El máximo jerarca católico en Baja California Sur (BCS) utiliza un tema sensible, como la inseguridad, para meter jiribilla a la política local. Miguel Ángel Alba Díaz intenta con una doble intención, instalar una narrativa que busca manipular el espectro mediático, no para ayudar a la gente afectada por extorsiones en la pesca en los puertos de San Carlos y López Mateos, sino para caldear el escenario político.
Las palabras dichas por el sacerdote en la misa dominical del 23 de enero de 2022 se replicaron de inmediato en medios de comunicación. Se refirió a desapariciones y extorsiones en giros comerciales que antiguamente el crimen organizado, dijo, como “venta de cervezas, de cigarro, alcohol, de alcohol, de sexo”. La pesca fue un asunto al que hizo mayor énfasis.
El mandatario estatal contestó a lo dicho por el hombre de la sotana: “de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”. Pidió no alarmar a la gente de BCS, dando a entender que la gravedad y la entidad es uno de los más seguros de México. En entrevista con medios de comunicación, el gobernador Víctor Castro Cosío destacó no habría más privilegios para ninguna iglesia y le dijo que pare porque ya no están en campaña.
El obispo ha negado estar atacando políticamente. Le respondió que “no fue un perro mudo” durante las pasadas administraciones estatales. Así es, no es la primera vez que habla de la inseguridad del estado, pero es cierto también no es la primera vez que utiliza la inseguridad para su conveniencia política. En 2014, cuando la violencia estaba desatada en el gobierno de Marcos Covarrubias Villaseñor (2011-2015): “No podemos permitir a los delincuentes que nos roben las calles”.
La preocupación de la ciudadanía en los puertos es real. Sin embargo, cuando Alba Díaz capitaliza el tema tratando de presionar a quienes ostentan el poder político. Una reminiscencia de ese pasado de la iglesia toda poderosa. Un ejemplo es la postura que mostró en el texto escrito por Eugenia Jiménez Cáliz, en Eje Central, acerca del crimen organizado y la necesidad de pactar con ellos. En la entrevista, Alba Díaz toma una posición política frente al gobierno de Víctor Castro Cosío o todo aquello que huela a la 4 Transformación.
Al subirse al ring político demuestra su interés por usar una exigencia ciudadana a su favor. Frases como “los mismos jóvenes que reciben becas de Construyendo el Futuro o algo así, y de preparatoria son los mismos que en la noche andan haciendo este tipo de actividades de tablear a la gente y de imponer el orden y de cobrar las extorsiones”, para pegarle a uno de los programas sociales impulsados por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador durante estos tres años de mandato.
En épocas recientes, en la campaña política de 2021 un cansado obispo de nuevo aprovechó su homilía para lanzar un mensaje a quienes integran la Diócesis de La Paz: salgan a votar. La intención del sacerdote se escondía en el juego de palabras para evitar, desde su perspectiva, “la dictadura de una persona o un partido como lo fue el PRI por 70 años”. El poder de la sotana no surtió tanto efecto como hubiera querido y ganó Morena-PT.
Ese mismo año, opinó en contra del derecho a la interrupción legal del embarazo: “no caigamos sofismas argumentado razones sin sentido: de que la mujer es dueña de su cuerpo”. Exigió a legisladores locales no votar a favor del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.
Su influencia tampoco ayudó en 2019, año del rompimiento con Morena, cuando aprobaron las reformas al Código Civil de Baja California Sur para legalizar el matrimonio igualitario. El representante de la iglesia católica exigió derogarla al entonces gobernador Carlos Mendoza Davis, cosa que no ocurrió.
¿Es válido que un jerarca eclesiástico opine de la situación que padece la sociedad sudcaliforniana? Por supuesto que está en su derecho. De hecho, coincido hasta cierto punto. Lo injusto aquí es que el obispo siembre ha jugado un papel político en un estado, supuestamente, laico. Sus discursos buscan incidir en la política local, más allá de pretender que los funcionarios trabajen por el bien de la gente.
Sus críticas a las administraciones estatales tal vez deberían compararse con el manejo por más de 20 años que él hace de la Diócesis de La Paz que, en 2020, casi entraba en un cisma. En una división de una desgasta iglesia conducida por alguien más preocupado por jugar con las élites del poder político y económico, que en resolver los problemas que aquejan a su ministerio episcopal.
Carlos G. Ibarra en Twitter: @Cachobanzi