El maldito malinchismo, complejo endémico del mexicano en todos aspectos, pero especialmente en el tema que atañe a este texto: el futbol, lejos de ir aminorando con el tiempo, parece no sólo detenerse sino que tristemente va en aumento.
Veamos, no se entiende la lección de privilegiar a DTs extranjeros por sobre los nacionales, vamos, ni siquiera ya se intenta con un entrenador extranjero pero formado en México, como fue ya con el caso de Ricardo La Volpe, por citar un ejemplo. Estaban antes que Martino, Miguel Herrera, Ricardo Ferrerti, y otros más, como el reciente campeón de Honduras, Roberto Hernández, que ya demostró con creces su valía en Morelia, muchos a los que, empezando por ahí, se les cierran las oportunidades y puertas en los clubes mexicanos, en favor de una pléyade de extranjeros que sólo vienen a cobrar, pero a aportar muy poco, cuándo de plano, nada. Algunos muy pocos vienen a tomárselo en serio, con el entusiasmo de empaparse del medio futbolístico nacional, echar raíces y crecer y hacer crecer; ahí están los ejemplos más actuales, como Larcamón en el Puebla, Diego Cocca en Xolos y Atlas y Andrés Lillini en los Pumas de la UNAM.
Otro tema es la maldita obsesión, de años recientes, del futbolista mexicano de emigrar al futbol europeo, así sea a cualquier costo y a cualquier país, liga o equipo. Más vale para algunos sólo viajar para nunca jugar o fichar para equipillos de aldeas o suburbios con mucho menor nivel que la generalidad de los clubes de la primera división mexicana. No es casualidad que no pocas estrellas de todo el mundo hayan venido a jugar a México. De entrada, no hay un acoplamiento, al tener mucho mayor dificultad de concentrarse y/o entrenar juntos. Otro detalle, ya el hecho de tener tantos futbolistas en el extranjero, aquella ventaja que siempre tuvo México al jugar en la Ciudad de México (o incluso en la más alta aún Toluca) se vuelve en contra. Anoche contra Costa Rica fuimos testigos de un Edson Alvarez ó un Héctor Herrera sucumbir en el aspecto físico por ya no estar habituados a jugar en esa condición: uno milita en Holanda, el otro en Madrid. No se entiende la lección siquiera de importar directores técnicos, ya tuvimos muy duras lecciones, como por ejemplo el sueco Sven Goran Erickson, Juan Carlos Osorio y ahora el mismo Gerardo Martino.
Si va a emigrar un futbolista al extranjero, particularmente a Europa, que sea a marcar diferencias, a brillar o ya de perdida a tener continuidad plena al momento de jugar en todo momento cómo titulares, como un Hugo Sanchez, un Luis García, un Rafa Márquez ó un Javier Hernández. En México se tiene una liga con un más que aceptable nivel, en cuanto a competitividad de juego, sueldos devengados e infraestructura, y así estar cerca de las eventuales concentraciones de su selección cuándo sean requeridos. O ¿alguien ha visto que el nivel del futbol mexicano haya crecido siquiera un ápice, desde que futbolistas mexicanos emigran por docenas? ¿Qué carajos no ven que ha sido justo al revés? ¿No recuerdan que las mejores selecciones mexicanas de la Historia tenían, si a caso, a un sólo futbolista jugando en el extranjero? Pero en fin, mientras nuestros inmensos complejos de inferioridad imperen, y ya ni mencionar el afán de lucro, con decisiones suicidas cómo eliminar el ascenso/descenso de nuestros torneos, la mejoría futbolística luce solo posible, como ha sido hasta ahora, con un claro limitante: el que ese crecimiento se siga circunscribiendo exclusivamente a las selecciones con límite de edad, imperando el estancamiento a nivel de la selección mayor.
Insisto: se está aún a tiempo de rectificar, ya que la Selección Mexicana del argentino Gerardo Tata Martino no va sino rumbo al despeñadero, con el riego serio, real y ya palpable, de ni siquiera asistir al Mundial de Qatar, a jugarse este 2022.
Ginés Sánchez en Twitter: @ginesacapulco