Con el intercambio constante de misiles entre Hezbolá e Israel, y la configuración de una nueva alianza entre Irán, China y Rusia, sumado al plan Zelenzky sobre la paz, que implica como alternativa única el que Ucrania se adhiera a la OTAN y que con esto Rusia entrara en guerra contra la poderosa alianza, han surgido voces en todo el planeta empezando por los premios nobel de la paz de este año, organización denominada Nihon Hidankyo, sobre el riesgo inminente de una guerra nuclear, que nos obligan a entender cómo sería un escenario, cada vez más probable, en que las grandes potencias iniciaran un conflicto que involucrara bombas atómicas.
Estamos frente al peligro del arsenal táctico de Rusia en Ucrania y de que una respuesta que Israel considere excesiva, lo que provocará también en Medio Oriente el intercambio de misiles nucleares tácticos. Esto debemos sumarlo al nuevo protocolo de la doctrina nuclear rusa que ahora permite el uso de armas nucleares en circunstancias específicas, particularmente ante aquello que pudiera amenazar la existencia del Estado ruso, dicha doctrina prevé lo que se ha denominado escalada para des escalar, que significa usar armas nucleares tácticas para imponer un alto al fuego favorable a Rusia en un conflicto que ésta no pudiera ganar por medios convencionales. También se prevé en caso de un ataque directo a territorio ruso con misiles de largo alcance, cosa esta en la que el régimen ucraniano ha insistido hasta la saciedad a sus aliados en occidente. Sin embargo, sumada la tensión en Medio Oriente y en los escenarios asiáticos de la península de Corea y la isla de Taiwán, el riesgo de una escalada nuclear global es una realidad altamente probable que afectaría en forma directa y contundente a México.
Desafortunadamente, no se conoce ningún plan de contingencia del gobierno mexicano respecto al primer impacto de los blancos nucleares en las fronteras de Tijuana, Juárez y Nuevo Laredo. La primera, recibiría un ataque frontal en función de la base naval del Pacífico establecida en San Diego, la segunda, dado que, en El Paso, Texas, se encuentra radicada la base central del Comando Sur de las fuerzas armadas norteamericanas; y la tercera, por ser un nodo logístico que permite la entrada de mercancías por tierra a los Estados Unidos.
El Colegio de la Frontera Norte, publicó un importante documento que denominó: “Amenaza real, para las ciudades fronterizas de México, un ataque nuclear a los Estados Unidos”. Dicho documento derivó de un seminario al que acudieron especialistas de distintas universidades mexicanas que refirieron “los riesgos de desastres que enfrentan las ciudades fronterizas del norte de México, así como los retos que enfrentan en términos económicos y de infraestructura, que hacen difícil la construcción de refugios, pero que deben generar programas de acción, como trazar una ruta de evacuación, en caso de un ataque nuclear a los Estados Unidos”.
Lo que no consideraron los especialistas del norte de México es, que son blancos estratégicos aquellos núcleos de población con suficiente organización y capacidades instaladas, que puedan brindar soporte humanitario y, sobre todo, alimentos y agua no contaminados al territorio norteamericano. En este sentido, el daño de primer contacto se ampliaría al menos a Monterrey, San Luis Potosí, Querétaro, la Ciudad de México y las instalaciones portuarias en Tamaulipas, por lo que en los primeros 72 minutos de un intercambio de misiles intercontinentales, 25 millones de mexicanos se sumarían a las bajas y el país quedaría en un grave estado de incomunicación y sin mandos centrales para organizar los programas de protección civil de contingencia radioactiva, de tratamiento de heridos, de desplazamiento de poblaciones, entre otros. Es por ello indispensable exigir a las autoridades correspondientes que den a conocer las medidas contingentes previstas en caso de este escenario.
Típicamente México ha sido un decidido gestor del desarme nuclear, sin embargo, la nueva condición económica de principal socio comercial de los Estados Unidos y el hecho de que alrededor de 100 mil mexicanos, no ciudadanos de Estados Unidos, se encuentren dando servicio en las distintas ramas de las fuerzas armadas norteamericanas, convierten a México en un blanco estratégico necesario para China y Rusia. Sin embargo, nada hay de información pública que prevea esta catástrofe cada vez más probable. Las áreas de protección civil y las secretarías de defensa y Marina, están obligadas a garantizar la protección de la sociedad y la continuidad del funcionamiento institucional.
Dado que en 25 minutos los misiles rusos, y en 30 minutos los chinos, impactarían en las zonas referidas; y dada también la ridícula concentración de todos los mandos en la Ciudad de México, sería prácticamente imposible evacuar funcionarios e información estratégica del atiborrado Centro Histórico, lo que debiera derivar en la creación y operación de refugios operativos y designación de mandos emergentes que mantuvieran el orden constitucional si la Ciudad de México es impactada por misiles nucleares. Con tan sólo 4 misiles que implicaran 20 megatones, el Centro Histórico, donde está la presidencia de la república, la zona de Naucalpan-Polanco donde se encuentra el mando general de las fuerzas armadas, y los dos aeropuertos internacionales, uno de ellos la base aérea militar de Santa Lucía, quedaría el país sin mando coherente alguno que organizara los esfuerzos en las regiones, o diera la sensación de la continuidad institucional. Si además son impactados los puertos del Pacífico y del Atlántico, así como Nuevo León y Guadalajara (esta última considerada un blanco secundario), el país se encontraría en manos de las decisiones de gobernadores y jefes militares de región y zona frente a una crisis que rebasaría por completo a estas limitadas instituciones. Esto que actualmente puede considerarse con un 30% de riesgo real, es razón suficiente para que los grupos parlamentarios, la sociedad civil organizada, los grupos empresariales, las iglesias y otros, por un lado exijan conocer los planes contingentes (si es que estos existen), y por otro, preparen los propios pues diversos estudios han demostrado que en los tres años subsecuentes al intercambio nuclear, podría perecer hasta el 80% de la población mexicana debido, fundamentalmente, a las enfermedades y la hambruna producidas por la expansión radioactiva y el denominado invierno nuclear.