Rayuela, de La Jornada, ha dicho una gran verdad: “Mientras los jueces sigan siendo los mismos, habrá que mandar a los criminales adonde no los alcance la impunidad”.

Con excepciones —en la SCJN dos ministras y dos ministros, y también algunas, no muchas, personas juzgadoras en otros tribunales locales y federales—, lo cierto es que está podrido el sistema de justicia en México. Cambiará pronto, esperemos que para bien.

Tal descomposición resulta particularmente notable en el asunto de las extradiciones a Estados Unidos, de ayer jueves, de 29 capos de la droga. Veamos.

Lo que se dice. El poder judicial actual, según sus integrantes por supuesto —y según buena parte de la comentocracia—, ha mantenido vigente en México el más ejemplar Estado de derecho. ¿En serio?

Ese poder judicial tan maravilloso permitió que la extradición del Z40 se prolongara ¡¡¡durante 8 años!!!, “lo más ridículo y desproporcionado que ustedes se pueden imaginar”, como dijo el fiscal general Alejandro Gertz Manero en una conferencia de prensa mañanera de la presidenta Claudia Sheinbaum.

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El argumento que ha evitado la extradición de un “criminal infamemente brutal” —así se refiere The New York Times al señor Miguel Ángel Treviño Morales— es que él… pues no es él: que es otro. Sus abogados —uno de ellos también trabaja para Ismael El Mayo Zambada— habían usado ante los jueces, y estos las habían aceptado, “las excusas más absurdas”, como explicó el fiscal Gertz.

Ese Estado de derecho anterior a la 4T, que tanto defiende la derecha mexicana, liberó en agosto de 2013 por meros tecnicismos al narcotraficante Rafael Caro Quintero.

El gobierno, presionado por Estados Unidos, tuvo que intentar arrestarlo de nuevo, y lo hizo, 9 años después: a Caro Quintero se le detuvo por segunda ocasión el 15 de julio de 2022.

Ayer, en El Financiero, Raymundo Riva Palacio contaba la historia tal como se la imaginó: el expresidente Andrés Manuel López Obrador no quiso extraditar a Caro Quintero porque lo convencieron los integrantes de “su equipo de ideólogos, un grupo de aventureros radicales e ignorantes encabezados por el monero de La Jornada Rafael Barajas, El Fisgón”. Inaceptable que un periodista de escaso nivel ético como Riva Palacio critique con tanta vulgaridad a un intelectual honesto como El Fisgón.

En su versión acerca de la imposible extradición de Caro Quintero, Riva Palacio recurrió a la calumnia: que “Caro Quintero inyectó dinero a las campañas de Morena”. Desde luego, no lo demostró ni intentó hacerlo. Cuando el columnismo mexicano inventa situaciones, son ciertas porque el periodista lo dice, y solo por eso.

Así las cosas, ayer Riva Palacio aseguraba que “Caro Quintero, mientras tanto, sigue blindado en México”. La imaginación del columnista de El Financiero no le dio para intuir que, mientras redactaba su fábula, en la vida real el gobierno mexicano había decidido extraditar a ese capo y a otros 28, entre los que se encuentra el Z40.

Avergonzado porque rápidamente se descubrió que sus mentiras no eran verdad, hoy Riva Palacio mejor tocó otro tema.

Ya se verá si los extraditados —y otros narcos detenidos en Estados Unidos— informan ante jueces y fiscales del vecino país cuáles han sido sus relaciones con el poder político mexicano, durante los sexenios de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador y lo que va del actual periodo presidencial de Claudia Sheinbaum Pardo.

Quienes tengan razones para pensar que corren el riesgo de ser acusados de complicidad con el crimen organizado cuestionarán, como Calderón, al sistema de testigos protegidos de Estados Unidos. Quienes tengan la conciencia tranquila, como Sheinbaum, seguirán colaborando para que en aquella nación se haga lo que se tenga que hacer… como se dice en estas ocasiones, caiga quien caiga.

Claudia está limpia y sabe que su antecesor, Andrés Manuel, está limpio. Quién sabe qué tan sucios están los otros gobernantes que ha tenido México.