Alan Turing, matemático británico cuya obra trascendió los límites de su tiempo, se planteó en 1950 una cuestión que hoy mantiene en vilo a desarrolladores y usuarios de la inteligencia artificial: ¿pueden las máquinas pensar?

Para responderlo, diseñó un experimento que inicialmente fue nombrado como “el juego de la imitación”, con la finalidad de crear interacciones entre humanos y máquinas hasta confundirse entre quién respondía. Para hacerlo, un ser humano tenía la tarea de evaluarlas y calificarlas, sugiriendo si el estilo de responder y contenido de las respuestas parecía automatizado o bien, humano. A esto se le denominó la Prueba de Turing.

La Prueba de Turing no solo buscaba medir la capacidad de una máquina para realizar tareas complejas, sino que proponía un criterio para determinar si una máquina podría llegar a ser indistinguible de un ser humano en su capacidad de comunicación. Por algo, Turing es considerado el padre de la inteligencia artificial (IA).

Hacer que el pensamiento humano o al menos, la expresión del mismo pueda generarse por computadoras y que otros seres humanos no se den cuenta de que se trata de un lenguaje de programación basado en complejos algoritmos es la ambición más grande hablando en clave democrática, pensando en las dinámicas de poder en contextos electorales, en las que el voto y las preferencias se construyen a partir de mayorías que, en el efecto tribu del humano, guarda la influencia de su comunidad cercana y se mantiene receptivo del debate en las redes sociales, que ahora sabemos, es un debate en el que se muestra tan solo evidencia que confirma la postura que un usuario ya tiene, que ha demostrado a través de sus búsquedas y preferencias. Es decir, que le aleja de todo pensamiento contrario o diferente al suyo, construyendo legiones de fanáticos.

Ese origen tecnológico, incuestionado, podría ser decisivo en resultados electorales, revoluciones como la primavera árabe y hasta boicots económicos basados en destruir el pilar principal del sistema financiero que es la confianza. Pero después hablaremos de eso.

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Panorama electoral de Estados Unidos: Elon Musk y su influencia en X, inteligencia artificial y Meta/Facebook

¿Recuerdan el escándalo de la consultora política Cambridge Analytica? Cuando supuestamente, operadores rusos abusaron del desarrollo de aplicaciones adentro de Facebook, realizando el uso indebido de datos de 87 millones de usuarios de dicha plataforma en la contienda presidencial de 2016 en EE.UU. e influyendo en el primer triunfo de Donald Trump con una tecnología de avanzada, que tuvo capacidad de perfilar usuarios investigando sus datos de forma automatizada y ofrecer contenidos de campañas de publicidad política altamente segmentadas para lograr votos.

La historia se repite, pero con un actor dominante que adora a Donald Trump: Elon Musk y la plataforma X. El caso de Cambridge Analytica, en retrospectiva, nos mostró mucho más que la incapacidad de Facebook, que ahora es Meta y tiene multiplataformas más íntimas como Whatsapp e Instagram, para resguardar los datos de usuarios.

Nos mostró que el mítico momento onírico que se propuso alcanzar Alan Turing ha llegado: los usuarios de las redes sociales ya no distinguen entre bots automatizados o usuarios reales, la publicidad política no solo nos llega etiquetada como tal sino como breves videos, comentarios y mensajes de usuarios cualquiera, como nosotros, que se guardan en el subconsciente destrozando o reafirmando una creencia, basándose en aquellos puntos que a cada quien nos interpelan emocionalmente: injusticias, corrupción, infancias, género, etc.

A medida que se intensifica la carrera presidencial de 2024, la política sobre inteligencia artificial se ha convertido en un punto clave de contención entre la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump. Sus enfoques contrastantes reflejan diferencias más amplias en sus visiones sobre el futuro tecnológico de Estados Unidos y sobre los propios escenarios electorales en los que definitivamente, las redes sociales serán determinantes.

Política de IA de Trump: desregulación sin reparar en los daños posibles

Donald Trump ha dejado clara su intención de revertir la orden ejecutiva integral sobre IA del presidente Joe Biden, firmada en octubre pasado. Según VOA News, la plataforma de campaña de Trump promete derogar lo que describe como la “peligrosa” orden ejecutiva de Biden, que afirma obstaculiza la innovación en IA e impone “ideas radicales de la izquierda”.

