Cada mañana tras las puertas del “Jardín de Niños República de Argentina” ubicado en calle Morelos 4, colonia Tlalpan Centro, estaba al acecho un presunto pederasta. Los papás veían a sus pequeños atravesar el umbral sin la menor sospecha de que en realidad sus hijos de escasos años entraban al infierno mismo; ese que marcaría la vida de algunos, porque ahí los esperaba Daniel “N” el depravado maestro de música.
Algunos pequeños se despedían con una sonrisa, mientras que otro gritaba desesperado a su mamá que no lo dejara ahí. Fue el primero en denunciar…
El baño era el escondite del agresor, lugar en donde ocurrieron los terribles e impensables abusos. Los sanitarios no están adaptados para alumnos de preescolar; tienen escusados para adultos que están dentro de cubículos oscuros con paredes y puertas altas; pareciera que los niños son engullidos al entrar; lo hacen solos, sin supervisión y es ahí donde afirman que se aparecía el monstruo…
El “monstruo de la pared”, así lo llamaban, porque el agresor salía literal de ahí. A un costado de uno de los escusados hay una puerta que da a un espacio cerrado de forma rectangular cuyas paredes son de ladrillo, ahí se ocultaba Daniel “N”. Cuando entraba al baño uno de los niños denunciantes, el presunto pederasta lo sorprendía por la espalda y lo metía a través de esa puerta, a ese espacio frío, aislado y hermético que está detrás del muro… en unos cuantos minutos el agresor abusaba sexualmente del él de manera sádica…
El infeliz y presunto abusador Daniel “N”, el maestro de música, apagaba la luz cuando entraban los niños al baño y les decía que estaban jugando a que era un monstruo o que era Mario Bros o Bowser, mientras los manoseaba y…
La mamá de una de las víctimas le preguntó a su hijo si el maestro se quitaba la ropa, a lo que el menor contestó que sí y que además lo obligó a tocarlo a él también. Por miedo, se había salido corriendo y gritando, pero que nadie lo había ayudado ya que las maestras se encontraban platicando y no le habían hecho caso.
Otro de los niños le dijo a su mamá que el presunto pederasta Daniel “N” le había levantado la “pompa”; le contaba con su vocecita infantil, expresándose sin poder pronunciar aún la “r”. Cuando los padres acudieron con la directora Paulina “N”, esta les aseguró que no existía tal abuso, que era imaginación del niño y que tal vez la hermanita (que entonces tenía tan solo nueve años de edad), le habría mostrado algo inadecuado y que el niño lo había sacado de ahí.
Los padres solicitaron los videos de las cámaras de vigilancia; la directora del plantel tardó en mostrarlos. Al revisarlos solo se ven puertas, ventanas y maestros, nada de lo que sucede dentro de las aulas queda grabado ya que los medios muros son demasiado altos para alumnos de tan corta edad. Lo que ahí sucede nadie lo ve. Los “zapes” que les daba el presunto agresor Daniel “N” a los alumnos ahí quedaron en dichos, en la nada, y en los baños oscuros solo el eco mudo de los gritos sordos y ahogados que emitían los niños por el dolor y el terror mientras eran sometidos.
Al realizarse la investigación, los peritos encontraron fluidos en las paredes de los baños…
La denuncia de la agresión se hizo ante la Fiscalía de Investigación de Delitos Sexuales. Dos víctimas más se sumaron para hacer la acusación. Estos hechos ocurrieron entre noviembre y diciembre de 2023 y las investigaciones que al principio era rápidas se fueron haciendo lentas. Ha pasado un año y el presunto pederasta sigue libre…
El expediente contiene más de mil páginas. Es demoledor, de terror, ver en el expediente las impresiones en tinta negra las palmas pequeñitas de los niños como testigos silenciosos del brutal abuso. ¿Fueron en vano las denuncias? ¿Pasaron los niños por intensos interrogatorios y terribles revisiones físicas en balde?
Se hizo la denuncia correspondiente. Declaraciones de los niños y de los padres, una y otra vez. Exámenes psicológicos. Físicos. Preguntas y más preguntas. Siempre enfocados en las inocentes víctimas una y otra vez, mientras al imputado solo se le ordenó no salir de la Ciudad de México ni del país y que solo debía acudir a firmar.
El presunto agresor sexual Daniel “N” ya no labora en el kínder pero se presume que sigue trabajando en la Secretaría de Educación Pública. ¿O ya lo mandaron a otra escuela para que se olvide el asunto y no haya escándalo? ¿Quedará libre e impune Daniel “N”? ¿Hará lo mismo la SEP con los maestros pederastas como lo ha hecho la Iglesia católica con los curas, obispos y demás demonios escondidos bajo la sotana?
El juicio contra Daniel “N” estaba programado para el 25 de noviembre, pero el presunto agresor metió un amparo solicitando un mes de prórroga, con la finalidad de tener más elementos para comprobar su inocencia. Se presume que pagó 30 mil pesos. Al inicio la Ministerio Público que atendió a las madres de las tres víctimas, las instó a no dejar el asunto, ahora esta servidora pública ha perdido interés en el caso.
Indignante que después de 365 días todavía se le otorgue al presunto delincuente sexual tiempo para preparar su defensa. ¿Y los derechos de los niños? ¿Y su seguridad e integridad? ¡Da rabia!
¿Protege también la SEP a los pederastas? Este sujeto sigue sin ser procesado. El jardín de niños sigue en funciones… Otra directora y auxiliar, los alumnos con uniformes diferentes al ciclo escolar anterior; nueva imagen, nuevo aire y personal, ¿todo para olvidar al “monstruo de la pared”? Este engendro sigue impune.
Los abominables hechos están descritos de manera brutal en la carpeta de investigación de la Fiscalía General de la República con número de expediente FED/FEMDH/FEVIMTRA-CDMX0001251/2023. Del imputado, Daniel “N”, por protección a las víctimas sus nombres aparecen solo con sus iniciales.
También están en Fiscalía de Investigación de Delitos Sexuales, Agencia Investigadora del M.P.: 7 Unidad de Investigación FDS-7-01. Carpeta de investigación: CI-FIDS/FDS-7/UI-FDS-7-03/01574/12-2023.
La vida de estos tres niños (se presume que hay más pero no quisieron denunciar) se ha sido destrozada para siempre. La mayoría de los que sufren abuso sexual jamás encuentran todas las piezas para rehacer su autoestima porque queda rota y conforme van recordando termina haciéndose añicos.
Estos niños nunca podrán despojarse de ese terror que siempre les arrebatará el sueño, los ha despojado de todo, tal vez aún no lo entiendan bien… lo vivirán una y otra vez, es como un halo siniestro y oscuro que está adherido a su cuerpo, que a veces se apagará, pero en el momento menos esperado, volverá a encenderse traicionero para retraerlos a esa pesadilla poniéndolos de nuevo frente a ese “monstruo de la pared”.
La mamá de A., quien tiene ahora cinco años, sigue en la lucha, grita y exige justicia…
¿La Secretaría de Educación Pública hará algo al respecto? ¿O también es protectora y cómplice vil de pederastas?