La palabra estilo viene del latín stilus que significa punzón. Designaba a algunos instrumentos afilados que se usaban para escribir sobre tablillas.

El Diccionario de la lengua española presenta 13 definiciones de estilo. La tercera se relaciona con el significado original: “Manera de escribir o de hablar peculiar de un escritor o de un orador”. Las dos primeras, seguramente las más usadas, no tienen que ver con la escritura: “Modo, manera, forma de comportamiento, uso, práctica, costumbre, moda”.

No pocas veces el estilo es la sublimación de los defectos. Siempre he pensado que el histórico personaje llamado Andrés Manuel López Obrador rechazaba viajar simple y sencillamente porque no hablaba inglés.

Yo tampoco hablo ese idioma y viajo con cierta frecuencia. Me consta que se acompleja uno en reuniones con personas de distintas nacionalidades que se comunican en inglés. Cuando se dirigen a mí y me cuestionan sobre cualquier cosa relacionada con México debo esperar, antes de intentar una respuesta en español, que alguien me traduzca la pregunta. Normalmente mi contestación, en mi lengua, se escucha con cierta amabilidad pero se ignora: nadie espera a la traducción que realice alguna persona bilingüe presente en la mesa.

“La mejor política exterior es la interior”. Interesante frase del admirado Andrés Manuel. Seguramente mucho hay de cierto en tal expresión, pero me parece que él la acuñó para no tener que batallar con traductores en las cumbres globales.

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En Palacio Nacional sí recibía AMLO, con bastante frecuencia, a personajes de otras naciones que no hablan español. Y no fueron pocas las ocasiones en las que tomó llamadas de gobernantes extranjeros que no conocen nuestra lengua. Se explica porque jugar en casa es mucho más sencillo que de visitante. Esta es casi una regla de oro del futbol.

Que López Obrador haya tenido, como yo mismo, una especie de síndrome del jamaicón —la estrella futbolera brillantísima en México que jugaba muy mal en el extranjero porque extrañaba la birria—, no le quita el privilegio de haber sido el mejor presidente de la historia.

A mucha gente que se mueve muy bien en todo el mundo sorprendió que AMLO, a pesar de su desconocimiento del inglés, se llevara mejor con los presidentes de Estados Unidos que mandatarios mexicanos que más o menos podían expresarse en esa lengua —o que lo intentaban sin miedo al ridículo— como Peña Nieto y Calderón, o que de plano pensaban primero en inglés y después en español, como Fox, Zedillo y Salinas.

Eso es cierto porque a la gente de México difícilmente le afecta el síndrome del jamaicón en tierras estadounidenses: en el vecino país del norte sobran paisanos y paisanas y, por lo tanto, en todas partes hay birria y chalupas —y virgencitas de Guadalupe— para no extrañar.

El caso es que, durante todo el pasado sexenio, los y las líderes globales en al menos dos cumbres perdieron la oportunidad de tratar a un genio de la política como AMLO. En el G20 de Nueva Delhi, India, a México lo representó con bastante seriedad la entonces secretaria de Economía, Raquel Buenrostro; y en el de Bali, Indonesia, por parte de nuestro país estuvo el excanciller Marcelo Ebrard, quien se pasó de exhibicionista y naco al perseguir a las figuras de la política mundial para tomarse selfies.

Claudia Sheinbaum no tiene el defecto del desconocimiento del inglés: lo habla bastante bien. Tendrá otros defectos, como todas las personas, pero ese no. Entonces, no hay ninguna razón para que rehuya encontrarse con quienes mandan en el mundo en las cumbres de gobernantes, como la del próximo mes en Río de Janeiro, Brasil.

Claro está, por si las dudas nuestra presidenta debería llevar a Brasil, en su maleta, un par de frascos de salsas mexicanas porque, la verdad sea dicha, los frijoles negros de la feijoada, que es la comida nacional brasileña, pueden ser desabridos comparados con nuestros mucho más suculentos frijolitos.

Dudó Claudia acerca de si asistir o no a la cumbre del G20. Al final, tomó la decisión de estar presente. Seguramente vio las encuestas, como las del tracking diario ClaudiaMetrics.

Durante 12 días la casa de estudios demoscópicos MetricsMx encuestó a 2 mil 700 personas mayores de edad residentes en México.

Se les preguntó si, cincuenta días después del inicio del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, ella debía asistir o no a la cumbre global de gobernantes de las naciones más importantes del mundo en Río de Janeiro, Brasil.

Una amplísima mayoría, de entre 71.6% y 73.7%, opinó que la presidenta Sheinbaum SÍ DEBE asistir a la reunión del Grupo de los 20.

Solo una minoría, de entre 8.8% y 11.9%, respondió que Claudia Sheinbaum no tiene por qué asistir a la reunión de jefes y jefas de Estado.

La participación de Claudia Sheinbaum en la cumbre de Brasil es la primera gran diferencia de estilo entre ella y Andrés Manuel López Obrador, quien no asistió a ningún evento internacional de esa relevancia. Que conste, diferencia de estilo, no en lo esencial del proyecto de izquierda.

La presidenta Sheinbaum dialogará en Río de Janeiro, entre otras personas líderes, con:

  • El anfitrión Lula, de Brasil.
  • Biden, de Estados Unidos. En una de esas hasta podría acudir quien gane las elecciones estadounidenses, Kamala o Trump.
  • Estará el presidente de Rusia, Putin, si se anima a salir de su país, ya que tiene órdenes detención internacionales. Yo sí apoyaría su arresto: es un criminal de guerra.
  • Scholz, canciller de Alemania.
  • Xi Jinping, presidente de China.
  • Macron, de Francia.
  • Starmer, primer ministro de Reino Unido.
  • Giorgia Meloni, primera ministra de Italia.
  • Trudeau, de Canadá.
  • Narendra Modi, de India.
  • Milei, presidente de Argentina.
  • Ishiba, primer ministro de Japón.
  • Erdoğan, gobernante de Turquía.
  • Y más líderes, como el de Sudáfrica, el de Corea del Sur, el príncipe heredero y primer ministro de Arabia Saudí, lo mismo que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen y el representante de la Unión Africana.

Claudia acaba de recibir la medalla Contribución Destacada en Sostenibilidad 2024 por parte de una fundación de la familia Nobel.

Dado que es experta en energía y en temas ambientales —presumámoslo: será la única gobernante del Grupo de los 20 con tales credenciales académicas—, la presidenta de México tiene todo para ser la gran figura en la cumbre global de Río de Janeiro, Brasil. Ya es hora de que ganemos jugando de visitantes.