura ha sido el mayor legado que una “no primera dama” ha dejado en nuestra sociedad moderna, donde los libros siguen siendo tan poco valorados. No recuerdo antes de ella alguna esposa de presidente que se haya ocupado y preocupado por la lectura entre los estudiantes, mucho menos que ella misma les haya leído cuentos, poesía, fragmentos de novela. Qué lástima que nunca tuvieron tanta difusión, aunque espero que en el gobierno de la doctora Claudia Sheinbaum los Fandangos o una actividad similar se ponga de moda entre los jóvenes.
Alejada, en lo posible, del ojo crítico, Beatriz defendió su privacidad a costa de todo y solo nos da una probadita de su sentir en el “Feminismo Silencioso”, que presentará el próximo martes 13 en el Zócalo de la capital del país.
En sus más de 200 páginas podemos conocer un poco más de la mujer que por seis años habitó Palacio Nacional, en cuyos muros queda grabado una historia distinta: el de un México que se transforma con la 4T.
Ya muchos escriben denostando el trabajo de Beatriz, seguramente sin leerlo, arguyendo que “el feminismo no es silencioso”. En alguna de esas críticas leí que el silencio mata, ahoga, asfixia y que por lo mismo el feminismo debe gritarse. No siempre es así. Lo que sí es escandaloso es el machismo que se grita (literal o veladamente) en nuestra sociedad y que nos sigue lastimando.
Y justamente ese machismo se aborda en el libro cuando alude a que las mujeres en la vida pública están mucho más expuestas al escrutinio que los varones, pues el foco crítico no perdonará que el peinado no sea perfecto o que el vestido no esté impecable y asegura que eso no ocurre con los hombres, a quienes muy rara vez se les criticará por su atuendo. Siempre he bromeado entre amigas diciendo que la ropa de ellos, los “machos”, es invisible, pues jamás recuerdo el color de la camisa de alguien a quien vi pocas horas atrás. La autora alude al tema diciendo que siempre que acudía a un evento público la nota del día siguiente era sobre su vestido o algo así de superficial.
Considero que el Feminismo Silencioso de Beatriz va a dejar una huella indeleble en la literatura mexicana y no solo porque lo escribió la esposa de un presidente, hecho de por sí inédito, sino porque es una obra introspectiva, analítica, sumamente pulcra. No creo que la autora haya buscado solo hablar de sí misma en una autoentrevista por ego o por vanidad; la escritora nos presta sus ojos para ver el sexenio de su esposo desde una óptica que nada tiene que ver con lo que a diario vemos en los medios informativos. Beatriz nos habla desde adentro, precisamente desde ese “silencio” que paradójicamente ha causado tanto ruido y que seguramente causará más.
Con la presentación de su libro el próximo martes la escritora se despide de la vida pública en la cual pocas veces se involucró porque lo suyo es la investigación y las letras.
“Todo lo que acontece en la esfera pública y me involucra se desvanecerá tan rápidamente como apareció”, ha dicho Beatriz, quien, imposible negarlo, nos deja un legado invaluable en su libro que vale muchísimo la pena tener, leer y conservar.