El futuro del PRI poco tiene qué ver con la suerte de la dirigencia de Alejandro Moreno, quien seguirá en el puesto, a menos que una decisión judicial y un juicio de procedencia en la Cámara de Diputados lo obligue a renunciar. Al presidente López Obrador, en sus afanes electorales, le conviene más que Alito continúe en la dirigencia y el consecuente desgaste de la coalición Va por México.
Las dificultades judiciales de Moreno y las del secretario de finanzas del exgobernador Rubén Moreira, se deben al enriquecimiento inexplicable y la desviación de recursos públicos. Del primero, su proceso está a cargo de la Fiscalía General de Campeche; el del segundo, de la Fiscalía General de la República. En todo caso, quedará en el sentido de responsabilidad de los titulares de las unidades para proceder conforme a derecho y, en su caso, someter a los responsables a proceso legal. De esta manera, defender a ultranza a los dirigentes del PRI es tanto como promover la impunidad.
Tampoco el futuro del PRI se juega en el Estado de México. El actor central de dicho proceso no sería el tricolor, sino la alianza opositora, aun cuando la candidata fuera del PRI, Alejandra del Moral o Ana Lilia Herrera. Desde luego que un triunfo de la Alianza Va por México en la entidad más poblada es un evento significativo, pero lo sería para el conjunto de la oposición. El gobernador Del Mazo cumpliría con su condición de facilitador de dicha coalición, pero sería un factor entre muchos del desenlace electoral.
Para Morena es fundamental ganar el Estado de México. Su peso electoral es muy importante y representaría recuperar lo perdido en la elección de 2021. El triunfo tendría particular valor porque es revertir la tendencia adversa reciente del Valle de México. Sin embargo, el éxito tendría poco aprecio si resultara de la incapacidad de los opositores a Morena para concertar una coalición.
El futuro del PRI se juega en Coahuila; porque, a diferencia del Estado de México, es la entidad en la que el tricolor ha mostrado mayor músculo y resiliencia. De hecho, de acuerdo con los resultados de la elección de diputados de 2021, es donde hay el mejor desempeño del PRI. En la elección local de diputados prevaleció en todos los 16 distritos, y en la elección de ayuntamientos ganó sin coalición los principales municipios de la entidad.
El gobernador Miguel Riquelme ha sabido sustraerse a la disputa por la dirigencia nacional y de las querellas políticas propias del centro. Su tarea ha sido, como desde el inicio, ocuparse en gobernar bien. Las buenas cuentas en la economía y seguridad hablan por sí mismas. El futuro del PRI se juega en Coahuila también por la gesta de encarar al poder político central. El presidente, tan aficionado a la historia, debería tener presente dos figuras que, desde un rincón de la geografía, enfrentaron y prevalecieron sobre el poder nacional: Madero, que desafió al dictador Porfirio Díaz y, Carranza, al golpista Victoriano Huerta. Riquelme no se ha sometido a López Obrador.
A diferencia del Estado de México, en Coahuila hay virtual consenso en el PRI y en el bloque opositor sobre quien debe ser postulado para la candidatura por la alianza Va por México. Su candidatura se ha ido construyendo con consistencia y disciplina. Los estudios revelan que Manolo Jiménez, ex alcalde de Saltillo y ahora secretario de Desarrollo Social, lleva una clara ventaja para ganar la elección. Su perfil acredita una opción muy diferente a la convencional de candidatos del tricolor.
Las condiciones de sobrevivencia del PRI transitan al próximo gobierno federal en condiciones de mayor credibilidad respecto al precedente. Ganar con contundencia, con caras nuevas y ánimo renovado a Morena y al presidente López Obrador el año previo a la elección presidencial, le dan espacio para disputar al oficialismo la base social que se perdió por la corrupción y la deslealtad de los hombres que llevó al poder.