“Todas las historias son ficciones. Lo que importa es en qué ficción crees.”
ORSON SCOTT CARD
“- Estás demente.
- Esa palabra describe cualquier idea demasiado grande para mentes pequeñas.”
AMY ADAMS - Lois Lane JESSE EISENBERG - Lex Luthor
Todo este sexenio ha sido de no creerse. Por ello es válido, me parece, hacer un ejercicio de política ficción ahora, pero pensando en el 1 de octubre. Válido también en las postrimerías de las campañas, cuando algunas certezas se afianzan y al mismo tiempo otras incertidumbres se fortalecen.
Por cuanto a la batalla por la Presidencia se refiere, las encuestas han estado ofreciendo una constante. Sin embargo son pocos los ciudadanos que confían en sus resultados. ¿A qué obedece esta contradicción?
Total, que el 2 de junio tendrá lugar la única “encuesta” que vale, por lo que no deja de haber en estos momentos el lógico nerviosismo de no pocos actores.
El mío no es el primer ensayo de política ficción a últimas fechas. El lunes, en Puebla, Mario Alberto Mejía realizó un “ejercicio” poniendo a Claudia como vencedora, el martes lo hizo de Armenta, y no sé si hoy haga lo propio la candidata de Morena o bien algún otro contendiente de la oposición. ¿Xóchitl se atreverá a lanzar algún pronóstico?
Desde la Ciudad de México, Federico Arreola escribió también un texto donde habla de una corcholata que gana y una hidalguense que se comunica con ella aceptando su derrota…
Yo no escribo sobre lo que acontecerá este domingo, sino en octubre:
Las elecciones quedaron felizmente atrás; con más tropiezos de los que pudo sortear el INE, eso sí. Afortunadamente, el lleno en las casillas no dejó lugar para las dudas sobre la ganadora al cargo como titular del Ejecutivo federal. La perdedora finalmente concedió la victoria a la otra y el único que hizo una vergonzosa actuación —grabada por él mismo, para no perder la costumbre— fue Jorge Álvarez Máynez.
Hubo tal cantidad de ciudadanos que votaron que no se podía objetar los resultados y la diferencia fue mayor al 5%, por lo cual tampoco sería sencillo que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación aceptara una impugnación de los partidos que cobijaban a la perdedora.
La presidenta electa esbozó, ahora sí, un plan de gobierno concreto, presentó a su gabinete y se alistó el 1 de octubre en el Congreso de la Unión esperando que llegara López Obrador para que, luego de que se quitara la banda presidencial, el nuevo presidente de la Cámara de Diputados se la colocara.
¡Qué mayor honor que llevar cruzada en el pecho nuestra insignia nacional! ¡Qué enorme compromiso con México y cada uno de los ciudadanos!
Pero dio la hora y López Obrador, quien para entonces ya tenía que haber hecho acto de presencia, no apareció. ¿Y la banda? ¿Y la ceremonia? ¿Y la toma de protesta?
Supongo que la presidenta electa sopesó las posibilidades de que Andrés Manuel se hubiera quedado hablando de más en Palacio. Sonrió para ella misma; si ese sería el último capricho del macuspano para demostrar su poder, que así sea, se dijo… Podía esperarlo.
Más de una hora tarde el mandatario saliente entró al recinto legislativo seguido de un séquito de… ¿eran esos ‘siervos de la nación’? Se había solicitado respeto y unión, por lo que todos los ahí presentes cumplieron a carta cabal ese acto de responsabilidad republicana. Se pusieron de pie.
López Obrador subió los peldaños de la tribuna; como solía ocurrirle, el saco le quedaba apretado y los pantalones grandes. Se le veía ensimismado. ¿Serían los recuerdos de cuando él, en la misma tribuna, dijo aquello de lo ‘del ganso cansado’? ¿O es era la certeza de no haber cumplido a cabalidad nada de lo que prometió?
Nada más lejos. La cabecita de algodón no pensaba en lo incumplido, tampoco en los miles de muertos en su sexenio ni en cómo, de hecho, incrementó la pobreza extrema en el país.
Al anunciarse el cambio de banda presidencial, Andrés Manuel se rehusó. Tomó el micrófono del Congreso y anunció que no, que el pase de estafeta no iba a tener lugar. Que él continuaría su mandato hasta el 1º de diciembre y que no sería sino hasta ese momento que él decidiría si él se mantendría en la silla presidencial o permitía que la presidenta electa —o alguien más— comenzara a gobernar.
Hasta aquí este ejercicio de política ficción, si bien la realidad obradorista muchas veces supera lo demencial…
Giro de la Perinola
A cuatro meses de tener que dejar el poder, el presidente de la nación reafianza la lealtad a su persona de dos grupos: (1) Serán 27 mil millones de pesos (27,000,000,000) los que López Obrador le dará al SME; esto es es el equivalente al presupuesto conjunto de casi 8 AÑOS del INAI, IFT y la COFECE juntos. (2) El Ejército (Sedena) pide —según documentos registrados en Hacienda— 4 mil 76 millones de pesos para reubicar parte de su estructura administrativa y de mandos. Las obras ya están en marcha desde abril.