Sonora Power
“Nunca jamás”. Esa fue mi respuesta ante la pregunta de si antes me había tocado observar una situación con nuestra moneda, el peso, en el sentido que hoy podemos observar, que tiene ganancias importantes frente a todas las divisas del mundo, lo que lo colocó ya como la moneda con mayores ganancias y por tanto mayor fortaleza en los mercados financieros.
La historia del “Súper Peso” tiene ya escribiéndose todo este sexenio y es una de estabilidad y resiliencia, de una moneda que históricamente padeció de devaluaciones, chicas, grandes, medianas y mega depreciaciones, todo esto en el periodo de 1976 hasta el 2018.
De sobra es conocida la situación de Luis Echeverría que por necesidad debió enfrentar la realidad y dejar la paridad que ya había “aguantado” 24 años, por lo que al final de su sexenio debió devaluar, dando el primer paso a esa cadena de depreciaciones que terminaron llevando al peso a prácticamente no valer nada.
Esa historia que se dio al final del llamado desarrollo estabilizador inauguró la época de las crisis, que se encadenó a las bancarrotas de José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo.
Ninguno de estos personajes supo que hacer, y aunque a Vicente Fox y a Felipe Calderón les tocó una etapa de relativa estabilidad, la realidad es que al igual que Enrique Peña Nieto, debieron asumir sus respectivas devaluaciones, chicas, medianas o grandes, según el caso.
Todo esto llevó al peso a 20.41 por dólar, que es el nivel que tenía al inicio del sexenio.
Así es como recibe el mercado a Andrés Manuel López Obrador y su Cuarta Transformación el 3 de diciembre del 2018.
Por supuesto que al llegar un nuevo gobierno había gran expectación, López Obrador comprometió una conducción de la economía distinta, sustentada en la lógica de darle la vuelta a la tortilla y privilegiar la economía popular, con la consecuente ampliación del mercado interno.
La realidad es que hoy podemos hablar de que el modelo de Andrés Manuel, retomó algunas referencias importantes del “New Deal” de Franklin Delano Roosevelt como su esencia y muchas otras nociones del keynesianismo clásico, como su proyecto contra cíclico.
Su visión se basó en que era necesario fortalecer la base de la pirámide económica y no la cima, a fin de darle viabilidad a la economía. La idea resultaba atractiva, con la incorporación de 90 millones de consumidores a la economía, pero parecía un proyecto imposible.
La esencia, al igual que Roosevelt, se sustentó en una política pública de equilibrio, en el caso mexicano no fue el seguro de desempleo, pues era una medida imposible. En nuestro caso los recursos fueron a los más desprotegidos, es decir a los adultos mayores y a los discapacitados, a los pueblos indígenas y a quienes nunca antes les correspondió apoyo alguno.
Entramos con López Obrador a la fase de que “por el bien de todos, primero los pobres” y entender el significado de esa frase a muchos tomó tiempo, pero la esencia de su puesta en práctica, está en su misma estructura; es decir, para que México crezca, necesitamos atender la desigualdad, y generar un factor de equilibrio, que en este caso ha sido la pensión de bienestar.
A partir de esa premisa el modelo comenzó a funcionar, la economía popular se fortaleció, y eso generó un nuevo mercado de consumo, México se hizo un país más atractivo para la comercialización de todo tipo de mercancías y servicios, la rueda comenzó a girar.
Adicionalmente al país han concurrido otros fenómenos, la llegada masiva de remesas de nuestros paisanos en el exterior, la llegada de inversión, tanto directa para proyectos productivos, como especulativa, la entrada de enormes cantidades de divisas por turismo en la fase postcovid-19 y ahora el fenómeno de la relocalización de inversiones, conocido como “nearshoring”.
Todos esos elementos, a la par de los réditos que paga Banco de México en las tasas de interés y la noción de que México es un destino estable para la inversión en instrumentos financieros por su estabilidad, además de la consolidación de nuestro país como el principal socio comercial de los Estados Unidos, han contribuido para hacer la magia de tener dólares de 17.43 pesos.
Eso es una ganancia de 15% respecto al nivel en el que tomó la moneda la 4T hace ya 4 años y medio, y es un 32% de mejora respecto al peor nivel en que llegó a estar nuestra moneda en la fase más aguda de la contingencia por Covid-19.
Es en pocas palabras un logro monumental, que ningún otro gobierno en la era moderna de México, o incluso en los gobiernos post revolucionarios llegaron a tener.
En 1942 y por un breve periodo de tiempo el gobierno de Manuel Ávila Camacho logró una apreciación del peso, después llegó el “milagro mexicano”, con esa paridad de 12.50 por dólar que duro de 1952 a 1976.
Aun así está claro que los analistas de los medios tradicionales jamás le concederán a López Obrador y su política económica ese resultado, sin embargo debo decir que estamos ante hechos inéditos y que en este momento en nuestro México se hace historia.
La promesa del presidente era que juntos haríamos historia, jamás pensé que esto que hoy escribo sucedería.
Estamos ante el resurgimiento de México como una potencia económica emergente. Ni más, ni menos.
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