La Cámara de Diputados aprobó ayer en la madrugada, con 261 votos a favor y 216 en contra, el llamado Plan B, es decir, la iniciativa de AMLO para modificar el sistema electoral en nuestro país.

Gracias a la ausencia de una mayoría calificada en el Congreso, el presidente no se ha salido con la suya de hacer desaparecer al INE y sustituirlo por una institución a modo que estuviese, en los hechos, sujeta a los vaivenes de la política y a la voluntad del jefe del Estado y del partido oficial. ¡Enhorabuena!

La reforma, misma que ha sido ya enviada al Senado, conlleva modificaciones a la Ley General de Comunicación Social y a la Ley de Responsabilidades Administrativas en materia electoral. En el momento de la redacción de estas líneas no se conoce aún cual será el resultado de las discusiones parlamentarias en la Cámara Alta.

En palabras de AMLO, con la aprobación del plan B se ahorrarán 3 mil 500 millones de pesos, ya que se eliminaría -según dijo- la duplicidad de funciones dentro del Instituto Nacional Electoral.

Según se sabe, el Plan B, mismo que sería aprobado fácilmente debido a la mayoría absoluta (no calificada) de Morena y sus aliados, plantea hacer algunas reformas al INE y al sistema, entre las que se encuentra la reducción salarial de los consejeros, asuntos relacionados con el financiamiento de los partidos, la eliminación de la figura del magistrado presidente del Tribunal Electoral, la desaparición de los fideicomisos del INE, entre otros, y en suma, la modificación de asuntos relacionados con la operación y financiamiento de las autoridades electorales.

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En otras palabras, AMLO se ha quedado corto. Parece, en este contexto, que la marcha del 13 de noviembre rindió frutos en su objetivo de presionar a los legisladores para que se opusiesen en el Legislativo a cualquier reforma constitucional cuyo objetivo fuese dar muerte al INE. Ahora el debilitado presidente deberá contentarse con algunos cambios que si bien afectarán el funcionamiento del INE, no serán suficientes para capturar a la autoridad electoral, y con ello, asegurar el triunfo de Morena en 2024.

No hay duda de que la votación fast track que tuvo lugar ayer en la Cámara de Diputados no responde a una necesidad de los mexicanos, sino a un capricho de AMLO de implementar cambios que le permitan “cacarear” durante días que su gobierno combate el “elitismo” del INE y a los “conservadores” reaccionarios. A reserva de conocer posibles modificaciones en el Senado al proyecto de reforma aprobado por la Cámara Baja, no es probable que Morena conseguirá las reformas legales que aseguren, fuera de los cauces democráticos, su triunfo en los próximos comicios. Esto es sin duda una buena noticia para la democracia mexicana. Veremos.