Tras la defenestración del senil Joe Biden y el ascenso de Kamala Harris como virtual candidata presidencial del Partido Demócrata, hemos sido testigos de una campaña mediática “rápida y furiosa” para inflarla como la única candidata de unidad que puede derrotar a Donald Trump.

Más allá de las obvias limitaciones intelectuales y de liderazgo de la señora Harris, quién no debe ser criticada como ya hacen algunos republicanos por su condición étnica o de mujer, a la vicepresidenta se le está armando una campaña para inflarla, guardando las distancias, similar a la de Xóchitl Gálvez en México.

Entre los comentarios más descabellados que he leído en medios estadounidenses, está el de que que Kamala puede “conectar” con los jóvenes, teniendo 60 años de edad, aunque en la decadente gerontocracia estadounidense eso cuenta cómo una persona joven.

Otro de los argumentos que se esgrimen a favor de Harris y en detrimento de Trump -quién fue un pésimo presidente, no nos engañemos- es el de las encuestas, en donde Harris aparecería en algunas con algo de ventaja sobre el ex mandatario.

Sin embargo, recordemos que la democracia en Estados Unidos, si le podemos llamar así, no es directa y que cada cuatro años es lo mismo: apenas un puñado de seis o siete “battleground states”, o “estados bisagra” son los que deciden la elección con sus votos del colegio electoral.

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Recuerden que en la elección de 2016 hasta el New York Times le daba a Hillary Clinton 96% de posibilidades de ganar la presidencia, con los resultados que todos conocemos.

El globo Kamala se va a desinflar. Y no hay nada seguro, Quizás en la Convención Nacional Demócrata a celebrarse el próximo mes, exista una sorpresa.