Cuando pensamos en la aviación, generalmente tendemos a imaginar viajes de placer; ya saben, yendo a vacacionar a una playa de arenas blancas y mar azul turquesa, donde las preocupaciones del día a día no existen. No solemos asociar a la aviación con temas escabrosos.
Para el grueso de la población, viajar en avión es algo que se hace por placer o por negocios. Y quiero aprovechar precisamente la visita de hace unos días que hizo Estela de Carlotto al espacio de la conferencia mañanera, donde fue recibida por el presidente de nuestra nación, Andrés Manuel López Obrador.
Estela de Carlotto es una de las fundadoras de la organización “Abuelas de Plaza de Mayo” quienes durante la dictadura argentina se pusieron a buscar a sus hijos, que fueron desaparecidos por el régimen gobernante.
A ella le desaparecieron a su hija que estaba embarazada, práctica constante durante la dictadura militar argentina. Sucedió en el año de 1977, y Estela de Carlotto no paró hasta dar con el paradero de su nieto, quien había sido dado en adopción, como otros miles de niños que fueron arrebatados de los brazos de sus madres. Lo logró hasta el año de 2014, cuando Ignacio Hurban un destacado músico se reencontró con su abuela Estela, y hoy se ha cambiado el nombre a Ignacio Montoya Carlotto.
Esta mujer activista de 92 años vino a México, y en el espacio de la conferencia mañanera hizo entrega de un libro sobre la historia de las abuelas de la Plaza de Mayo. Quien haya viajado a Buenos Aires sabe que esa plaza se encuentra enfrente de la Casa Rosada, la sede del poder máximo de ese país.
Por supuesto, en este negro episodio de la historia argentina los famosos “vuelos de la muerte” fueron la manera más “práctica” -por llamarlo de alguna manera- de deshacerse de los cuerpos de los desaparecidos. Apenas el lunes pasado, la televisión argentina estrenó un documental “La repatriación del Skyvan: El avión de la muerte” elaborado por Sic Periodismo Textual. Su ficha de información dice textualmente:
“SIC investiga cómo fue la repatriación del Skyvan, uno de los tres aviones de este tipo usados para arrojar al mar a detenidos-desaparecidos, reactualiza el horror de los crímenes de lesa humanidad perpetrados por la dictadura cívico-militar pero también es una oportunidad constructiva de reflexión.”
“La repatriación del Skyvan: El avión de la muerte” ficha de información
Con una duración de poco más de 53 minutos, este documental e investigación periodística se puede ver a través de YouTube, por si quieren conocer más a fondo sobre el caso argentino de los vuelos de la muerte.
En efecto, es una manera de reflexionar sobre la importancia de conocer nuestro pasado, aunque no sea agradable, para no repetir los mismos errores. Medianamente sabemos la cruenta historia de los vuelos de la muerte en Argentina, pero ¿qué tanto sabemos de los que ocurrieron en nuestro país?
A nadie sorprendo si afirmo que a los mexicanos nos gusta olvidarnos de los pasajes más terribles de nuestra historia, y en cambio ensalzamos lo bonito que tiene que ofrecer nuestro país. No pretendo debatir (aquí y ahora) si eso es normal, o exclusivo de nuestra nación, solamente lo menciono como un hecho.
Pero no quito el dedo del renglón y sostengo que forma parte de nuestra realidad, y que considero que es un error cerrar los ojos y fingir que nunca existió. En México, durante la época de la “guerra sucia” (1969 a 1979), mientras se les abrían las puertas a los exiliados de las dictaduras argentina y chilena, sin ser una dictadura militar (aunque sí era una dictadura “de partido”, el Revolucionario Institucional), se hizo desaparecer a muchos compatriotas; la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) apenas en febrero de este año, ha encontrado bitácoras y declaraciones de los pilotos que ejecutaron esos vuelos macabros.
Vuelos realizados específicamente para arrojar al océano Pacífico, los cuerpos de víctimas de la desaparición forzada. Vuelos que hoy en día se sabe, salían de la base militar ubicada en el puerto de Pie de la Cuesta, Acapulco, Guerrero, y ahora se conoce el registro de que este tipo de vuelos se efectuaron entre los años 1974 a 1979.
La operación de este tipo de vuelos era más o menos de la siguiente manera: los “pasajeros” procedían de la Ciudad de México y llegaban a la base militar de Acapulco. De ahí, llevaban a cabo un vuelo sobre el mar para arrojarlos desde las alturas; generalmente esto lo hacían por la noche, según narran algunos de los pilotos que atestiguaron la ejecución de estos vuelos.
Por supuesto que es una llaga abierta, la mayoría de estas atrocidades sucedieron durante la presidencia de Luis Echeverría Álvarez, quien se fue a otro plano existencial sin pagar ni asumir las consecuencias de sus horribles crímenes de lesa humanidad.
Yo amo la aviación y me emociono como niña chiquita cuando miro un avión, veo todo documental sobre aeronaves de distintos fabricantes; para mí volar significa una de las mejores etapas de mí vida, donde fui tan feliz. Pero no puedo evitar imaginarme el dolor de estas familias, y todo lo que sufrieron al padecer la desaparición de un ser querido; y peor aún, saber fue arrojado desde un avión al mar., o al Río de la Plata, como sucedió en Argentina.
Desde mi punto de vista, no hay mejor obra que resuma el poder destructivo de una aeronave que el “Gernika” de Pablo Picasso, que nos muestra el dolor que vivió el pueblo vasco, al ser bombardeado por aviones alemanes, que se encontraban “probando” la capacidad de destrucción de dichos equipos aeronáuticos y sus bombas.
¿Y qué me dicen, ahora en tiempos más recientes, de la guerra que mantienen Rusia y Ucrania? Un bellísimo ejemplar, el Antonov 225, catalogada como la aeronave más grande del mundo, fue destruida por “ocupantes rusos” mientras se encontraba estacionada en un aeródromo cercano a la ciudad de Kiev, el 27 de febrero del año pasado, según informaciones de las autoridades de Ucrania.
Personalmente, espero que estos momentos oscuros de la aviación no se repitan y que las cosas sean como en la idea que impera en el imaginario colectivo: que a un avión se sube para disfrutar el mejor viaje de placer de su vida.