Lo contó Jean Cocteau o eso creo haber leído en alguna parte. Lo que sea, Georges Clemenceau lo dijo. Este hombre, quien fuera presidente del consejo de ministros francés, confesó frente a una amiga: “Para mi gabinete tuve que elegir entre un derrotista y un loco. Elegí al loco”.

Lo más complicado para la persona que gobierna es seleccionar a su equipo, su gabinete. Por cierto, la gran dificultad está planteada desde el origen de esta última palabra. En etimologias.dechile.net alguien llamado Philippe Vicente explicó lo siguiente sobre gabinete:

“El castellano debe al francés la palabra gabinete, presente en francés desde el s. XV: cabinet (diminutivo de cabine) designa cabina, un cuarto íntimo y también un mueble, adquiriendo casi al mismo tiempo su acepción política, que se extendió hasta llegar a significar ‘ministerio’ o ‘equipo ministerial’. En francés, como en italiano (gabinetto), entre sus muchas definiciones, tiene la de ‘retrete’ o sea de baño o WC, lo que suele generar juegos de palabras”.

Philippe Vicente

Gabinete, entonces, tiene al menos dos significados que vienen al caso: (i) equipo de gobierno y (ii) escusado. La magia del sector público mexicano ha hecho que gabinete en nuestro país haya sido al mismo tiempo las dos cosas. Aclaro que la situación empezó a cambiar con la 4T: con objetividad creo que el actual, a pesar de innegables fallas, ha hecho mucho mejor trabajo que los gabinetes anteriores

En México, lo sabemos, no pocos gabinetes presidenciales solo han servido para que los titulares del poder ejecutivo, siempre inspirados y creativos, miccionen y descarguen sus vientres con grandes ideas que no tienen sentido.

Clemenceau tuvo que decidir entre un derrotista y un loco. Todas las personas que han gobernado han estado en tal situación, de ahí que la política en los altos niveles sea sobre todo el arte de elegir entre inconvenientes.

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En el momento de integrar un grupo de trabajo tales inconvenientes se relacionan con las características de quienes aspiran a llegar al gabinete. Claudia Sheinbaum para su equipo, ¿a quiénes elegirá?

  • ¿Gente derrotista?
  • ¿Dementes obsesionados por el poder?
  • ¿Personas sensatas sin vocación política?
  • ¿Especialistas en adulación?
  • ¿Compromisos?
  • ¿Profesionales técnicos apartidistas?
  • ¿Profesionales técnicos contaminados por la ideología o la pasión política?
  • ¿Hombres y mujeres de lealtad probada, aunque carezcan de habilidades ejecutivas?

La pregunta relevante es la de si existen, en el entorno de la próxima presidenta, personas totalmente leales a ella que al mismo tiempo posean reconocida competencia para encabezar los proyectos públicos de una de las economías más grandes del mundo.

Todos y todas entenderíamos que participaran en el próximo gabinete presidencial Omar García Harfuch y Ernestina Godoy, que tan buenos resultados le dieron a Sheinbaum en la jefatura de gobierno de la CDMX y que hoy buscan llegar al Senado. Les menciono porque analizaré el caso de Harfuch.

Hasta donde entiendo, antes de llegar al gobierno capitalino Claudia Sheinbaum no conocía a García Harfuch. De hecho, la primera opción de Claudia para la Secretaría de Seguridad Ciudadana fue Jesús Orta Martínez. Cuando este fracasó la entonces jefa de gobierno recurrió al mejor currículum que encontró, el de Harfuch.

¿Era Omar García Harfuch leal a Claudia Sheinbaum? No podía serlo porque no la conocía o no lo suficiente como para hablar de una relación de demostrada fidelidad política o profesional. Ahora, cuatro años después de haber empezado a trabajar en el primer nivel del equipo de Sheinbaum, creo que la candidata presidencial de Morena no tiene ninguna duda acerca de la lealtad de su colaborador.

Lo anterior es importante destacarlo ya que evidencia que la gente profesional es competente no solo por sus conocimientos o por la calidad de su entrenamiento, sino por haber desarrollado la principal de las habilidades para avanzar en cualquier tipo de organización compleja: la lealtad al proyecto en el que toque participar y, desde luego, a quien lo encabece.

Por lo tanto, Claudia deberá preferir a gente seria y calificada sobre amigos y amigas de otros tiempos que podrían no tener las habilidades exigidas por el gobierno. El vínculo de fidelidad se construirá rápidamente si hay eficacia en el trabajo.

Desde luego, Claudia Sheinbaum no debe en ningún caso entregar los cargos importantes a políticos y políticas con ambiciones desmedidas o con excesivo amor al protagonismo.

¿Quiere Claudia que todo el mundo escuche en Estados Unidos que a ella le falta roce con los líderes globales y que por esa razón el embajador o el canciller manejarán la compleja relación diplomática? La futura presidenta conseguirá que eso ocurra si otorga la SRE o envía a la embajada en Washington a un cierto internacionalista rimbombante que anda por ahí. ¿Lo identificaré? Daré dos pistas: la primera, a pesar de que juró rebeldía eterna, ya anda haciendo méritos para recibir el clásico hueso; la segunda, es tan internacionalista que habla muy mal el inglés.

¿Quiere Claudia ver todavía más destruida a la naturaleza en México? Que nombre al frente de la Secretaría de Medio Ambiente a alguien del Partido Verde, instituto político en el que nada importan los retos ambientales. Conozco conservacionistas sinceros y con experiencia que están aterrados ante el rumor de que Manuel Velasco podría ir a la Semarnat o a la Procuraduría de Protección al Ambiente. Un grillo de ese nivel, diestro solo para la intriga, provocaría rápidamente delitos ecológicos graves.

Desde luego, Claudia sabrá lo que hace. Yo solo le sugiero que atienda a dos de los significados de la palabra gabinete, ya que puede ser tanto un gran equipo como un colosal estercolero —los desastres que fueron los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto comenzaron al nombrar a los gabinetes, en los que hubo solo amigotes en los puestos cercanos a los presidentes, compromisos en todos los cargos políticos y cierta técnica en la economía, pero desgraciadamente un tanto echada a perder por el fanatismo ideológico—.