Aquel policía de AMLO

Lo que sea de cada quien, Marcelo Ebrard fue un eficaz jefe de la policía del Distrito Federal cuando este territorio lo gobernaba Andrés Manuel López Obrador.

Por su buen trabajo en esa responsabilidad, Ebrard mereció ser candidato a la jefatura de gobierno capitalina en las elecciones de 2006.

Desde entonces, Marcelo seguramente mantiene una organización para su servicio personal, de naturaleza policiaca pero con fines políticos, que le debe haber permitido no caer ante los ataques de sus enemigos —sobre todo los que le lanzó Miguel Ángel Mancera a propósito de la Línea 12 del metro—, y también para haber resucitado como una figura central de la 4T al lado del presidente López Obrador.

El policía de Claudia

Hoy leo en Bajo Reserva, columna de El Universal, que Claudia Sheinbaum, en su informe de ayer, destapó como su sucesor en el gobierno de la CDMX al actual jefe de la policía capitalina, Omar García Harfuch.

De tal forma interpretaron los editores del diario propiedad de Juan Francisco Ealy Ortiz las palabras de Claudia dirigidas a su secretario de Seguridad Ciudadana —de “amplio reconocimiento al trabajo” de Harfuch—, así como el hecho de haberlo “sentado junto a ella, a su izquierda”.

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Creo que la cosa no va por ahí. Más bien, especulo, Claudia está consciente de la importancia de la policía para gobernar adecuadamente y busca convencer a la ciudadanía de que hay avances.

El origen de la expresión policía lo explica todo. Cito enseguida a etimologias.dechile.net:

  • La palabra policía viene del latín politīa, y este del gr. πολιτεία.
  • En griego antiguo πολιτεία significa: derecho de ciudadanía, relación de los ciudadanos con el Estado, administración del Estado, constitución de un Estado…
  • En la Grecia antigua se desarrolló un sistema de control social para sancionar las infracciones cometidas contra las leyes establecidas.
  • Aristóteles en su Política dice: “Ante todo, un Estado no puede existir, sin ciertas magistraturas que le son indispensables, puesto que no podría ser bien gobernado sin magistraturas que garanticen el buen orden y la tranquilidad”.

Policía y control político

Pero, desde hace bastante tiempo, la policía no solo sirve para mantener el orden y la tranquilidad en una ciudad, sino también como instrumento de control político.

La policía moderna nació en Francia y tuvo como uno de sus jefes al poderoso Joseph Fouché, quien en su momento la utilizó para apropiarse de los hilos que movían la política, que llegó a dominar por completo, actuando bajo las sombras, en un periodo de la historia francesa particularmente turbulento.

Iósif Stalin acumuló tanto poder porque Lavrenti Beria diseñó y operó la que quizá sea la policía secreta más eficiente —y temible— de la historia, el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, conocido como NKVD y después como KGB.

Toda proporción guardada, Ebrard fue no solo un policía entregado a intentar garantizar la seguridad de los y las habitantes del Distrito Federal —que era lo que le interesaba a AMLO en su periodo de jefe de gobierno capitalino—, sino también, al mismo tiempo, operó para convertirse en un Fouché combinado con Beria. Más o menos lo logró.

El presidente López Obrador entendió lo anterior, así que, cuando en 2018 lo invitó de nuevo a su equipo, de ninguna manera pensó en Marcelo para crear la nueva policía nacional que México necesitaba: no iba a entregarle a alguien tan ambicioso el poder de saberlo todo y, por lo tanto, de controlarlo todo.

La nueva policía

AMLO decidió que su policía la construyera un funcionario público tan experimentado como Ebrard, pero con menos ambiciones y mucho menos integrante que el actual canciller, Alfonso Durazo, quien corrió el riesgo de acabar con la vieja y corrupta Policía Federal para crear, desde cero, la Guardia Nacional, que empieza a ser eficaz después de un periodo de construcción y consolidación particularmente complejo.

Con Durazo ya en otra responsabilidad política —gobernador de Sonora—, Andrés Manuel puso a administrar su policía nacional a una mujer, operadora competente, que destaca por todo, excepto por sus ambiciones desmedidas, Rosa Icela Rodríguez.

Claudia Sheinbaum tiene a quien quizá sea el mejor jefe de policía de México, Omar García Harfuch, pero este, ni hablar, no es político ni me parece que pretenda serlo. Así que en su informe Claudia no lo destapó. Creo que, más bien, lo exhibió como parte de su oferta actual y futura como gobernante y, al mismo tiempo, como un disuasor.

Fair play rumbo al 2024

Tuvo Harfuch tanta relevancia en el informe de la jefa de gobierno simple y sencillamente para disuadir —así lo pienso—, vale decir, para desalentar conductas políticas impropias. Una advertencia para que, si alguien tiene ganas de jugar sucio en la sucesión presidencial, se abstenga.

Y es que si bien García Harfuch no realiza investigaciones políticas, sin mayores problemas —y sin descuidar su trabajo— podría realizarlas.

Si entre quienes aspiran a la candidatura de 2024 hay un Fouché o un Beria —o varios: Ricardo Monreal tiene lo suyo— más vale mantenerlos dentro de los límites del fair play electoral, cuyas reglas define AMLO y deben respetarse.

Por cierto, solo otra persona podría hacer lo mismo que Harfuch en caso de necesidad, Rosa Icela, quien también participa en el equipo de apoyos políticos y personales de Claudia.

La jefa de gobierno conocía estas cosas por sus lecturas de historia, no por su trabajo: la ocupación de ella ha sido la ciencia y la academia, pero ya metida en temas políticos tan riesgosos, debe jugar con los instrumentos que tiene para que no la aplasten.

Así las cosas, Claudia tiene con qué empatar a los grandes, muy hábiles maniobreros del gabinete de AMLO, los más que inquietos, traviesos y afanosos Monreal y Ebrard, hoy seguramente molestos porque Dante Delgado ya dijo que no los quiere en Movimiento Ciudadano… y, ya se sabe, en el PAN tampoco se les aprecia. Han acumulado demasiados instrumentos de control político, y ello asusta.

Federico Arreola en Twitter: @FedericoArreola