Difícil saber cómo saben tanto y al mismo tiempo no saben nada algunos columnistas. Es el caso de Raymundo Riva Palacio, de El Financiero. Asegura, por ejemplo, que el presidente López Obrador quería para Mario Delgado la Secretaría de Educación, y solo esta dependencia del gabinete de la presidenta electa Claudia Sheinbaum. ¿Cómo se enteró el periodista? ¿Se lo dijo Andrés Manuel, con quien no habla don Raymundo? ¿O se trata de plano de un invento?
Sabe tanto el columnista de El Financiero que recuerda a todos los jefes que en el gobierno capitalino tuvo la futura secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez: el propio AMLO, Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera. El problema es que Riva Palacio olvidó el dato fundamental para explicar la llegada de Rosa Icela al cargo más importante del próximo gabinete: ella fue la primera secretaria de Gobierno de Claudia Sheinbaum cuando esta encabezó la administración de la Ciudad de México.
Pero no es eso lo que realmente me interesaba comentar. He estado leyendo Nuestra señora de París, de Víctor Hugo. Hace muchos años leí por primera vez tan extraordinaria novela. Lo estoy haciendo de nuevo por la falta de librerías adecuadas en la terminal uno del aeropuerto Benito Juárez. Realicé un viaje largo y, como ya no me entretienen las películas de los aviones —quizá porque me molestan los enormes audífonos que uno debe ponerse—, pensé en comprar algún libro. No encontré un establecimiento con oferta variada, como sí existe en la terminal dos. Entonces, adquirí lo mejor que había en una revistería: la mencionada obra.
Víctor Hugo describe la famosa corte de los milagros, “donde los cojos corren y los ciegos ven”. Vale la pena reflexionar un poco acerca de ese lugar de aquel París. Entiendo que la expresión surge en la época de Luis XIII y Luis XIV —si estoy equivocado ya me corregirán los y las especialistas en el tema—. Había demasiada gente pobre que se dedicaba a la mendicidad. Como siempre, no faltaban vivales: personas que fingían parálisis, ceguera, ataques de epilepsia o cualquier otra enfermedad para maximizar las dádivas de la gente de más recursos que se compadecía al verles.
Quienes eso hacían vivían en barrios marginados de París donde, además, habitaban prostitutas, carteristas y toda clase de delincuentes. Ahí se enseñaba a niños y niñas a robar. En un artículo leí que “durante los reinados de Luis XIII y Luis XIV había nada más y nada menos que doce puntos en París conocidos con ese peculiar nombre. Eran lugares a los que ni el ejército se atrevía a entrar. Estoy citando este sitio de internet de National Geographic https://historia.nationalgeographic.com.es/a/corte-milagros-reino-gran-coesre_15526:
- El final de la mayor corte de los milagros llegó en 1667 cuando el Rey Sol decidió reprimir con toda la fuerza del Estado.
- “Las fuerzas del orden se emplearon a fondo”.
- “En 30 años se envió a docenas de delincuentes a galeras y otros muchos fueron ajusticiados”.
En efecto, exactamente lo que hizo Felipe Calderón para intentar acabar con el narco: represión a gran escala. Pero, ni hablar, la represión no funcionó ni en la época de Luis XIV ni en el sexenio del esposo de Margarita Zavala. Claro está, había algunas diferencias notables entre el Rey Sol y la caricatura de general de división que se robó las elecciones de 2006. Menciono dos: (i) el francés era inteligente y el michoacano bobo, y (ii) Luis XIV no tenía colaboradores narcos y Calderón sí —a García Luna, como sabemos—.
Sigo con National Geographic:
- A pesar del uso de la fuerza, “el final de la corte de los milagros no llegaría a producirse tan rápidamente”.
- En años y décadas posteriores, “el problema de la delincuencia resurgió con fuerza”.
- “El mundo del hampa francés volvió a hacerse con el control de la zona poco a poco”.
Pasó bastante tiempo antes de que en Francia se controlara el problema. En México, la violencia generada por Calderón creció de más no solo porque la represión jamás es la salida para solucionar un problema social, sino porque el siguiente gobierno federal, el de Enrique Peña Nieto, decidió no cambiar la estrategia fallida.
En el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se han sentado las bases para sí pacificar a la nación mexicana: en lugar de violencia, crear condiciones de desarrollo.
Resulta clarísimo que Claudia dará continuidad a la única estrategia que puede solucionar la crisis que ha llevado a tantas personas, sobre todo jóvenes, a preferir el camino de la violencia.
Del laberinto de la inseguridad solo vamos a escapar con programas sociales y educación, pero también con buena política en lo más alto de la estructura del gobierno y con una policía eficaz por el uso de la inteligencia y no represiva a tontas y a locas.
Será la tarea de la próxima secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, una mujer absolutamente brillante, impresionantemente honesta y con una calidad humana fuera de serie —exactamente como Claudia Sheinbaum—; del futuro secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, quien hizo el milagro de higienzar el callejón de los milagros de la Ciudad de México y que, hombre de la absoluta confianza de la presidenta Sheinbaum, tendrá la responsabilidad mayor en el sexenio 2024-2030; de Ariadna Montiel, quien seguirá al frente de la Secretaría de Bienestar, donde hizo un gran trabajo y lo continuará, y de Mario Delgado, quien llegará a la Secretaría de Educación, donde no podrá fallar al combinar su oficio político con su pasado como muy buen estudiante.