La sociedad cuenta con tres recursos para influir en el poder político, ya sea el gobierno o el Congreso: el voto, la economía y la opinión pública. Esta forma de control social funciona de manera imperfecta y, en el caso de México dos de esas herramientas (la opinión pública y el voto) son casi inexistentes; la economía es un mecanismo limitado. En Estados Unidos, en cambio, se confía en que eventualmente la sociedad logrará contener la amenaza autoritaria implícita en Donald Trump y su movimiento. 

Hay que señalar que el Poder Judicial en todas partes está exento de esta forma de evaluación, precisamente porque la premisa de la justicia es su autonomía; eso ha dejado de ser verdad para México a partir de la absurda reforma judicial de López Obrador; una tontería mayor que los juzgadores pasen la prueba del voto popular y todavía más que se presuma como virtud, la mejor prueba es la calidad de los funcionarios electos.

Lo que está ocurriendo en EU guarda similitudes con el estilo de gobierno de López Obrador: concentración del poder en la presidencia, sometimiento a su voluntad de la coalición gobernante, desprecio por la legalidad, ataques a la libertad de expresión, presión sobre el poder judicial y cambios en las reglas electorales. Destaca la cercanía del presidente con grandes empresarios y la militarización. El populismo de Trump y AMLO se asemeja. Actúan como si pudieran definir la realidad económica a su antojo, sin aceptar límites. Pretenden imponer el poder del Estado para modificar el estado de cosas, particularmente los equilibrios propios del régimen democrático.

En México sorprende la debilidad de la sociedad frente al autoritarismo. En EU hay una resistencia visible desde distintos sectores. Los mercados, por ejemplo, han rechazado varias decisiones de Trump. Incluso, ante el temor del rechazo por los efectos inflacionarios de sus políticas, según el Wall Street Journal, llegó a pedir a las empresas automotrices que no subieran precios, algo imposible sin subsidios. Trump desmintió la versión, pero el medio se sostiene por la solidez de sus fuentes. Un caso más de ocultamiento e hipocresía.

En México, el comportamiento de la Bolsa no refleja lo que realmente pasa con la inversión. Un indicador más útil es el tipo de cambio, aunque tampoco es perfecto. Por ejemplo, las remesas siguen llegando en grandes cantidades, pero provienen de migrantes indocumentados o del crimen organizado. A pesar del anuncio de nuevos aranceles, el peso no se ha devaluado como algunos predecían. Aun así, falta ver qué sucederá cuando se confirmen los detalles de los aranceles, previstos para anunciarse mañana 2 de abril.

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En EU la opinión pública ha cambiado: Trump ha perdido apoyo. Al inicio de su gobierno tenía una aprobación de 6.2%, ahora está en -1.4%, y sigue cayendo. En contraste, en México la presidenta Claudia Sheinbaum mantiene altos niveles de aprobación, a pesar de polémicas decisiones, malos resultados y escándalos como la impunidad de gobernadores y exgobernadores como Cuauhtémoc Blanco. Incluso entregó 29 reos mexicanos fuera del proceso legal de extradición, permitiendo sean juzgados sin garantías legales ni derechos humanos. Aunque el espionaje del vecino en México existe desde años atrás, hoy tiene el aval del gobierno, bajo el discutible argumento de la colaboración y cooperación para combatir al crimen.

El debate público es clave para formar consenso social. En EU, aunque muchos medios apoyan al gobierno y los grandes empresarios controlan buena parte del ecosistema digital, aún existe debate y la información circula con libertad. La libertad en muchos frentes resiste a pesar de retrocesos importantes o de la crisis en la oposición demócrata.

En México, la situación es diferente. La libertad de expresión ha sido golpeada. Muchos medios callan por temor o por interés. La crítica al poder se reduce cada vez más, en parte por la autocensura. El gobierno invierte sin rubor alguno en campañas digitales no para informar, sino para atacar a periodistas críticos. México es uno de los países más peligrosos para el periodismo, aun así, el gobierno descalifica públicamente a medios, reporteros y columnistas. La oposición formal se ha vuelto testimonial. Con el relevo en la presidencia cambian las formas, no el fondo.

La falta de un verdadero escrutinio ciudadano ha abierto las puertas al autoritarismo. En muchos casos, con indiferencia y con aplausos del público. La cuestión es si esto continuará en el supuesto de una crisis mayor en las finanzas públicas.