Ni en Ciudad Gótica se ofrecían espectáculos tan escalofriantes como los vividos durante las últimas dos semanas en el Metro de la Ciudad de México (CDMX).
La mañana de este lunes 4 de julio, un corto circuito en la Línea 2 paralizó Tlalpan con cientos de personas en la calle buscando formas de llegar a sus trabajos. A la distancia se filtraron fotos y videos de lo que parecía un gran incendio. No fue tan caótico y lo atendieron de inmediato, sin pérdidas humanas. Dos días antes, un incendio precedido de otro cortocircuito, supuestamente por un paraguas, nos regaló una escena de película con fuego, chispas, humo y mujeres corriendo entre videos grabados por usuarias. Fue en la Línea 9. Aquella falla dejó un vagón con media parte quemada y negra, chamuscada. Ni hablar de las inundaciones, las filtraciones en temporada de lluvias y la prueba de alto nivel que representa la estación Pantitlán.
La etapa negra del Metro comenzó con la Línea Dorada, su prisa y sus fallas. Por más que se le haya brindado ayuda a las víctimas fatales del colapso, casi todos los días pasa por las cabezas de los viajeros la posibilidad azarosa de ser los próximos. Andar en Metro ahora es deporte extremo, en algún momento, las mujeres podían viajar entaconadas si querían.
Cuando el Metro andaba de moda...
Cuando el Metro andaba de moda por la Línea 12, todo político que se hiciera respetar viajaba en Metro. Sacaba sus “selfies” y otros hasta lo presumían como transporte diario. Entre esos andaba Belaunzarán. Por 2011 y 2012, se hablaba por parte de los expertos en movilidad que México y cualquier país de primer mundo debía aspirar a que el transporte colectivo Metro fuese el más rápido y accesible, el que cierra las brechas de desigualdad, ese donde bien se pueden encontrar clase medieros, muy ricos o muy pobres. Hoy ese escenario se ve lejano.
Viajar en el Metro es sinónimo de incertidumbre y de retraso. Tiro por viaje puede suceder lo que sea: filas kilométricas, torniquetes que no sirven, bolseadas o manoseadas, retrasos en los recorridos, relojes que nada se parecen a los metros en los que los horarios están establecidos y son respetados, esos donde dice que en 7 minutos llega el próximo tren y llega en ese tiempo. Probablemente, sea cierto lo que entre líneas se sugiere por parte del equipo del gobierno capitalino: hay infiltrados, sindicalizados y beneficiados de administraciones anteriores, que quieren boicotear igual a Claudia Sheinbaum que a Marcelo Ebrard. No era Florencia Serranía, quien ya está llamada a declarar por el colapso de la Línea 12 que guarda un saldo de 26 muertos y bastantes lesionados de aquel 3 de mayo fatídico.
Un grupo de 14 víctimas y sus deudos, familiares y descendientes, hicieron la solicitud a través de Teófilo Benítez, el abogado común. La solicitud fue aprobada por el juez de control en el caso y a pesar de ser el peor accidente del Metro más grande de América latina, con ella o sin ella, las fallas siguen.
Parece que ahora, las fallas son más seguidas. Aunque menos graves, cada semana hay un incidente nuevo y con todo eso, el Metro no deja de tener incrementos directos en el presupuesto. Nadie puede alegar que se retiró presupuesto o que la austeridad mata al Metro.
El presupuesto más ineficiente de la historia
Este 2022, el Metro logró un incremento directo por encima de los 15,081 millones asignados en 2021, al alcanzar los 18,828 millones 440,719 pesos. El presupuesto se reflejó en el anuncio de cierre permanente de la Línea Rosa (la Linea 1, que pasa por San Lázaro y Candelaria, esa que fungía de resguardo cada que cierran la Cámara de Diputados}.
El aumento parece atractivo en los periódicos pero inoperante en la realidad: los tiempos de traslado se alargan, es necesario utilizar otras vías, camiones o combis; y el malestar cotidiano crece. Ese malestar no le impacta a AMLO, pues en el mismo periodo de fallas sistémicas, su aprobación ha aumentado hasta 66.72% en abril. Según Mitofsky, por allá de junio de 2021, a un mes de la tragedia, era de 58.4%. Quién sabe si la Jefa de Gobierno logre la misma suerte.
No es casualidad que Adán Augusto sea más un salvavidas forzado lanzado por el mismo presidente que un suspirante convencido. Disciplinado, alineado y altamente mimetizado con los códigos, criterios de valor y formas en que López Obrador solucionaría las cosas, parece que Adán es el RTP de los metros colapsados que tienen cara de Marcelo Ebrard y en días como hoy, de Claudia Sheinbaum.
Nadie le quitará la responsabilidad por los daños al Metro durante el sismo del 2017 no atendidos correctamente que tiene Miguel Ángel Mancera y los millones que se fueron en corrupción junto con su equipo (bajo investigación, casi todos, otros ya en la cárcel). Pero ese vagón corcholata pasó por la estación Ebrard, fue saqueado en la estación Mancera y se quemó en la estación de Claudia. Urge atender: o quedan fuera del Metro los del famoso boicot interno, o alguien con seriedad ingresa a solucionar todo lo que está mal.
Ya de plano, que prohiban el ingreso con paraguas para no provocar cortocircuitos y también que prohiban los suicidios en las vías, para no retrasar. (Es ironía, para los sensibles).
La Jefa de Gobierno está a muy buen tiempo de que no le cierren la estación Palacio Nacional - Presidencia por un corto circuito que se pudo evitar.
Frida Gómez en Twitter: @FridaFerminita