Al presidente de México le gustan las encuestas. El lunes pasado, en la mañanera, AMLO dijo que “las encuestas son procedimientos democráticos que se usan en todos los partidos; incluso hay partidos en donde sus estatutos establecen ese método de elección de candidatos. Recuerdo que en Morena, en los estatutos, está establecido que se pueden elegir candidatos con encuestas; y yo soy partidario de eso, que se utilicen encuestas; se evitan muchos problemas”.

El presidente añadió: “y dije, y repito, pero ojalá ya no lo vuelva a externar, que voy a apoyar siempre a los que ganen las encuestas; y aplica para cuando llegue el momento de decidir, de elegir sobre la presidencia, sobre el candidato de nuestro movimiento. Yo voy a apoyar al hombre, a la mujer, que gane la encuesta”.

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Hay quienes hacen pronósticos para el 2024. La carrera de caballos ya inició. Lo que no han visto los aspirantes es que, en 2021, seguimos con los efectos de la pandemia y la economía no se ha recuperado. Eso no les importa mucho. Lo que ellos ven es que, para 2022, la nueva política mexicana entrará en escena.

Si sólo pusiéramos en el centro de la vida política mexicana a las mañaneras de AMLO, como lo hacen los integrantes del gobierno de la 4T, no podríamos ver las tendencias que tendrán un efecto duradero y de largo plazo en nuestra sociedad.

Más allá de las encuestas, los líderes de los partidos políticos de oposición deberían identificar y evaluar esas tendencias. Creo que sus organizaciones no tendrán viabilidad a largo plazo si no entienden las nuevas tendencias de la política y la sociedad mexicanas.

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La esfera política está formada por una amplia gama de actores: partidos políticos, servidores públicos de todos los niveles, organizaciones de la sociedad civil, organizaciones del sector privado.

¿Cuál es el común denominador del cambio? La conectividad.

Hemos visto, en las elecciones pasadas, que los jóvenes tienen un gran deseo de participar en la política. Pero, parafraseando a YSQ, ya no es como antes. Los jóvenes ahora se organizan en redes y quieren estar conectados entre sí; comparten ideas, intercambian datos y exigen que las organizaciones políticas sean abiertas y transparentes.

Los gobiernos locales exitosos son los que resuelven los desafíos de manera colaborativa y digital. Además, la pandemia aceleró un nuevo fenómeno: la forma en que trabajamos está cambiando. Las estructuras jerárquicas se están derrumbando. El conocimiento y la creatividad son cada vez más importantes. Ya no hay límites entre vida privada y profesional.

¿Qué significa todo esto para los partidos políticos? Que tienen que hacerse más flexibles, adaptables, diversos e integrados en una red de organizaciones conectadas.

Los jóvenes tienen acceso inmediato e ilimitado a una cantidad cada vez mayor de información. El aprendizaje permanente es fundamental. Tienen que aprender a aprender. Y tienen que hacerlo durante toda la vida. Innovación, digitalización y tecnología son la esencia de las principales tendencias que dan forma a los partidos políticos renovados. Son los instrumentos que facilitan su transformación.

Cuando vemos las declaraciones recientes de los dirigentes del PRI, o del PAN o del PRD, no nos queda otra que asumir que sus organizaciones tienen un DNA que los hace ser como son. ¿Tendrán remedio? ¿Podrán pensar diferente?

Yo creo que todavía tienen la oportunidad de hacer un rediseño organizacional. Pueden redefinir la forma en la que proponen su oferta política y en la que organizan sus relaciones con los ciudadanos.

Ante el escenario político que están forjando Morena y la 4T, los partidos tienen que basar su nueva organización en valores. Todo cambia. Todo es volátil en el entorno político mexicano. Por eso necesitan una idea clara, un propósito que los oriente.

Aunque sea difícil para algunos líderes, las dirigencias de los partidos requieren principios, para que sepan cómo actuar, cómo comunicarse, cómo tomar decisiones, cómo innovar, cómo crecer, cómo explorar nuevas oportunidades para mejorar la sociedad.

La organización de los partidos modernos no puede ser rígida. Tiene que ser flexible. Los nuevos liderazgos deben tener la capacidad de aumentar y reducir las estructuras de sus organizaciones. Establecer nuevos modelos de trabajo; formar equipos que den resultados y que sus tareas sean de corta duración. ¿Alguno de ustedes ha visto en el football americano cuando entran a jugar los equipos especiales? Hacen toda la diferencia en un partido reñido.

Los partidos políticos tienen que brindar a los ciudadanos información sobre sus operaciones y finanzas, permanentemente. Al mismo tiempo, deben abrirse a las nuevas ideas y a los nuevos modelos de colaboración. Un partido político de nuestro tiempo es una organización abierta, transparente y basada en datos, con gran capacidad de adaptación.

Cuando hablo de datos me refiero a que los partidos políticos deben saber utilizar los datos, analizarlos. Es la única manera de establecer un modelo de decisiones con base en la evidencia. Eso requiere personal capacitado, con conocimientos tecnológicos para gestionar los datos estratégicamente.

A diferencia de otras organizaciones, en un partido debe prevalecer la diversidad y la mentalidad que es capaz de probar ideas, mejorarlas, actuar rápidamente. No sólo pensar, sino actuar con agilidad. Colaboración y soluciones centradas en el ciudadano. Para eso sirve la tecnología y las herramientas digitales. El desempeño de los partidos políticos mejora si sus líderes saben subirse al tren del desarrollo tecnológico, los productos y servicios digitales. Pero nunca deben olvidarse de que el ciudadano está en el centro de todo.

Todas las ideas anteriores es lo que le darán al partido político moderno una base estable y la capacidad de respuesta rápida para reaccionar con éxito a los nuevos desafíos.

“Empoderar” es otra palabra clave. Si un partido se organiza en torno a valores, las viejas jerarquías serán muy pronto estructuras anticuadas e inútiles. Lo que la nueva organización requiere es empoderar a todo el equipo, a los colaboradores, a los activistas. Todos se convierten en líderes de la organización. En la horizontalidad, el objetivo es que nadie pierda el idealismo. Pero que todos actúen con profesionalismo, compromiso y responsabilidad. El nuevo partido político mexicano debe identificar ideas innovadoras, nuevas oportunidades.

En el mundo moderno (que está muy lejos de las formas de pensar de Morena y de la 4T), los nuevos modos de participación se presentan en dos formas complementarias: a) en elecciones primarias abiertas para elegir a los líderes del partido o para elegir candidatos a las elecciones; y en b) las nuevas formas de participación, como la membresía digital, que permite a los ciudadanos debatir, contribuir y aprender en varias plataformas en línea.

Los partidos políticos modernos utilizan ideas o recursos que están tanto dentro como fuera de su organización. Es la única manera de avanzar. Es lo que se conoce como innovación abierta. Se deben buscar nuevos esquemas de financiamiento, como los microcréditos. Es necesario lograr nuevas formas de participación. Pueden invitar a los ciudadanos a presentar sus ideas y propuestas para nuevas políticas y discutirlas a través de una plataforma en línea.

A pesar de que algunos políticos se hayan quedado estancados en el pasado, el futuro ya está aquí. Olvídense de los “frentes”. El partido político mexicano exitoso es el que se adapta al cambio. El partido triunfador es el que está construyendo una nueva cultura y está abierto a nuevos comportamientos. El partido político que México necesita es el que desarrolla las habilidades de sus militantes para enfrentar los nuevos retos. No bastan las encuestas. No bastan las prácticas anticuadas que operan los líderes tradicionales.

Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino