Un café con sal, ganas de llorar

Mi mundo empezando a temblar

Presiento que se acerca el final

No quiero ganar, ahora eso qué más da

Estoy cansada ya de inventar excusas que no saben andar

LA OREJA DE VAN GOGH

La curiosidad de Pandora pudo más y abrió la caja de la que escaparon los males: la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la tristeza, el crimen y la vejez. Se apresuró a cerrarla, pero ya sólo quedaba dentro la esperanza…

MITOLOGÍA GRIEGA

Parafraseándose a sí mismo, López Obrador dirá: “No me vengan con ese cuento de que la Constitución es la Constitución”. Así que le tendrán sin cuidado las consecuencias de “legalizar” que la Guardia Nacional dependa del Ejército. La más grave de ellas, la ruptura del orden constitucional. Y no, no es cuento, tampoco leyenda o fábula: es lo que ocurrirá si el Frankenstein versión 4T termina de dar forma a su engendro.

El monstruo creado por el científico Víctor Frankenstein fue el resultado de un experimento tramposo. A tal historia, producto de la imaginación de una escritora excepcional —la inglesa Mary Shelley— debemos innumerables horas de terror, sobre todo en el cine. Pero no es real lo ahí narrado, así que al terminar la película nos tranquilizamos y volvemos a la normalidad. Otra cosa es lo que nos espera si en el Senado se le termina de dar vida a la esperpento legislativo diseñado, mañosamente, por AMLO.

Un esperpento —me disculpo por decirlo con esta claridad— que no es sino la consolidación de la siguiente fase de un camino que López Obrador tiene bien trazado y que ha decidido emprender. No inició esta semana; empezó con la creación de la Guardia Nacional al inicio de su sexenio y su fuerte dependencia —y a la vez empoderamiento— del Ejército.

Lo he dicho muchas veces: a López Obrador, con tal de salirse con la suya, le tiene sin cuidado el orden constitucional. ¿Golpe de Estado? No lo diré de esa manera, aunque tantos seguidores de la 4T nos inviten a utilizar tales términos. Digo, si para los ideólogos de esa cosa que tenemos por gobierno las críticas de los medios son parte de un golpe de Estado “blando”, ¿militarizar la seguridad pública no es acaso una acción suficientemente dura como para repudiarla y temerla?

Independientemente de la forma en que se presente, se está rompiendo el orden constitucional al poner a la Guardia Nacional abiertamente en manos de militares. Mientras tanto, AMLO con sus corcholatas juega (y, de paso, con todos nosotros que seguimos esa cantaleta de las sillas musicales). Lo que quiere es perpetuar en el poder a su 4T, tal vez no formalmente encabezada por él mismo durante un segundo sexenio —la edad no le da para más—, pero para el caso es igual: el objetivo es asegurar a sus leales controlar el Estado sin engorrosos contrapesos democráticos durante una segunda, una tercera administración y más; todo lo que dure el neopriismo autoritario que en esencia es el lopezobradorismo.

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Pero ni en eso es original. No está haciendo nada nuevo; aunque con matices, AMLO sigue el manual del déspota, el guión para asirse al poder, cuyos hilos busca manejar después de 2024 a través de algún testaferro político al que maniatará con sus aliados de las fuerzas armadas en plan de policías.

Ahora que los diputados de Morena votaron para aprobar el engendro de la reforma inconstitucional, no solo violan la Constitución y traicionan al pueblo de México. También asisten en construir las bases para dar fin a la maltrecha democracia en este país.

El Senado y, en su defecto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación debieran impedir lo que está pasando; no sé si lo lograrán. Curioso que en el poder legislativo la defensa de la Constitución hoy dependa de un personaje sin vocación democrática, el senador Ricardo Monreal, quien tanto ayudó a AMLO en el diseño del Frankenstein 4T; ello nada más porque se pelearon, y qué bueno que así haya sido. En el poder judicial proteger la legalidad solo podrá lograrse si los ministros que López Obrador propuso siguen decepcionando al presidente. Todavía hay gente en el entorno presidencial —no mucha, desgraciadamente— dispuesta a no obedecer.

Lo que es más, desconozco si los esfuerzos del Senado y la SCJN a estas alturas y en ese sentido bastarían. Y es que mientras los ciudadanos —que no pueblo bueno y sabio— ignoren el claro aviso de la militarización sin parangón que ocurre o hagan como que no se dan cuenta, no hay mucho que ayude.

