La era del Maximato dominó la escena política del país durante el periodo comprendido entre 1928 y 1935; su característica fue la preeminencia del llamado jefe máximo, Plutarco Elías Calles, cuya figura y determinaciones primó sobre los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y en el comienzo del gobierno de Lázaro Cárdenas; culminó su ejercicio y vigencia ante la instauración e incontrastable expresión del presidencialismo para desplazarlo en forma definitiva como instancia central del régimen político.

En efecto, después de un entendimiento claro entre el jefe máximo y el presidente Lázaro Cárdenas, objetualizado en la integración del gabinete gubernamental, básicamente compuesto por destacados cardenistas y callistas en el marco de una amalgama que tendía a mostrar unidad y cohesión, se escenificó un rompimiento abrupto motivado por declaraciones que pronunciara Calles en tono de una crítica deslizada hacia el gobierno, y que fueron publicadas en la prensa mediante la pluma del entonces líder del Senado, Ezequiel Padilla, quien promoviera la visita y las reuniones del líder sonorense con un amplio grupo de congresistas.

Narra Emilio Portes Gil la encomienda que recibió del presidente Cárdenas, quien enterado de la intención de publicar las opiniones del expresidente Calles le solicitó hablara con Ezequiel Padilla para evitar que así fuera, pero imposibilitó el cumplimiento de la tarea el hecho que nunca pudo localizar a Ezequiel Padilla, a pesar de dejarle recados en sus oficinas y domicilio.

Gran resonancia tuvieron las expresiones del expresidente Calles; su repercusión fue amplia y profusa, al grado de generar una aguda polarización en la opinión pública; buena parte del Congreso festinó las críticas, mientras las organizaciones sindicales las repudiaban colocándose en una posición de respaldo al presidente. En ese contexto tuvo lugar una reunión del gabinete en pleno, en donde el titular del poder ejecutivo exigió la renuncia de todos ellos, entre los que, por cierto, se encontraba el hijo del sonorense, Rodolfo Elías Calles. Sólo se mantuvo dentro del equipo de gobierno, pero en otra cartera, Francisco Múgica, quien a la postre sería el mensajero para comunicarle al general Calles que debía abandonar el país.

De esa forma quedó simbolizado el rompimiento Calles-Cárdenas; las líneas de conducción y de comunicación política al interior de la administración fueron también ajustadas, pues además del nuevo nombramiento del gabinete, remociones y reemplazos de gobernadores y jefes de zona militar, dejaron en claro que el presidente, y nadie más, era quien ejercía el liderazgo político del país. De ahí para adelante se consolidó y cobró forma el presidencialismo mexicano al tiempo que quedó descontinuado el Maximato.

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Cabe señalar que si bien Cárdenas es el autor del presidencialismo y de su preeminencia, también lo es de la temporalidad sexenal del mismo; es decir que el presidencialismo se asocia a la persona que tiene la titularidad del poder ejecutivo y que, por tanto, no puede exceder el tiempo de duración de dicha responsabilidad ajustándose al reemplazo inherente a la renovación del jefe de gobierno. Dicho de otra manera, Cárdenas descartó la posibilidad de instaurar un nuevo Maximato a través de su persona.

Todo esto viene a cuento ante los evidentes jaloneos que escenifica el actual gobierno morenista en su relación con sus grupos y aliados parlamentarios, en ambas cámaras del Congreso. La visibilidad de ese diferendo lo puso de manifiesto la famosa iniciativa para prohibir el llamado nepotismo electoral como medida para desterrar la opción de que sean postulados a los cargos de elección familiares de quienes ocupan la posición y que cobraría vigencia en 2027; pero la reacción de grupos inconformes ha hecho que el planteamiento corra hasta el año 2030.

Se trata de una discrepancia que se da en el entorno de una clara predominancia en el Congreso de actores provenientes del lopezobradorismo, lo que hace remembrar las tensiones que tuvo con el legislativo el gobierno cardenista ante una fuerte presencia del callismo.

El hecho es que Maximato y presidencialismo no son compatibles; si hay Maximato no existe espacio para el presidencialismo y viceversa, pues el presidencialismo es disfuncional y se opone al Maximato. La ecuación sugiere que de continuar o intentarse el dominio del expresidente López Obrador, el gobierno habrá de deteriorarse en su conducción relajándose, inevitablemente, su peso y gravitación para que se entronice el papel central y definitorio del expresidente; contrario censo, si el gobierno quiere afirmar su liderazgo deberá despojarse de la tutela lopezobradorista.

La oposición entre Maximato y presidencialismo plantea que los segundos pisos de gobierno sólo existen en la retórica y que, de darse su cabida se tendría que recurrir al Maximato. La etapa actual es de ajuste, pues ya se evidencia la existencia de carreteras distintas para el tema del combate al narcotráfico, así como para atender los suministros médicos en los hospitales públicos. Se delinea un segundo piso que, en los hechos, plantea la ruta por un nuevo piso. Más drástico será el deslinde cuando empiece a procesarse el rubro de los narco-políticos y actos de corrupción de los inscritos en el morenismo. Por lo pronto está en capilla Cuauhtémoc Blanco, ya vendrán otros más. La lista es larga.