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No es ninguna novedad que digamos que Andrés Manuel López Obrador es un líder de masas, con una visión y un enfoque de gobierno y de hacer política, que parte de la creencia legitima de que se está rescatando a México y que se impulsa su transformación para el bienestar de la mayoría de los ciudadanos.

Los enfoques de López Obrador de este modelo que ha llamado “humanismo mexicano”, son muy claros y debo agregar que a mí me parecen los más sensatos:

1.- Acabar con la profunda desigualdad que enfrenta nuestro país.

2.- Ayudar a los que menos tienen invirtiendo recursos públicos en atender su marginación.

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3.- Acabar con los privilegios de unos cuantos, en especial con la evasión fiscal.

4.- Combatir la corrupción.

5.- Utilizar los recursos públicos para construir infraestructura.

6.- Aprovechar las ventajas competitivas de México, para hacer del país una economía emergente atractiva a la inversión y en crecimiento.

7.- Incrementar los salarios y dar condiciones de mayor dignidad a la fuerza trabajadora.

8.- Acabar con el clasismo, el racismo y la discriminación, que es uno de los grandes problemas sociales de este país.

9.- Dar a los pueblos originarios lo que les corresponde y con ello dignificarlos.

10.- Ser autosuficientes y con ello garantizar la autonomía alimentaria y en abasto de combustibles.

Creo que ese decálogo muestra en síntesis lo que es Andrés Manuel López Obrador, lo que representa su visión de país y el escenario de lo que busca dejar como herencia a los mexicanos.

Al terminar de sumar esa lista, me surge en primer lugar la certeza de que eso es lo que deberíamos de querer para nuestro país todos los mexicanos, al menos quienes le profesamos amor a México y es que quién en su juicio puede desear que exista un México de unos cuantos privilegiados que lo tienen todo, un país de alrededor de 30 millones de personas y otro México, el “México Profundo” en el que las carencias son la característica.

Me queda claro que quienes se oponen a López Obrador lo hacen por razones muy diversas, pero en el fondo radican los prejuicios de clase, justamente de esos que toda la vida han recibido las canonjías y mieles del poder y que se han enriquecido a costa de los más pobres, de los privilegios, de la evasión, del compadrazgo y el amiguismo.

Lamentablemente llegaron incluso a convencerse y con ello también convencer a periodistas e intelectuales de que esa condición de México era razonable y que no había remedio. Vamos incluso hay quien cree que eso es lo deseable y por eso ve en López Obrador al enemigo, a quien le quiere despojar de esos privilegios.

Sin embargo es justamente esa visión de un México distinto el motor que mueve a López Obrador, y es precisamente esa idea, lo que mueve incluso a estos personajes acostumbrados a hacer lo que quieren en el ejercicio de sus muchos privilegios a reaccionar de manera virulenta.

Ellos no quieren que los pobres tengan dignidad, porque eso significa que les van a exigir mejores condiciones de trabajo, ellos no quieren que los indígenas puedan salir adelante, porque se va acabar la opresión que por décadas han ejercido sobre ellos.

Tampoco quieren que exista la movilidad social y que la gente a partir de las oportunidades que se encuentran y condiciones favorables a su desarrollo personal y colectivo, puedan escalar e incluso competir con ellos en igualdad de condiciones.

Claro que no quieren pagar impuestos, o que se acabe el moche que tanto les facilita enriquecerse.

Ellos habían sido los dueños de un país al que oprimieron, explotaron y pervirtieron hasta que ya no se podía más.

En ese entorno México de hecho estaba al borde de una crisis social de enormes proporciones y muy seguramente justo en la orilla de un estallido, que quién sabe a dónde nos pudo trasladar.

Naturalmente que los dueños de ese país de corrupción y privilegios, esos perversos personajes que pretendían sostenerse a toda costa haciendo grandes negocios a costillas de los mexicanos, iban a reaccionar y buscan desde ya acabar con esta nueva fase en donde los campesinos y los obreros, han encontrado eco a sus demandas, donde los indígenas y los que menos tienen finalmente levantan la cara y tienen la dignidad y la esperanza que les arrancaron.

Eso es justamente el “Humanismo Mexicano” de López Obrador, un modelo que propicia condiciones de desarrollo y crecimiento, pero defendiendo ante todo la dignidad de sus gobernados y en especial su bienestar.

El presidente hacia el cierre de su mensaje del domingo habló de la legitima aspiración de los mexicanos de ser felices y encontrar condiciones adecuadas para lograrlo.

Eso es justamente el fin último de un gobierno, darle a sus ciudadanos las herramientas para salir adelante, aun en el peor de los escenarios, porque es la esperanza lo que nunca muere.

López Obrador con su 4T lo que ha hecho es regresarnos la esperanza de que todo podrá ser mejor.

Esa es su motivación y los cientos de miles que marchamos a su lado el 27 de noviembre, no estamos dispuestos a permitir que nadie nos la arrebate.

Correspondencia a demiandu1@me.com | En Twitter: @Demiandu