“Cochino no come marrano.
A cada cerdo le llega su San Martín.
Por San Andrés, hay puercos gordos que vender.
Al más ruin puerco la mejor bellota.
Tratándose de puercos, todo es dinero; tratándose de dinero, todos son puercos”.
DICHOS Y REFRANES
Para algunos, héroes; para otros, villanos. Para el resto: políticos. Y no cualesquiera políticos, unos de la vieja usanza.
Por un lado, Layda Sansores; hoy gobernadora de Campeche, antes —en un principio— militante del PRI (30 años; de 1966 a 1996). Por el otro, Alejandro “Alito” Moreno, presidente del otrora partidazo y hoy pedazo de la oposición a la 4T.
A este último se le conoce cada vez más en la opinión pública por diferentes audios donde se escucha su voz; a ella por haberlos sacado a la luz.
Las filtraciones donde se escucha a “Alito” pasan desde sugerir no pagarle a sus proveedores y quejarse del presupuesto supuestamente otorgado por Cinépolis a las campañas electorales del PRI (asunto que ha sido negado por la empresa), hasta lavar dinero y evadir al fisco, así como lanzar el terrible comentario: “a los periodistas no hay que matarlos a balazos, hay que matarlos de hambre”.
Layda Sansores, además de compartir audios que todo indica reflejan lo peor del PRI conocido a través de los años, también denunció a Moreno ante la Fiscalía General de la República por enriquecimiento ilícito.
En defensa, el líder del PRI y diputado federal afirmó que recibió amenazas de parte del régimen federal para votar a favor de la reforma eléctrica del presidente. Compartió audios donde el senador por el PVEM, Manuel Velasco Coello, le hace llegar una amenaza del secretario de Gobernación Adán Augusto López. Total, el que se quejó de ser grabado, sigue las mismas cochinas prácticas.
Ante esto, la pregunta obligada es: ¿los audios difundidos por Sansores fortalecen a Moreno o lo dejan mal parado? ¿En qué posición dejan, también, a la propia gobernadora y al partido en el poder?
Si el objetivo de Morena era que la ciudadanía se preguntase si el campechano líder del PRI es el dirigente partidista que la oposición requiere o estaba esperando, estimo que definitivamente lo ha conseguido. Y es que si bien los audios fueron difundidos para tronar la alianza opositora —de eso, creo, ya no hay duda—, la realidad es que al momento no se ha probado la falsedad de los mismos (incluyendo el presentado por el propio Alejandro Moreno).
A pesar de ser posible que todo esto sea el inicio del fin de la alianza opositora como la conocemos (y es que los ciudadanos no quieren continuar votando por lo “menos peor”, empezando porque dicha opción contiene al PRI —el cual representa el 18% de la intención del voto ciudadano—), la historia de Alito y de Sansores no termina con estos audios. Yo me quedo más bien con esta otra lección: comenzando por la obtención de los audios de forma ilegal, unos y otros han exhibido la podredumbre de la política en México. Ningún actor se salva.
En ese sentido, quizá esto sea el comienzo de una evolución que exija que los malos políticos se vayan a casa y den paso a políticos que no están esperando venderse, cobrar o amenazar.
Ojalá ese sea —si bien no conscientemente— el ominoso papel de Alejandro Moreno y de Layda Sansores: comenzar a enterrar a toda una clase política que, sin importar colores y filiaciones, no sirve para nada.
En mi opinión, solo así habrá valido la pena todo este triste espectáculo que los políticos nos han montado y que nada, absolutamente nada, tiene de agradable ni de provechoso para alguna de las partes.