Durante el mandato de Trump, se prestó poca atención a la IA, pero en 2019 firmó la primera orden ejecutiva sobre el tema, instruyendo a las agencias federales a priorizar la investigación y desarrollo en IA. Inicialmente, la administración Trump parecía no preocuparse por el potencial de la IA para desplazar empleos, con el entonces secretario del tesoro, Steven Mnuchin, desestimando tales preocupaciones por la presencia de IA en empleos automatizados que, al momento, fueron probados en lugares como McDonald’s y retirados. Sin embargo, la postura de la administración evolucionó, reconociendo para 2018 que el desplazamiento de empleos impulsado por la IA era “inevitable” y que se necesitaban medidas proactivas.

La orden ejecutiva de 2019 enfatizó la protección de las libertades civiles, la privacidad y los valores estadounidenses en las aplicaciones de IA, y tenía como objetivo equipar a los trabajadores con habilidades relevantes. En las últimas semanas de su administración, Trump firmó otra orden promoviendo el uso de IA “confiable” en el gobierno federal, políticas que la administración Biden ha continuado en cierta medida. Si en algún momento, la tecnología ya fue su estrategia para influir en los comicios, es obvio que seguramente lo volverá a intentar y entonces, el análisis actual deberá centrarse sobre los actores que son aliados de Trump, los desafíos a la legalidad, privacidad y protección de datos, así como los alcances y nuevas tecnologías que pudiera estar utilizando,

Política de IA de Kamala Harris: equilibrio entre seguridad e innovación, una perspectiva proteccionista

La vicepresidenta Kamala Harris, por otro lado, ha sido una defensora proactiva de una regulación integral de la IA. Su participación en la política de inteligencia artificial se destacó por su papel fundamental en la estrategia de IA de la administración Biden, incluyendo la histórica orden ejecutiva firmada el año pasado. Esta orden emplea poderes de seguridad nacional para supervisar los sistemas comerciales de IA de alto riesgo, centrándose en salvaguardar el uso gubernamental y establecer estándares para la adopción comercial, según VOA News.

El enfoque de Harris hacia la IA está informado por sus profundas conexiones con Silicon Valley y su mandato como fiscal general de California. Ha enfatizado la necesidad de proteger al público de los daños inmediatos relacionados con la IA sin sofocar la innovación. Esta postura se articuló claramente en la Cumbre Global sobre Seguridad de la IA en Londres, donde Harris destacó ejemplos del mundo real sobre el impacto de la IA, como algoritmos defectuosos que afectan la atención médica y el uso de tecnología deepfake en casos de abuso.

Bajo el liderazgo de Harris, la administración Biden reunió a líderes de la industria tecnológica para acordar compromisos voluntarios destinados a garantizar que la tecnología de IA no comprometa la seguridad pública ni los derechos. Harris ha argumentado en contra de la “falsa elección” entre proteger al público y avanzar en la innovación, enfatizando una visión integral de los riesgos de la IA desde perspectivas tanto inmediatas como existenciales. Por mucho, Harris prioriza la humanidad sin negar el progreso, acotando el uso de estas tecnologías en el panorama electoral por su irremediable potencial de manipular, desinformar y alterar la voluntad popular.

IA en las elecciones de EE.UU. 2024

Las políticas divergentes sobre IA de Trump y Harris acentúan una visión opuesta en sus enfoques hacia la tecnología y la regulación, distinción que seguro impactará al mundo y principalmente a México en caso de ganar uno u otro. Solo por mencionar que los empleos automatizados del campo podrían reemplazar a personas por máquinas, puede advertirse el impacto a la migración y hasta al ingreso de remesas que mueven nuestra economía.

La postura de Trump orientada a la desregulación e innovación desde el enfoque de laissez-faire, cero intervención mientras que Harris aboga por una estrategia equilibrada que incluya salvaguardas estrictas para proteger a los individuos de los daños relacionados con la IA, comenzando por el impacto laboral y en seguridad, determina bastante. Y ni hablar de la configuración de la campaña presidencial de 2024, de la que debemos estar más que pendientes.

X: @ifridaita