REFUTACIONES POLÍTICAS

<i>“La noción de controlar o censurar el lenguaje es, en esencia, una tentativa de restringir la libertad más básica del ser humano, la libertad de expresión.”</i>

Wittgenstein

Ray Bradbury en “Fahrenheit 451” ilustra cómo el deseo de expresión y conocimiento puede sobrevivir incluso en las condiciones más represivas. Los personajes de su novela encuentran maneras de preservar y transmitir el conocimiento a pesar de la censura institucionalizada, demostrando así que las ideas son indomables. El siglo XXI nos presenta el dilema de la defensa del lenguaje libre frente a las nuevas inquisiciones que, usando el pretexto moral de combatir el odio, les imponen a las personas no sólo pautas de conducta sino el uso neutro y amordazado del lenguaje.

Frente a la siniestra realidad de la mordaza de la corrección política, es necesario un análisis de la libertad del lenguaje y su resistencia a la censura. El lenguaje es la herramienta más poderosa y fundamental de la humanidad, bien afirmaba Wittgenstein que “hablar un lenguaje es formar parte de una forma de vida”. A través del lenguaje, expresamos nuestras ideas, emociones y pensamientos, y construimos nuestras culturas y sociedades. No sólo es un sistema de signos o palabras que describen la realidad, sino que está intrínsecamente ligado a las prácticas, costumbres y actividades de los seres humanos. La noción de controlar o censurar el lenguaje es en esencia, tanto una tentativa de restringir la libertad más básica del ser humano, la libertad de expresión, como de imponer límites al pensamiento y a su naturaleza apolínea y dionisiaca.

El lenguaje es dinámico y evolutivo; por tanto, no se le puede encerrar en un conjunto fijo de reglas o limitaciones. Como George Orwell lo señaló, en su ensayo “Política y el idioma inglés”, el lenguaje siempre encuentra formas de escapar a la censura. Para Orwell, la manipulación del lenguaje para controlar el pensamiento es el gran problema de la libertad. Los y las correctoras moralizantes de la vida humanan siempre han buscado callar la lengua, hacerla correcta, decente, justa, propia, cuidadosa, conservadora de la vieja y nueva More. Pero la lengua es tan diáfana como el tiempo mismo y en la boca de Diógenes y en la multiplicidad de cínicos defensores de la libertad, se adapta y resiste firmemente a la opresión.

Chomsky en su teoría de la gramática generativa, argumenta que todos los seres humanos nacen con una capacidad innata para producir y entender el lenguaje. Esta capacidad no se puede restringir ni controlar completamente, ya que es una parte esencial de nuestra cognición y naturaleza humana. Conceptos, ideas, categorías, juicios de valor y expresiones constituyen la esencia de todo lenguaje, sin ellas no hay lenguaje, sólo un simple parloteo positivo sin sentido de un decir mudo y ciego.

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La libertad de expresión es un derecho humano conquistado a sangre y fuego, podría afirmar Émile Zola. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por las Naciones Unidas en 1948, establece en su artículo 19 que:

<i>“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”</i>

Con singular maestría, John Stuart Mill argumenta que la libertad de expresión es esencial para el progreso intelectual y social. Para él, suprimir una opinión es robar a la humanidad, ya que incluso una opinión errónea puede contener una porción de verdad que, al ser discutida y refutada, contribuye a una mejor comprensión de la verdad.

La historia está llena de ejemplos de cómo el lenguaje y la expresión encuentran maneras de resistir la censura. La literatura clandestina, el albur, el habla de la calle y el barrio, la poesía maldita y el teatro de carpa y comedia, muestran claramente que la creatividad humana no se puede sofocar fácilmente. Las mentadas de madre existirán con o sin permiso porque el insulto más que un derecho es un hecho, a todo insulto corresponde su refutación y debate porque a toda acción corresponde una reacción en el mismo sentido. Ética y jurídicamente es un absurdo castigar el insulto, las palabras viven a pesar de las “buenas costumbres”.

El lenguaje es incontrolable y resistente a toda censura, hoy particularmente a la inquisición woke. La libertad de expresión es no solo un derecho humano fundamental, sino también una necesidad para el desarrollo y la supervivencia de la humanidad. A pesar de los intentos de controlar el lenguaje, este siempre encontrará formas de liberarse y florecer. La historia y la literatura nos enseñan que no hay límites a la libertad de expresión y que cualquier intento de censura está destinado a fracasar.