La política mexicana, con sus intrincadas alianzas y pactos ocultos, sigue sorprendiendo. Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el nombre de Enrique Peña Nieto (EPN) fue blanco de constantes críticas. Sin embargo, a pesar de los ataques discursivos, nunca se concretaron acciones legales en su contra. Esto ha llevado a especulaciones sobre un pacto no escrito entre ambos líderes, una estrategia de conveniencia que permitió una transición pacífica del poder y protegió al exmandatario priista.
El contraste entre Peña y otros expresidentes es evidente. Felipe Calderón y su exsecretario de seguridad, Genaro García Luna, sí fueron objeto de acciones legales, aunque estas vinieran desde el extranjero. La ausencia de medidas contra Peña Nieto, más allá de las críticas, sugiere un acuerdo cuyo precio fue la estabilidad política y, posiblemente, el respaldo en ciertos momentos clave.
La habilidad de Enrique Peña Nieto para negociar su inmunidad ha sido ampliamente comentada. El priista no solo aseguró su tranquilidad durante el mandato de López Obrador, sino que parece haber extendido esa protección hacia el sexenio de Claudia Sheinbaum. La actual presidenta, leal al proyecto de AMLO, ha mantenido una postura similar respecto a Peña: crítica, pero sin acciones legales.
Este aparente pacto no solo garantiza la estabilidad política, sino también la perpetuación de alianzas estratégicas que, aunque controversiales, han sido efectivas. Peña Nieto, conocido como “El Lord”, disfruta de una vida tranquila, lejos de los reflectores judiciales, pero cerca de los rumores políticos que insisten en su impunidad.
Lo curioso de esta historia es cómo este pacto también alcanza esferas inesperadas. Angélica Rivera, exesposa de Peña Nieto y figura emblemática de su sexenio, está de vuelta en la televisión. Lo hace de la mano de Argos, la productora de Epigmenio Ibarra, un férreo aliado de la 4T y crítico del gobierno peñista en su momento. Este giro sorprende y plantea preguntas sobre las verdaderas intenciones detrás de su retorno.
La relación entre Rivera e Ibarra podría ser vista como una extensión de aquel pacto político: un intercambio de favores, ahora en el ámbito mediático. Rivera, quien fue duramente criticada durante el sexenio de Peña, regresa con el respaldo de quienes alguna vez fueron sus detractores. Esto es más que una coincidencia; es una muestra del pragmatismo político que rige en México.
En este contexto, surgen dos preguntas: ¿qué papel jugarán Claudia Sheinbaum y Angélica Rivera en esta nueva fase del pacto? La presidenta ha demostrado disciplina política, pero también ambiciones propias que podrían modificar el equilibrio actual. Rivera, por su parte, regresa a un escenario donde el pasado y el presente se entrelazan, y su presencia podría tener implicaciones más allá de lo mediático.
El pacto entre AMLO y Peña, si bien no oficial, es un recordatorio de cómo el poder en México se negocia en las sombras. Sheinbaum y Rivera son ahora piezas clave en este tablero. El tiempo dirá si continúan el juego o rompen con la tradición.
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