“El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu”.
José Martí, “Nuestra América”.
No es de extrañarse que exista preocupación sobre el resultado de las elecciones de Estados Unidos. Ambos candidatos han hecho expresiones negativas sobre México, e incluso Trump ha amenazado con vulnerar nuestra soberanía. Tal vez pasen algunos días para que el Colegio Electoral de los Estados Unido tenga un veredicto, pero no se puede dejar de ser firme: México tiene que continuar con su proyecto de nación para continuar fortaleciendo su democracia, libertad, independencia y soberanía.
La balanza no se mueve a nuestro favor, tanto Kamala Harris como Donald Trump, han hecho expresiones negativas sobre México. Cuando se está así, el fiel de la balanza es aún más endógeno, entendiendo a la endogeneidad como la capacidad de resolver nuestros propios problemas conservando la dignidad. Pese a estos esfuerzos internos, no se puede negar que cada vez hay una mayor interdependencia; es decir, que prácticamente no existe tema alguno que al afectar a uno no afecte al otro país.
A ambos países les conviene un clima de prosperidad compartida. Es mejor que los beneficios en la región se trasmitan a que los daños se trasminen. Para que esto suceda más que confrontación debe existir el objetivo conjunto de favorecer el desarrollo de la región, consolidando sus potencialidades.
Se quiere ver a la nueva presidenta o presidente de Estados Unidos sólo como una amenaza para México. He leído en redes sociales mensajes delirantes, provocados por el resentimiento de minorías que se han visto afectadas por el curso político que ha tomado el país. Perciben que el triunfo inminente de Donald Trump pondrá al gobierno de la 4T en graves problemas. Sólo quiero exponer dos expresiones de Vero Islas (@LOVREGA) en “X”:
- “Mi apoyo no es a Trump, estoy a favor de todo lo que le pueda romperle (sic) la madre a este gobierno”.
- “Claudia no tiene nada que celebrar. Se le viene el mundo encima con Trump. Aranceles, endurecimiento de la política migratoria, renegociación del T-MEC y una posible invasión armada para combatir el tráfico de fentanilo. Estamos a unos meses de ver su pequeñez”.
El contexto es importante, previamente la Suprema Corte de la Justicia de la Nación (SCJN) había desestimado el proyecto del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá que proponía invalidar la elección popular de jueces y magistrados, al tiempo que avalaba la elección de ministros y magistrados electorales. Ante esta resolución, la constitución reformada en materia del poder judicial ha quedado vigente en todos sus términos. No hay duda de que, al momento de expresar esos deseos, la mujer estaba obnubilada por el fallo de la Corte, al igual que otros colegas y amigos, cuyo deseo más íntimo es que Trump ordené una operación secreta para trasladar al expresidente López Obrador a Estados Unidos y someterlo a la justicia de ese país por narcotráfico. Así pasa cuando se suben las calenturas o se sufren desvaríos: las calumnias adquieren la condición de verdades irrebatibles.
No debe negarse que existen en Trump ideas proteccionistas; de hecho, fue el que rompió con el concepto hegemónico del libre mercado. Los gobiernos de la 4T, por su parte, en sentido contrario han compatibilizado – con un sincretismo admirable – la teoría keynesiana con el principio del libre comercio. Parecen, sí, estrategias opuestas.
La pregunta es que tanto le conviene al gobierno norteamericano imponer indiscriminadamente tarifas arancelarias. Cierto, la expansión comercial y el avance científico de China representan una amenaza para la competitividad de la industria norteamericana, sobre todo para aquellas ramas que se sustentan cada vez más en componentes tecnológicos de última generación. No obstante, las barreras arancelarias tienen efectos nocivos, experimentados ya por otros países en diferentes periodos históricos:
- Aumento de precios y escasez. Los aranceles se aplican sobre los productos importados; lo que aumenta los costos de producción si son bienes intermedios o de producción, o directamente a precios si son productos de demanda final. Esto además provoca la escasez de bienes, que afecta a importantes núcleos de consumidores e inversionistas.
- Eliminación de las ventajas comparativas. Las barreras arancelarias pueden reducir la rentabilidad y la eficiencia de las empresas de un país, ya que se dejan de aprovechar los bienes que se producen a un menor costo en la economía mundial y que forman parte del engranaje productivo de las industrias internas, sobre todo de las estratégicas y de las de punta.
- Pérdida de empleos. Ante el impacto en el costo o en el precio final, es posible que algunas empresas sufran por una severa disminución de la demanda, lo que atrofia los planes de negocios y las inversiones programadas, eso de no extinguirse.
