El Senado de la República, en una de las decisiones más trascendentales de los últimos años, aprobó la desaparición del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI). Este organismo, creado para garantizar el acceso a la información y la rendición de cuentas, se ha visto envuelto en una espiral de críticas que culminaron en su eliminación, señalada por muchos como un golpe a la transparencia, pero también como una respuesta a sus excesos y falta de efectividad.

El INAI, a lo largo de los años, acumuló un historial polémico. A pesar de su mandato en favor de la transparencia, se volvió símbolo de opacidad en sus propias operaciones. Los señalamientos hacia los comisionados por salarios exorbitantes que superaban el del presidente, bonos discrecionales y viáticos que difícilmente podían justificarse, minaron su credibilidad. Mientras la austeridad se convertía en bandera del gobierno federal, los miembros del INAI parecían ajenos a esta realidad, viviendo en una burbuja de privilegios. Es irónico que quienes debían ser vigilantes de los recursos públicos se convirtieran en ejemplo de su despilfarro.

La desaparición del INAI, impulsada por las bancadas de Morena, PT y PVEM, ha generado una ola de críticas por parte de la oposición. Políticos del PAN, PRI y MC han calificado esta decisión como un retroceso democrático, argumentando que pone en riesgo el derecho de los ciudadanos a acceder a información clave. Sin embargo, estas posturas omiten un análisis profundo de cómo este organismo, lejos de cumplir eficazmente su propósito, se convirtió en un refugio burocrático con escaso impacto tangible en la vida de los mexicanos.

La ciudadanía tiene razones para cuestionar la eliminación del INAI, pero también para exigir respuestas sobre sus excesos. ¿Cuántas de sus resoluciones realmente transformaron la rendición de cuentas en México? ¿Cuántas investigaciones relevantes promovieron? En momentos clave, como en los grandes casos de corrupción de administraciones pasadas, su impacto fue limitado, dejando en entredicho su verdadera utilidad.

La desaparición del INAI representa un cambio drástico en el panorama institucional del país. Aunque algunos la perciben como una regresión, también abre la puerta para repensar los mecanismos de transparencia. Es indispensable crear un nuevo modelo que sea eficiente, austero y verdaderamente al servicio de los ciudadanos, alejándose de las prácticas que llevaron al INAI a su deterioro.

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El reto ahora recae en el Senado de la República y en el gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum Pardo para demostrar que esta decisión no es un capricho político, sino un paso hacia un sistema más eficaz y menos costoso. La creación de mecanismos alternativos para garantizar el acceso a la información será crucial para disipar las críticas y reforzar la confianza ciudadana.

La desaparición del INAI marca el fin de una etapa en la historia de las instituciones autónomas en México. Es un recordatorio de que los organismos creados para servir al pueblo deben ser evaluados constantemente y, de ser necesario, reestructurados o eliminados si se desvían de su propósito. La transparencia no debe morir con el INAI, pero sí deben desaparecer los excesos que lo caracterizaron.