El periodista mexicano Epigmenio Ibarra, activista de izquierdas a ultranza, y cuyo nombre no hace mucho encabezó algunos titulares derivado de la producción del vídeo inaugural del AIFA, se lanzó hace un par de días, a través de su video columna de Milenio colgada en sus redes sociales, contra todos los legisladores que podrían eventualmente votar contra la reforma eléctrica.
Ibarra, con ese tono aleccionador que le caracteriza, llamó de antemano traidor a cualquier diputado que “entregue recursos naturales de todos los mexicanos a empresas depredadores y que dé la espalda a mayorías empobrecidas, y que convierta la luz en una mercancía”; en una clara alusión a los legisladores que votarán contra la reforma eléctrica el próximo domingo. Estas descalificaciones se insertan en el contexto de la declaración de Alejandro Moreno en torno a la negativa del PRI de sumarse al grupo de Morena para la votación de la reforma constitucional.
El problema de las descalificaciones de Ibarra contra los que se oponen a la reforma eléctrica no reside en el mensaje mismo. No se trata pues de refutar el argumento del periodista en torno a la obligación moral de los legisladores de proteger el interés común de los mexicanos y de las mayorías. Sin embargo, la moralina contenida en su mensaje evoca la idea de que cualquier legislador que vote en conciencia contra una reforma impulsada por AMLO cae irremediablemente, según pontifica Ibarra, en un acto de traición.
El lector recordará, en este contexto, que no ha sido únicamente el bloque opositor en la Cámara de Diputados quien se ha alzado públicamente contra la reforma eléctrica. Bancos como BBVA y otros analistas han asegurado que estos controversiales cambios constitucionales conllevarían la pérdida de confianza de los inversores en México, la contravención de ciertas cláusulas del T-MEC y la violación de contratos previamente suscritos con actores privados. En otras palabras, que la suscitada reforma provocaría efectos semejantes a los de la cancelación del aeropuerto de Texcoco.
Ibarra, sin miramientos hacia estos argumentos, despliega un ejercicio de propaganda desprovisto de cualquier razonamiento basado en los hechos o la evidencia, sino únicamente anclado en el afán de promover la desgastada cantaleta de la 4T y de ensalzar la figura de AMLO y su supuesta voluntad de velar por los intereses de los más desfavorecidos. Y peor aún, tilda como traidores a aquellos que, mirando hacia la evidencia, se decanten por votar contra la reforma eléctrica.
En suma, el mensaje de Ibarra encarna la moralina cuatroteísta: la descalificación moral a cualquier hombre o mujer que no suscriba sus ideas, que se oponga a la sacralización de AMLO como el salvador de México, que opte por el rechazo de alguna propuesta surgida de Palacio Nacional, o que simplemente, se oponga al proyecto del mesías tropical.