Álvaro

Hace algunos meses, el especialista en medios del periódico Milenio, Álvaro Cueva, elogiaba a AMLO por comunicar mejor que nadie.

Decía el señor Cueva —cito un artículo suyo tomado al azar en internet— que:

√ En la presidencia de Andrés Manuel “vivimos una época espectacular en materia de comunicación”.

√ AMLO “todos los días da la cara, marca la agenda y lo mismo recibe elogios que insultos”.

“Esto es muy distinto a lo que viví en sexenios anteriores”.

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“Si yo, en el pasado, me hubiera atrevido a reaccionar contra el poder ejecutivo con la mitad del rencor con el que muchos reaccionan hoy contra AMLO, me hubieran ‘castigado’ a los dos minutos… jamás habíamos tenido un gobierno tan comunicativo”.

Veleidoso, como suelen serlo algunos hombres de talento —es el caso de Álvaro, sin duda—, hoy el colaborador de Milenio dice que “la Cuarta Transformación tiene muchas cosas muy malas pero la peor de todas es su comunicación”.

Álvaro Cueva tiene derecho a cambiar de opinión y a contradecirse, pero por su talento no debería caer en errores analíticos como el de hoy domingo.

Claudia

El columnista de Milenio, correctamente desde mi punto de vista, ha elogiado a Claudia Scheinbaum por la manera en que la jefa de gobierno respondió a los transportistas que recientemente generaron problemas en la Ciudad de México.

Es verdad, Sheinbaum desactivó rápidamente una crisis que pudo haber terminado en un conflicto mayor. Lo hizo, como bien dice el señor Cueva, comunicando en forma adecuada la posición de su administración.

¿Qué hizo Claudia Scheinbaum?, pregunta Álvaro Cueva. Dejo que él responda:

“Con una altísima categoría política puso a los manifestantes en su lugar a través de un discurso que merece ser estudiado de tan congruente, respetuoso y atinado”.

“Tenga usted la posición política que tenga, no había manera de escucharla y de no darle la razón”.

“Esa es la comunicación que estábamos esperando”.

“Si usted analiza con detenimiento las palabras de la señora, descubrirá que van en perfecta concordancia con la perspectiva social que ella y las izquierdas siempre han manejado”.

“Doña Claudia jamás insultó a los transportistas. Ella jamás se enojó, jamás perdió el estilo y jamás dejó de ser lo que es: la cabeza del gobierno de Ciudad de México”.

“Esto fue una cátedra de liderazgo, de manejo de crisis”.

El discurso de Sheinbaum fue atinado porque “llegó a donde tenía que llegar, porque sirvió para lo que tenía que servir y porque dejó satisfechas a las multitudes”.

√ “Este conflicto no ha terminado, pero si la comunicación de Claudia Scheinbaum sigue fluyendo como hasta ahora, ya sabemos que va a terminar bien”.

La escuela de AMLO

Estoy de acuerdo en lo que dice Álvaro Cueva acerca de cómo manejó Sheinbaum, en términos comunicacionales, la crisis de los transportistas en la Ciudad de México.

Lo que me parece un despropósito analítico es lo que el columnista de Milenio afirma de AMLO:

“¿Qué le hubiera dicho alguien como AMLO a estos grupos de transportistas? Le hubiera echado la culpa al neoliberalismo, los hubiera acusado de corruptos y hasta los hubiera insultado con ingeniosas frases de color”.

Álvaro Cueva, Milenio

Creo que el señor Cueva no conoce bien al presidente López Obrador ni se ha tomado el tiempo necesario para analizar correctamente los mensajes del tabasqueño.

Es verdad que Andrés Manuel culpa al neoliberalismo de muchos de los males nacionales; es su posición ideológica, con la que se puede estar o no de acuerdo.

También es cierto que el neoliberalismo —por lo demás, el único sistema aplicable en el mundo tal como lo conocemos—, por estar basado en la ambición de incrementar las ganancias a cualquier costo, sí ha generado toda clase de desequilibrios en todos los sectores económicos, y no es la excepción el transporte de pasajeros en la capital del país; de ahí la obligación que el Estado tiene de regularlos.

