CIUDAD DE MÉXICO.- Una de las batallas más duras que debe enfrentar la primera mujer presidenta de México es justamente la que encabeza contra la misoginia, que ocurre desde del momento en el que decidió lanzarse como candidata, la primera mujer con opciones reales de ganar la presidencia en un país machista como es el nuestro.

México no es el único país con un exacerbado machismo, hay otros que incluso lo superan en la discriminación a las mujeres, sin embargo el hecho de que Claudia Sheinbaum Pardo haya llegado a la presidencia justo al cumplirse los 200 años de la primera república es un hecho muy representativo.

La reacción del conservadurismo hacia este hito político, no es un asunto menor, de hecho su expresión en algunos medios de comunicación es un tema que debe ser observado, cuidado y atendido de manera correcta.

La violencia hacia las mujeres tiene muchas expresiones, desde la violencia mediática y la verbal, pasando por muchos tipos de violencias como la doméstica, la comunitaria, laboral, política, económica, salarial, sexual y un sinfín más, hasta llegar a la más grave que es la violencia feminicida.

Es por esa razón que las expresiones de algunos opinologos y caricaturistas muy identificados con la derecha, no pueden, ni deben ser aceptadas, menos ahora que pretenden disfrazar su misoginia de ejercicio de la libre expresión. La violencia es violencia y punto, y debe evitarse, por que la violencia solo genera más violencia.

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No hay que olvidar que la misoginia, es en una palabra el odio a las mujeres y si estos sujetos se atreven a violentar a la presidenta de la república, a senadoras o gobernadoras, queda claro que no tienen límites y que no se tentarán el corazón para hacerlo con otras mujeres.

Las palabras de Claudia Sheinbaum son hoy por hoy muy poderosas, porque resuenan en todo México y el mundo, y en este contexto, creo que fue muy acertado que en su tercer día como jefa del poder ejecutivo federal, se haya determinado a hacer anuncios que son muy relevantes, como el del programa de bienestar que atiende la necesidad las mujeres indígenas y la de las mayores de 60 años.

Me gustó mucho que además haya tocado un tema que para muchos es tabú, como el de la necesidad de igualdad salarial entre hombres y mujeres, la llamada igualdad sustantiva y el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.

Y es muy acertado que todos los días haga esas expresiones a favor de la causa de las mujeres, porque en México no debemos permitir ni un caso más de feminicidio, tenemos que acabar con la violencia en razón de genero, con el acoso y la discriminación.

Las definiciones son importantes, y creo que la manifestación que ha hecho la doctora respecto a que su gobierno es feminista y que por lo tanto reivindica las luchas históricas de las mujeres por la igualdad, es un tema fundamental.

En ese contexto, la respuesta que me ofreció ante las críticas de un comediante como Rafael Inclán, es algo muy relevante, porque a la presidenta han intentado ningunearla, sosteniendo que a ella la manipula el expresidente Andrés Manuel López Obrador, y los comentarios que en su momento hizo el mencionado actor, eran en el sentido de disminuirla al rol de ama de casa, y eso tiene que ver con la visión de que las mujeres desempeñan un rol secundario, al atender al hogar, a los hijos y las necesidades del marido.

Es una visión maniquea, que pinta con mucha claridad, lo que piensan los representantes del hetero patriarcado, respecto a que el papel de la mujer, aunque salga a trabajar y se desarrolle profesionalmente, siempre será secundario y que en toda caso, esa posibilidad es una graciosa concesión, más no un derecho, porque el papel de las mujeres está en sus casas.

Claudia Sheinbaum respondió que por el contrario, las mujeres han debido enfrentar las circunstancias adversas y que a pesar de esa visión retrograda, han sabido ocupar posiciones en la política y en el sector privado, a pesar de tener también la otra responsabilidad, lo que se hace llamar la doble jornada.

Claro, Claudia Sheinbaum lo dijo con todas sus letras, ella es ama de casa, pero también mamá, abuela, científica, política profesional, la primera mujer presidenta del país y la comandanta suprema de las fuerzas armadas.

Y no solo eso, la presidenta ha destacado en prácticamente cualquier área en la que se ha desempeñado, obteniendo incluso un Premio Nobel de la Paz por su labor como científica, fue jefa de gobierno en la Ciudad de México, fundadora del partido Morena, activista en la defensa del petróleo, también en la lucha estudiantil contra la privatización de la educación universitaria.

Ha sido maestra universitaria, y por supuesto ostenta un doctorado en física, y créame, ninguno de esos logros es algo fácil de obtener, mucho menos cuando al mismo tiempo, y a imagen y semejanza de muchas madres mexicanas, debió atender a sus hijos y su hogar.

La de la presidenta es una historia que a muchos nos resulta familiar, porque de muchas maneras es la historia de nuestras madres, nuestras tías, nuestras hermanas y nuestras parejas, que han debido enfrentarse al sistema machista, a las condiciones adversas, a los obstáculos, a la injusticia.

Las mujeres en este país tienen que enfrentarse al acoso, a la poca solidaridad de otras mujeres y muchos hombres, a la ausencia de corresponsabilidad en el cuidado del hogar y de los hijos.

Yo por eso veo con mucho orgullo a la primera mujer presidenta de este país, porque la siento propia y la siento cercana, y ante todo sincera, es una mujer que logró siempre que se lo propuso llegar hasta el tope y ahora que abrió la brecha, su deseo más ferviente es que muchas otras lleguen hasta donde se lo propongan.

Al llegar yo… Llegamos todas”, es su frase de batalla y yo confío en que así sea, porque México necesita de todas sus mujeres y de sus hombres, para consolidar el presente y construir ese futuro que anhelamos.