- Falso balance de resultados y expectativas. Aun cuando se trata de apoyar a las empresas nacionales que han perdido capacidad competitiva, las barreras arancelarias terminan por tener un efecto contractivo; es decir, aumentan los precios y reducen la demanda, lo que conlleva a un menor producto, inversión y empleo.
El efecto pernicioso del proteccionismo en los países menos desarrollados hizo proliferar a empresarios carentes de innovación y de emprendimiento, acostumbrados más a ganancias fáciles. La eliminación de barreras comerciales infranqueables, por lo tanto, ha impulsado el avance productivo y tecnológico; cancelado dumpings nocivos o letales; ampliado la productividad y las remuneraciones salariales; aumentado la oferta y diversificado los bienes y las opciones productivas, entre otros elementos favorables.
Cierto, han desaparecido empresas y hasta industrias nacionales, pero se trata de impulsar la competitividad; debido a que el marasmo provocado por el proteccionismo afectaba al consumo y mantenía deprimido al mercado interno: la gente sufría no sólo porque los productos eran de mala calidad, sino porque los precios estaban alineados a tasas de utilidad superficialmente altas. Es mejor competir que ahuyentar la competencia, las economías asiáticas son un claro ejemplo de ello.
Los ciudadanos de Estados Unidos quieren estar seguros de que su país mantenga su supremacía en el mundo. En la ciencia económica es común que se rompan paradigmas: parece difícil que Estados Unidos quede al margen de los parámetros productivos internacionales si aplicara políticas proteccionistas, no debe olvidarse su capacidad de asumir procesos de reconversión productiva. Hipotéticamente lo que se puede dar es una escalada proteccionista, lo que debilitaría a casi todos los países del orbe; sin embargo, dudo de que China y los países orientales optaran por esta estrategia. Saben que el libre mercado trae múltiples beneficios.
Hay un riesgo que es histórico: el proteccionismo siempre acarrea contiendas veladas y guerras reales. Es preferible que las economías estén abiertas a los ojos de la humanidad, así como de que se gane el comercio en buena lid, con la imperiosa necesidad de aumentar la productividad, transfiriendo tecnologías y ampliando los mecanismos de reducción de costos y de precios de un país a otro. En eso sí, los teóricos del libre comercio y David Ricardo no se han equivocado, al menos hasta ahora.
Decía al principio que el fiel de la balanza ante cualquier decisión externa es nuestro propio proyecto de nación. La conjunción pragmática de las ideas keynesianas con las del libre comercio tiene como principal objetivo ampliar los niveles de ingreso de los mexicanos, mediante dos mecanismos básicos: el incremento de los salarios reales y una tasa baja de desempleo, que nos acerque al pleno empleo.
Cuando se refiere a los polos de desarrollo o a los parques industriales, Claudia Sheinbaum es clara al expresar que se trata de atraer las inversiones e impulsar el nearshoring no sólo por cuestiones comerciales, sino para ampliar la calidad de los empleos. Evidentemente que esta postura va dirigida a cualquier empresa que desee invertir, con independencia de su origen; de hecho, el corredor interoceánico técnicamente beneficia más a las cadenas comerciales y de suministro de América del Norte, aunque también abre un paso comercial atractivo entre los países del occidente y del oriente.
La inversión pública continuará ampliando la infraestructura y la conectividad intrarregional e interregional tanto del país como con Estados Unidos. Es casi imposible revertir el comercio entre los dos países y entre ambas fronteras, el valor comercial binacional alcanza más de 1.1 billón de dólares al año; en tanto que alrededor de 6 millones de empleos en Estados Unidos (4% de su PEA) dependen del comercio con México. Hay otros datos importantes:
- Se tiene una frontera de 3,152 kilómetros con 55 puertos de entrada terrestres.
- Es la frontera con más tráfico en el mundo, con más de 1.2 millones de dólares en productos cruzando cada minuto.
Es claro que el comercio binacional afecta a millones de personas; limitarlo con barreras arancelarias afectaría, tal vez, más a México, pero no dejaría de ser un balazo en el pie para Estados Unidos. La interdependencia es tal, que es vital mantener y mejorar las bases del intercambio comercial con un tratado comercial aún más ambicioso en sus objetivos y alcances.
Sólo una última reflexión, ampliar los niveles de bienestar y de ingresos de millones de mexicanos con mejores empleos – tal como lo propone el proyecto de la 4T – significa robustecer las potencialidades del mercado de América del Norte (incluyendo a Canadá) y, sobre todo, solucionar de raíz las causas que problematizan la agenda política y de derechos humanos y sociales entre ambos países. La voluntad de nuestra presidenta es mantener una buena relación con Estados Unidos y seguramente esa será la del virtual ganador Donald Trump. Por muchas razones a nuestro principal socio comercial le conviene un México pujante.