Irreverente

Panamá.-

Les platico:

Su segunda lengua es el castellano. Su primera, el Guna Yala.

No son muchos pero los gunas son dueños de uno de los archipiélagos más bellos del continente americano: las 365 islas de San Blas, que son frontera entre Panamá y Colombia.

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Para llegar a cualquiera de ellas hay que moverse desde la ciudad de Panamá en un vehículo 4x4, pues el último tramo de la carretera que conduce a los embarcaderos es sinuoso, angosto y empinado.

Aunque está dentro del territorio panameño, todos los visitantes debemos mostrar nuestros pasaportes para que se nos permita entrar a las tierras de los gunas.

Su máxima autoridad es el Shaila, un cacique para cada región de este pueblo originario de Centroamérica.

Las molas

Dejo para otra ocasión mi relato de una de las muchas veces que hemos pasado semanas enteras en San Blas, la comunidad con autoridad autónoma de los gunas yala que convive con el gobierno establecido de Panamá.

La irreverente de mi Gaby fue seducida como sucede con muchas personas, por el arte de las molas.

Son verdaderas obras de arte que las mujeres bordan sobre lienzos de una tela a la que llaman poplin.

Luego los cosen en bolsas de una especie de yute color café claro.

Usan hilos multicolores de poliéster y agujas número 12.

Se llaman molas cuando ya están terminadas pero antes y durante el proceso reciben el nombre de moras.

Los diseños son dibujados con precisión milimétrica utilizando tijeras.

Cada bolsa como las que ilustran este artículo les lleva hacerla un día.

Habitantes de la comunidad Guna Yala Panamá

La historia de Martina y Braulio

Solo las mujeres hacen estas bellas artesanías.

Las llevan a vender a varios puntos de la ciudad y principalmente al Casco Viejo, pletórico de turistas.

Braulio fue el único guna hombre que vimos acompañando a varias mujeres en su vendimia de molas en la minúscula plaza Carlos V, en pleno Casco Viejo.

Una de esas mujeres es Martina su esposa y cuando me acerqué para platicar con él me saludó en español y en seguida en perfecto inglés, su tercera lengua.

Su nombre completo es Braulio Henry Tapia, tiene 66 años y con Martina tiene una hija y cinco nietos.

Le costeó estudios profesionales de turismo a su hija y sus cinco nietos van por el mismo camino.

En los años 80 emigró a Estados Unidos sin hablar una gota de inglés y llegó a ser conserje de un College en Orange County, California, durante diez años.

En sus tiempos libres estudiaba inglés y llegó a dominarlo.

Legalizó su situación migratoria por su propia cuenta, sin ayuda de abogados.

No conforme con eso, se inscribió en una escuela de la Marina y perfeccionó sus habilidades en la construcción de veleros.

Ahí fue contratado por un norteamericano, Roy Wayman, quien le encargó la re construcción de un viejo y destartalado velero.

El primero y único viaje que emprendieron fue a San Blas, donde Roy vendió a muy buen precio la nave y se quedó a vivir en Panamá.

Braulio también se quedó en su comunidad Guna Yala.

A los 21 años se casó con Martina, formó una familia y debido a sus logros en Estados Unidos, fue propuesto para ser uno de los Shailas.

Pero no aceptó porque “es un trabajo que aleja mucho de la familia y yo quería estar cerca de Martina, de mi hija y luego de mis nietos”.

La alegría con que me contó su vida es contagiosa.

Además, abraza con mucha facilidad.

Es que los gunas hombres tienen fama de ser muy enamorados y Braulio hace honor a su raza, pero confiesa que se porta bien, aunque termina la frase con una sonrisa pícara.

Martina atestigua la escena y también se sonríe, aunque la suya es una sonrisa levemente diferente…

Arte de la comunidad Guna Yala

CAJÓN DEL SASTRE DE PANAMÁ

“El aspiracionismo es connatural al ser humano, en consecuencia, es altamente censurable satanizar dicha tendencia y más cuando quien lo hace es presidente de un país”, remata la irreverente de mi Gaby, preparando su vendimia, porque resulta que le compró a Martina tantas molas que Copa nos cobró exceso de equipaje.

PD. Para mi amigo Salvador Borrego, por una generación en retirada.

Plácido Garza en la comunidad Guna Yala