La presidenta Claudia Sheinbaum repitió, durante la campaña y en videos colgados en sus redes durante el periodo de transición, que ella encabezaría un proyecto para que México continuase siendo el mejor país el mundo.
En realidad no hizo más que repetir las frases de su antecesor; el mismo que aseveró que México contaba con un sistema de salud mejor que el danés, así como una retahíla interminable de mentiras y medias verdades que desafortunadamente convencieron a un buen número de mexicanos.
Cómo es bien sabido, Alejandro Arcos, alcalde de Chilpancingo, fue macabramente asesinado hace unos días en la capital guerrerense. Según ha trascendido, los perpetradores del acto atroz son miembros de bandas del crimen organizado en la entidad.
El brutal asesinato del alcalde no es sino un signo inequívoco del estado de putrefacción del Estado mexicano; donde el crimen organizado reina, corrompe, asesina, envenena, extorsiona y trafica sin la menor eficacia demostrada por las autoridades públicas.
No resulta noticia para nadie que México vive bajo el yugo de los criminales. Sin embargo, debe reconocerse, el sexenio de AMLO sirvió como un espacio para una creciente proliferación de las bandas criminales.
Mediante una estrategia fallida de “abrazos no balazos”, sumado a una inútil militarización de la seguridad pública, el crimen organizado, tanto los grandes cárteles de la droga como pequeñas bandas locales como “Los Ardillos” , se han apoderado de una tercera parte del territorio nacional, según han informado fuentes internacionales.
Mediante amenazas, amedrentamientos, extorsiones y cobros de piso, los criminales han capturado a las autoridades, en detrimento de la seguridad de unas poblaciones que exigen respuestas por parte del Estado.
Actos siniestros como el ocurrido en Chilpancingo no pueden tener lugar en México. Para ello, la presidenta Sheinbaum, Omar García Harfuch, los gobernadores y las fuerzas civiles locales están obligados a poner en marcha una auténtica estrategia transversal que rescate a las poblaciones del miedo y de las atrocidades de los grupos criminales.
El recuerdo de la brutalidad acaecida en Guerrero vivirá para siempre en la memoria de los mexicanos.