Pero los transportistas, por más que deseen aumentar sus utilidades, de ninguna manera son grandes capitalistas: se trata, más bien, de gente de clase media y aun baja que lucha por la vida prestando un servicio al pueblo de menores recursos.

AMLO puede debatir fuertemente con cualquiera, y lo hace con gusto inclusive recurriendo a las burlas, independientemente de si ello le genera conflictos con columnistas influyentes o con los potentados.

Pero el presidente de México, hay que subrayarlo, jamás va a hacer nada que lo enfrente con la gente sencilla que está lejísimos de las riquezas y del poder —y en su mayoría tal es la situación de los transportistas de la capital de nuestra nación—.

Si algo ha distinguido a Andrés Manuel es su decisión de agotar el diálogo ante los grupos sociales inconformes.

Es lo que hizo Sheinbaum: planteó una ruta de diálogo para lograr, entre transportistas y gobierno capitalino, una salida al problema, que es real y debe solucionarse.

Claudia, cuya actividad en política solo se ha dado junto a AMLO, ha aprendido del dirigente, lo que le ha valido crecer más que nadie en la llamada Cuarta Transformación.

Creo que Shienbaum, cuando lea a Álvaro Cueva, se preguntará por qué el columnista es tan injusto con AMLO, y con ella misma: le ofenderá que se le comparé tan desfavorablemente con el líder que le ha enseñado a hacer política y cuyo estilo aplica en todas las circunstancias la jefa de gobierno, aunque se le critique en ciertos sectores.

Por cierto, a Sheinbaum y a AMLO les ofenderá todavía más que el articulista de Milenio haya comparado a los transportistas con “terroristas se colocaron exactamente en los puntos en los que más podían perjudicar a la sociedad”; no se vale hacer eso, ojalá Álvaro reflexione y aprenda a comportarse.

El narcogobierno

Mucho se dice acerca del poder del narco en México. Es un problema gigantesco, sin duda. Quizá el mayor reto que enfrenta la 4T.

Si algo amenaza la estabilidad de la nación es el narcogobierno, una realidad en no pocas poblaciones de México.

Pero el narcogobierno no nació con la 4T, sino en 2006, cuando Felipe Calderón inició una absurda guerra contra las mafias narcotraficantes, lo que hizo buscando que se olvidara el fraude electoral que lo llevó a la presidencia.

El narcogobierno se consolidó en el periodo de Calderón porque este puso la estrategia de combate al narco en manos de Genaro García Luna, empleado del Cártel de Sinaloa.

En su sexenio, Enrique Peña Nieto pensó que ignorando el problema este se iba a solucionar, pero en realidad creció.

López Obrador recibió un país en el que algunas de sus regiones están dominadas por el narco, y decidió que lo único inteligente que podía hacer era cambiar la estrategia; hay que tener paciencia.

La creación de la Guardia Nacional ha sido un paso positivo para, con el tiempo, pacificar al país.

Pero lo más relevante que se ha hecho en ese sentido son los programas sociales, que ya alejan a las familias mexicanas, sobre todo las personas más jóvenes, de las mafias.

Entiendo la desesperación de mucha gente ante la violencia del narco, y desde luego resulta lógico responsabilizar al gobierno, aunque la culpa la tengan gobiernos anteriores.

Resulta comprensible, también, que la oposición pretenda construir un discurso contra la 4T con el tema del narco.

Ojalá los analistas de buena fe, cuando reflexionen sobre el problema, recuerden —y traten de explicar la razón de ello— que el estratega de Calderón contra el narco está preso en Estados Unidos acusado de haber trabajado para la mafia.

A los analistas de mala fe no les pido nada porque, por increíble que parezca, hasta defienden a García Luna. Así de generoso debió haber sido don Genaro con algunos comentaristas de prensa, radio y TV.