Quién hubiese imaginado, especialmente por el poder político que acumuló el PRI hace décadas, que perdería la presidencia de la república en el año 2000. Eso se debe, desde luego, al populismo que supo construir Vicente Fox, uno de los expresidentes con mayores limitaciones en la historia contemporánea del presidencialismo. El punto es que, a raíz de ello, atestiguamos la debacle del Revolucionario Institucional y, de paso, vimos el florecimiento de un partido, que jamás significó un contrapeso para el todopoderoso tricolor, como lo fue el PAN. Ese panismo del que hoy aludimos, en términos más prácticos, resultó ser lo mismo que el PRI al generar las condiciones para avalar los proyectos de reforma de corte neoliberal que abrieron la puerta a la privatización. Eso generó, además de la ola de desigualdad social por la carencia y el aumento de los precios en productos básicos, índices de pobreza muy extremos.

Ni el PRI ni mucho menos el PAN, en su mayor apogeo, supieron cumplirle al pueblo de México. Qué razón tuvo el propio Andrés Manuel López Obrador en augurar la sociedad que siempre mantuvieron para saquear al país, Y como sus intereses nunca fueron respaldar las causas del pueblo, así como subieron a la cúspide, así mismo han caído en detrimento. El PRIAN, para ser más precisos, ya no son ni la sombra que fueron en las elecciones presidenciales del 2006 y 2012, más allá del espiral de inconsistencias que perpetraron en ambos fraudes electorales ante la embriaguez de conquistar el poder a toda costa. Siendo así, y con un pueblo organizado e informado por el boom de las redes sociales, no le interesó saber más de las fuerzas de la derecha que, al menos en las últimas décadas, se sirvieron del poder institucional para enriquecerse.

Por eso el descenso del PAN se debe, entre muchos factores inherentes, al hartazgo que generó entre la población civil. Por un lado, los ignoró en muchísimas ocasiones en lo que, según ellos, era inviable para poner en marcha los programas sociales. Inclusive, el propio Fox y Calderón se justificaban diciendo que ese tipo de asistencia colapsaría la economía. Y al no atender esas demandas del pueblo, la inconformidad se fue acumulando por su indiferencia y, lo peor de todo, por simular ser aliados de los sectores sociales cuando, en esa realidad tangible, fueron irresponsables en el manejo de los recursos del presupuesto nacional para rubros esenciales como educación, salud, seguridad y desarrollo.

Y si le siguiéramos describiendo elementos y componentes que han llevado al PAN a la debacle, no terminaríamos de puntualizarlos en los fragmentos de una sola columna. Son, sin ir más lejos, un completo desastre que los ha hecho perder la brújula y, lo más importante, la influencia para ser un contrapeso fuerte al dominante paso de Morena. Es más, ni siquiera el mismo Jorge Romero, que es señalado por actos de corrupción, logrará sacar del agujero en el que se encuentra el blanquiazul, pues se rodeó, ni más ni menos, de los principales arquitectos de esa degradación. Esos responsables, con nombre y apellido, son el propio Ricardo Anaya y Marko Cortés. El primero de ellos, en efecto, será el abanderado a la gubernatura de Querétaro. Siendo así, se allana el camino, con ese crecimiento que ha tenido Morena en aquella entidad, para que el lopezobradorismo le arrebate uno de los epicentros del conservadurismo.

Muchos aseguran que ese posible escenario es poco creíble, máxime porque el gobierno en turno es emanado del PAN. Quizá sí, sin embargo, cuando un pueblo y la sociedad se organizan, como aconteció en 2018, no hay poder humano que detenga la alternancia. Y no solamente será esa entidad, sino el propio territorio de Chihuahua. Eso, a la luz de todo el mundo, se ha convertido en una de las prioridades del CEN que encabeza Luisa María Alcalde. Desde luego, no será una tarea sencilla abrir las puertas al cambio en uno y otro territorio de la geografía nacional. Ya esa misma premisa sucedió en el Estado de México, y muchas otras entidades que Morena, con determinación y perfiles altamente competitivos, hizo posible el triunfo.

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Morena, lo hemos dicho con fundamentos y encuestas que ratifican esa perspectiva, ha rebasado al PAN en Querétaro. Por lo pronto, que será fundamental para asegurar la competitividad, el partido guinda, conforme a la lógica de las metodologías que han venido midiendo el pulso de la población civil, tiene que guiarse por esos datos que ha puesto de manifiesto el pueblo queretano. Ahí, con un buen nivel de rentabilidad, se ha mantenido el nombre de Santiago Nieto para encabezar la coalición Seguimos Haciendo Historia. En el fondo, claro está, la experiencia del director del Instituto de la Propiedad Industrial, para efectos inmediatos, puede doblegar sin problema la narrativa tradicional de Ricardo Anaya cuando la cancha electoral esté lista para el ejercicio electoral del 2027.

Esta, como muchas otras razones, es la concepción más poderosa para que Morena elija a quien será su representante en Querétaro, Allá, a la par de las metodologías, dicen los que saben que los aires, por mucho, favorecen a Santiago Nieto, que terminará haciendo historia para finalizar con la hegemonía del PAN. Eso, a propósito del título de nuestra columna, alude a lo que representó en algún momento el panismo y, desde luego, a lo que ha llegado a convertirse ante la nula incapacidad de no contar con un proyecto que atienda a las causas del pueblo de México.

Justamente por ello, digámoslo en términos más simples, el PAN pasó de la cúspide al ocaso. Hoy, para ser más precisos, ya no es la segunda fuerza política de México, sino la cuarta, de acuerdo con la encuesta que publicó un medio de circulación nacional.