No hay ninguna duda que -la Suprema Corte de Justicia de la Nación- se ha convertido, más que en un contrapeso del Poder Legislativo, en un mecanismo punitivo. Independientemente de la división de poderes de la que siempre hemos hecho énfasis, parece que hay un conflicto de intereses entre magistrados y magistradas. De hecho, con esta decisión que tomó hace poco, en relación con la primera parte del Plan B en materia electoral, se constató que, más allá de actuar conforme a la legalidad de la constitución, los jueces tienen una clara animadversión por el mandatario federal. Ese choque, en aras de fortalecer la democracia, no ayuda en nada porque el Poder Judicial está polarizando.

Eso se notó cuando invalidaron el proyectó al extralimitarse en sus funciones. La determinación legislativa que se tomó -en mayoría del pleno del Senado de la República- tiene que ser respetada. Es verdad, el Poder Judicial pondera si hay viabilidad, sin embargo, no pueden valerse de su facultad para perpetrar cada que se les antoje un revés a la democracia y la pluralidad solo por mostrar su desprecio al propio gobierno.

Siendo de esa forma, podrá llegar el momento que no tenga sentido una división de poderes que, se supone, tiene que ser respetada a sabiendas de que, hoy en día, hay magistrados y magistradas con una punitiva postura que están dando la espalda a propio pueblo de México que, mediante el voto popular, eligió a senadores y diputados. De hecho, es obvio que existe una fuerte presión de la oposición a través de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. De otra forma no me explico tantos golpes para intentar desestabilizar la gobernabilidad.

Ese mismo odio que sale de la boca de la oposición al gobierno que encabeza el presidente López Obrador, parece también fluir en silencio de parte de magistrados y magistradas. Sin embargo, el pueblo tendrá el poder político de organizarse y, con su voluntad, ganar las elecciones federales del 2024. El Plan C es, ni más ni menos, cerrar filas con el presidente y el proyecto que abandera. Hay mucho en juego y, de esa situación, dependerá el futuro del territorio nacional.

No tengo duda que Morena, si hay unidad, ganará la elección del 2024 y, con ese mismo efecto, obtendrá mayoría en ambas cámaras para poder seguir profundizando los cambios en aras de fortalecer la democracia.

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Esto puede concluir en grandes cambios constitucionales, como una inminente reforma al Poder Judicial, no solo por el sesgo extralimitado que han demostrado, sino por el uso irracional del recurso que perciben. En ese sentido, sus beneficios son el más claro ejemplo de las excentricidades que, hace unos años, gozaba el PRI y el PAN desde el poder institucional. Lo peor de todo es que, de manera descarada, se llenaron a mansalva de lujos y buenos gustos.

A raíz de ello, creemos firmemente en que habrá un fenómeno similar al del 2018, donde Morena, en aquella ocasión, arrolló a la oposición. Y, con una estructura aglutinada, el presidente enseñó músculo desde Palacio Nacional con sus figuras de mayor peso político. En aras de construir esa unidad, el mismo mandatario federal lanzó un mensaje contundente a la oposición: la doblegará como lo hizo en aquel histórico momento, a pesar de lo difícil que es digerirlo para la oposición, y esa elite periodística que vivió las mieles del poder valiéndose de las bondades de los gobiernos del PRI y PAN.

La oposición está extraviada y encaminada a perder la elección, primero, en el Estado de México y, después, el proceso electoral del 2024. De hecho, el contrapeso ha sido incapaz de generar una expectativa positiva porque prácticamente todo está en su contra. Es decir, no tienen un actor de peso que empiece a ser la diferencia, o en su defecto, que sea la figura de contrapeso para imponerse en los temas dominantes de la agenda pública.

Además de ello, siguen sin tolerar el estigma de la escalada de corrupción que tuvieron los gobiernos neoliberales y el espiral de fracasos que los hizo caer en detrimento. Por ello, la oposición está contra las cuerdas y, el Plan C del presidente, será un tsunami similar al del 2018, con un partido de Morena fuerte, unido y vigoroso, bajo el liderazgo de López Obrador.

Es por ello que la oposición lucha por la sobrevivencia política, pero, ni juntos, podrán hacer frente al dominante paso de Morena que, sin lugar a dudas, ganará la elección presidencial del 2024.