Las lecciones de otras latitudes debieron haber prendido desde hace mucho la luz de alarma, pero no lo hicieron: desde la España franquista, pasando por aquella Argentina militarizada, el Chile de Pinochet, la Cuba castrista, la Venezuela de Chávez y ahora Maduro, sin olvidar la Nicaragua de Ortega. Y solo menciono las más conocidas por el mexicano. La utilización del ejército, la militarización de las instituciones, violar las leyes, entregar acciones civiles a las fuerzas armadas, pisotear pública y descaradamente el derecho.

La semana más clara de las intenciones de López Obrador es esta que hoy termina. Entre que impulsa e impone la mencionada iniciativa (controlando el Congreso y dándole vuelta a la Constitución) y abiertamente reprende a la SCJN (entre otras cosas por aquello de la ponencia sobre la prisión preventiva oficiosa), el jefe del ejecutivo se ha descarado completamente. Prepara el terreno para asirse a la Silla del Águila, tal vez no él mismo ocupándola de nuevo —no querrá que su posición en la historia se manche, todavía más, por traicionar paladinamente el apotegma maderista de la no reelección—, pero sí parece dispuesto a hacerlo en la lógica de la antidemocracia mexicana de los inicios del PRI: mediante el maximato, que solo podría ser viable con el ejército y la policía de su lado; mejor aún si uno y otra son lo mismo. En el plano legal, político, de percepción. Se palpa en el día a día.

Con la ley y sin ella, el gobierno de López Obrador le da aún más poder a las fuerzas armadas, ahora dejándoles con el control de la Guardia Nacional. Lástima que la violencia no pare ni con una ni con otra corporaciones, si bien lo cierto es que ni siquiera es para ello que se busca su fortaleza.

El marco “legal” permisivo e inconstitucional faculta al Ejército y a la Marina para realizar funciones policiales sin separarse del fuero militar. El proceso de militarización de la seguridad pública es un hecho y tendrá terribles consecuencias. La peor, insisto, romper el orden constitucional, sin el cual ni la democracia ni la libertad son posibles.

¿Cómo se detiene a la población cuando se toma el poder o se queda con el mismo? Con militares que pueden hacer retenes, aprehender a civiles, ampararse bajo la ley castrense. Con elementos que podrán detener sin investigar, ergo imputar sin pruebas, las desapariciones forzosas adquieren de pronto un carácter legal. Las fuerzas armadas como ariete en contra de todo aquel que ose señalar los errores y los excesos del régimen. Bajo nuestras narices se construye un cuerpo represor del pueblo (no solo de opositores, académicos, expertos, periodistas). Las fuerzas armadas serán usadas para todo, menos para enfrentar al crimen organizado (ya no se diga defendernos de amenazas extranjeras). Insisto, los ejemplos en las tiranías bananeras sobran.

Un país militarizado, donde los marinos detienen en Sonora a dos jóvenes que aparecen muertos; en el que supuestamente un general ejecutó a seis normalistas; que permite que soldados hayan mataron a una niña en Tamaulipas; que da cabida a que la Marina —antes incorruptible— entregue 2,500 millones de pesos a empresas fantasmas (Peniley Ramírez, ayer en Reforma). Y eso es de lo poco que sabemos; lo que se ha logrado colar del mundo opaco que ha implantado este gobierno.

El poder económico ya entregado se consolida. Con el presupuesto de la Guardia Nacional, la Secretaría de la Defensa Nacional tendrá unos 158 mil millones de pesos extras a su disposición; 435 millones de pesos adicionales diarios. Nunca en nuestra historia contemporánea el Ejército había tenido a la vez tantos recursos y tanto poder. La lealtad de las fuerzas armadas del país trastocada hacia su persona. Ahora en torno a él, luego quién sabe al servicio de quién o de qué…

Todos parecen olvidar que, tras entregarles poder, actividades y recursos, los militares no lo soltarán. Y el no respetar la Constitución es precisamente a lo que invita.

Quienes piensen que esto es una exageración, solo pido que retomemos el pasado reciente del tabasqueño. Todo lo que había jurado no hacer (“denme por muerto”; “no aspiro a la Presidencia” —2012—, y un larguísimo etcétera) lo ha realizado. ¿Por qué pensar que no va a perpetuarse en el poder? ¿Solo porque ha dicho que no lo hará?

Una pregunta adicional: ¿Sabrá AMLO que en muchas de las versiones de Frankenstein el monstruo se rebeló contra su creador? En estos casos es alta la probabilidad de que La Criatura destruya a quien la hizo. A él y a todos. Estos engendros tan increíblemente poderosos no reconocen más amos que ellos mismos.