“En marzo 1857, en el marco de la Revolución Industrial, las trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York salieron a la calle a protestar en masa por las duras condiciones de trabajo. Si bien es cierto que en ese momento las condiciones laborales de todos los trabajadores eran durísimas, la precariedad se cebaba especialmente con la parte femenina del sector, cuyos salarios podían llegar a ser menos de la mitad que los de los hombres solo por el hecho de ser mujeres. Las protestas terminaron con la intervención violenta de la policía contra las manifestantes, pero aquella manifestación sentó un primer precedente gracias a su gran repercusión.
 En 1907 tuvo lugar la primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Stuttgart, Alemania, liderada por Clara Zetkin, donde se fundó la Internacional Socialista de Mujeres. Uno de los primeros objetivos que perseguían era el sufragio femenino.

Para mostrar apoyo a la huelga que las trabajadoras textiles llevaron a cabo en Nueva York en 1908 –una huelga que, junto con la de 1857, pasaría a la historia–, en 1909 una organización de Mujeres Socialistas celebró en EE.UU el primer Día Internacional de la Mujer. Aunque solo tuvo seguimiento en Nueva York y Chicago, se calcula que unas 15 mil mujeres participaron en una marcha que recorrió la ciudad de Nueva York.
 En 1910, tuvo lugar el segundo encuentro Internacional Socialista de Mujeres, en Copenhague, Dinamarca. En esta ocasión, se propuso fijar un día simbólico –entorno al 8 de marzo– que sirviera para reivindicar los derechos de todas las mujeres, principalmente el derecho al voto. El siguiente año se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer el 19 de marzo en algunos países europeos como Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. 
Los grandes conflictos de una centena de años tan convulsa como el siglo XX ayudaron a afianzar el papel de la mujer, y a lo largo de las siguientes décadas muchas organizaciones de mujeres de otros países se fueron uniendo a las reivindicaciones que se llevaban a cabo durante el mes de marzo. Hasta que en 1975 la ONU reconoció el día de manera oficial.
 Es cierto que no resulta sencillo fijar un solo acontecimiento como el motivo por el que se escogió el 8 de marzo, por ello se ha de entender como una lucha en conjunto, un esfuerzo prolongado en el tiempo. Así, se entiende como cada generación ha ido heredando el deber de luchar por sus derechos y por los de las generaciones venideras.”

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Nos están matando. Diez mujeres asesinadas al día en nuestro país. Mas, aquí —eso es lo que se dice—, no pasa nada.

Nos están violentando. Cerca del 70% de las mujeres mayores de 15 años ha sufrido al menos un incidente significativo de violencia en su vida, pero todo apunta a que esta solo se seguirá incrementando (de 2016 a 2021, el índice de violencia total en contra de las mujeres se incrementó en cuatro puntos porcentuales, INEGI).

No falta quien el 8M nos festeja y nos felicita. Y se agradece. Salvo que lo que en verdad se apreciaría es que se nos reconozca y se nos respete.

Es una petición sentida, basada en la violencia que se vive. Una violencia que empieza con la palabra, luego se manifiesta en el trato y más tarde tiene otras derivaciones.

¿Cómo se sufre la violencia en México? El 51.6% de la mujeres es blanco de violencia psicológica, un 49.7% de violencia sexual, muchas veces acompañada de violencia física (34.7%), y también hay quienes sufren de violencia económica y patrimonial, un 27.4% (también INEGI, 2021).

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En México poco más del 51% de la población somos mujeres, sumamos algo así como 65.5 millones. Pero ni por eso se nos respeta, cuida o protege.

Para hacernos notar, a partir del 9 de marzo de 2020, las mujeres mexicanas llevamos a cabo un paro de actividades a nivel nacional. Un intento por hacer ver que las mujeres somos quienes movemos al mundo; que participamos en las actividades productivas igual —o más— que el hombre, pero las compensaciones —aun haciendo el mismo trabajo— son menores para nosotras.

El 9M no es un día de asueto, sino una forma de hacer visible el impacto que tienen las aportaciones de la mujer en la economía, en la sociedad toda. Bajo el lema “un día sin nosotras” y “el nueve nadie se mueve”, se hace visible lo que ya pocos ven.

Hoy, 8 de marzo, diferentes contingentes feministas marcharán en la Ciudad de México. Circulan algo así como 71 convocatorias; habrá 44 puntos de reunión y muchos de los contingentes llegarán al Zócalo capitalino.

Las causas que impulsan y abrazan estas marchas van desde los feminicidios, las miles de desaparecidas, las madres que combaten la violencia vicaria, las que impulsan la crianza feminista, las mujeres protestando contra deudores de alimentos, las antimilitaristas, las madres buscadoras y otros muchos grupos que quieren dejar constancia de que existimos.

Desafortunadamente, ahí en la Plaza Mayor, les espera un Palacio Nacional amurallado. La forma que tiene Andrés Manuel López Obrador y su gobierno de mostrar su desprecio hacia la mujer.

Adiós estancias, guarderías infantiles y refugios para mujeres que ayudaban a que las féminas pudiese trabajar (y a la vez a disminuir la violencia doméstica).

¿Donde está el feminismo de la 4T si programas como salud materna, sexual y reproductiva o apoyos para hijos de madres trabajadoras vieron disminuidos sus presupuestos para este año?

Estos resultan mucho más importantes que tener a mujeres en medio gabinete actuando de floreros. Tampoco ayuda que la mitad de las entidades federativas sean conducidas por mujeres, cuando estas no trabajan en pro de sus congéneres y sí sirven, en cambio, de tapadera de su padres o para acatar la palabra y designios de López Obrador. A eso se le llama simulación en el puesto.

¿De qué sirve que aumentó el presupuesto del Anexo 13 del PEF —”igualdad entre hombres y mujeres”— si el 60% de este se destina a programas sin términos de referencia y criterios de aplicación y evaluación estrictos como ocurre con ‘Jóvenes construyendo el futuro’ o ‘La escuela es nuestra’?

Pero en ningún sitio la actitud de agresividad de AMLO es tan obvia y clara como desde su mañanera diaria. Ahí los ataques, las burlas, las calumnias contra algunas mujeres se han dado de forma recurrente.

Muchas periodistas han sido exhibidas y acusadas de traidoras por haber señalado errores de la Cuarta Transformación.

Han habido también figuras políticas femeninas de las que el presidente se ha burlado por llorar y mostrar sus emociones.

Legisladoras a quienes el primer mandatario ningunea y niega derecho de réplica, así como constitucionalistas a quienes señala de criminales (deslindándose después de sus palabras cuando estas escalan a amenazas de muerte en las redes sociales).

Es más, hasta denuesta a una joven aprendiz de vocera de quien dice: “no sabe leer pero no miente” (cuando que, sabemos perfectamente, no sabe leer y sí miente).

Y yo me pregunto, dada la terrible situación que vivimos las mujeres en México, ¿cómo es posible que el presidente AMLO, desde la máxima palestra, moleste y hiera así a las mujeres?

No es válido agredir a la mujer, perseguirla, así sea verbalmente, desde la tribuna presidencial.

Creo que el mejor regalo que podría hacer López Obrador a las mujeres es no criticarnos, no ignorarnos, no burlarse, no calumniarnos.

Si de verdad quiere hacer de su gobierno uno feminista, que se contenga de denostar a las mujeres, así sea unos días, unas semanas, o —de preferencia— unos cuantos meses.

El mejor regalo que AMLO nos podría hacer a las mujeres mexicanas es callar; apagar sus insultos, peroratas, burlas, ofensas y mentiras en contra de cualquier de nosotras.