La alianza opositora vive un momento de tensión debido a las circunstancias que no han podido vencer ni superar juntos. Prometieron acompañar toda una agenda y, en medio del camino, todo parece indicar que se atoró por un conflicto de intereses de quienes encabezan las dirigencias de la alianza Va por México, especialmente del presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno.
Eso es justamente el detonante de esta crisis que ha generado el rompimiento; no sé sí definitivo, pero si momentáneo desde que optaron a suspender la alianza por falta de confianza usando la iniciativa que presentó el PRI en materia de seguridad como pretexto para mostrar su inconformidad, algo inaceptable para PRD y PAN quienes intensificaron la crítica hacia Alito.
Si de por sí las cosas parecen sumamente complicadas para la oposición en temas electorales, esto viene agravar la situación porque- naturalmente- quien más saca provecho de esta coyuntura es Morena y el gobierno en el poder ante una devaluada e indefensa alianza que, ante la debilidad que tuvo desde sus orígenes, no resistió no solamente la presión, sino los mismos hechos de señalamientos que estaban asfixiando la credibilidad del dirigente nacional del PRI son ahora discordia.
Fue seguramente esa la justificación para convencer a los diputados del PRI. Salvo lo que piensen algunos, esto no debe de sorprendernos porque -el Revolucionario Institucional- actuó por instinto de un partido pragmático que no tiene límites burocráticos para llegar a un acuerdo político y resolver los intereses que, en los hechos, son parte de su patología cuando se trata de superar el fondo de una crisis, aunque en el momento más inconveniente para alcanzar una solidez como alianza opositora.
Hay que recordar, cómo pasó hace cuatro años, que si una alianza no está profundamente sólida y con un referente importante capaz de conectar con la población civil será sumamente complejo competirle a Morena en las elecciones del 2024 -porque llega a ser no solamente insuficiente- sino poco atractivo para los votantes cuando tiene mucho que ver con un perfil que, en el papel, no tiene un fuerte arraigo con los votantes.
Lo mejor que le puede pasar a la alianza opositora es que llegue un referente suficientemente capaz de cohesionar a todos los partidos de oposición, incluido el Movimiento Ciudadano.
Suena complejo en el papel, pero no imposible para efectos políticos al contribuir a esa sinergia. Me refiero a un personaje dentro de la política, pero ajeno últimamente a estos partidos de oposición que entienda la naturaleza de lo que significa unificar para competir.
Otras de las características son, sin duda, mostrar una madurez y responsabilidad política, de lo contrario, el panorama es difícil e incierto para las elecciones, primero, del 2023 y después del 2024 donde vendrá el gran reto de la oposición una vez que resuelvan sus diferencias. El desafío es mayúsculo, sin embargo, ninguno de los partidos es suficientemente capaz de competirle a Morena en estos momentos solos.
El problema sigue siendo el mismo. No tienen cuadros al interior que, en este momento, estén a la altura de competirle a Morena en 2024.
De ahí la importancia de abrir el abanico a un perfil externo que no solo conecte con la ciudadanía, sino que sea el vehículo para fomentar una propuesta única de oposición, incluido MC que, para que vuelva estar convencido de en una política de alianzas, tiene que ser alguien que cargue con una presión de esa naturaleza y la canalice en áreas de oportunidad en una campaña donde vendrá la auténtica exigencia.
A propósito, ese perfil debe tener dominio en la agenda pública y conocimiento de causa, sin soslayar un acercamiento con los sectores sociales, la clase trabajadora y empresarial que es, en política, sumamente indispensable.