Hay mucha especulación en torno a si el Presidente de Mexico, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), asistirá a la Cumbre de las Américas que se celebrará del 6 al 10 de junio en la ciudad de Los Ángeles, California, en Estados Unidos. La idea es juntar, por novena vez en la historia del continente, a los principales líderes de la región.
El gobierno de Estados Unidos por conducto del Presidente Joe Biden también pensaba refrendar su liderazgo continental en la reunión y, desde luego, tener lo que se denomina “photo ops” con los presidentes de varios países latinoamericanos para impulsar a favor de los demócratas algunos votos adicionales de la comunidad hispana en ese país.
Pero se le cruzó López Obrador y no sólo ha puesto en duda su asistencia a la Cumbre, sino que también se le ve que ha operado, según reveló el Presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, para darle valor a otros a hacer exigencias o de plano a no ir.
En Estados Unidos están preocupados por las dudas de varios países en asistir: Guatemala, Honduras, Bolivia y México, principalmente. Iniciar una conferencia medio vacía hace que los anfitriones pierdan fuerza en toda la región, justo cuando lo que se quería era proyectar fuerza en el contexto de que en Estados Unidos tienen serios problemas con Rusia en Europa (están en una guerra indirecta en Ucrania) y también con China en Asia (al, por primera vez Biden, romper la llamada “ambigüedad estratégica” y declarar que su país iría a la guerra para defender a Taiwán).
Así, Estados Unidos quería, como ha sido desde la doctrina Monroe hace 150 años, que América fuera para los americanos, pero varios dirigentes, empezando por nuestro Presidente, han iniciado una especie de guerra de guerrillas en su contra. Las consecuencias pueden ser muy delicadas, pero parece estar confiado que el gobierno de nuestro vecino del norte no hará nada, quizá pensando que los frentes abiertos en Europa y Asia, más el complejo problema de la migración ilegal hacia Estados Unidos harán una contención.
Puede que tenga razón, pero también puede que esté leyendo mal a los americanos. Nadie pensaba que Biden unificara a toda Europa y la OTAN contra Rusia y lo logró. Tampoco pensaban que defendería a Taiwán ni que Japón aumentaría drásticamente su presupuesto para armamento, pero lo hizo y lo logró en cada caso.
Sencillamente, pensar que Estados Unidos, teniendo tantas opciones disponibles (imposición de aranceles, freno de remesas, paneles arbitrales, demandas internacionales, restricciones a la inversión especulativa, inspecciones en materia aérea, etc.), no reaccionará, parece más una peligrosa apuesta que una jugada estratégica. Digo, si quería “distanciarse” de ellos, ¿para qué avaló y sus legisladores ratificaron el nuevo T-MEC con Estados Unidos a finales del 2018?
Aun así, en Estados Unidos están jugando -hasta ahora- diplomáticamente: han invitado a la esposa de nuestro Presidente a la Casa Blanca, han flexibilizado restricciones económicas para con Cuba y Venezuela y, sobre todo, su Embajador en México, Ken Salazar, cada semana visita Palacio Nacional para tratar de acercar posiciones.
En Palacio Nacional ya se tomó la decisión sobre la Cumbre de las Américas
Pero no importa toda la diplomacia que en Estados Unidos hagan, en Palacio Nacional ya se tomó la decisión de no ir a la Cumbre. Las señales son obvias desde que puso como condicionante el que se invitara a los presidentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, los cuales no forman parte del sistema de la Organización de los Estados Americanos. El símil es como cuando dijo que consultaría la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco y nadie lo creyó… hasta que sucedió. Otro detalle se dio en la mañanera de ayer, cuando dio a entender que los americanos no sabían en qué continente estaban al llamar a una Cumbre sin todos los presidentes de la región. En esas bromas, López Obrador siempre hace notar sus intenciones.
El Presidente piensa que les has tomado el pulso a los demócratas y que habrá pocas o nulas consecuencias del gobierno de aquél país. Quizá sea esa la impresión que tiene al hablar con el Embajador Salazar, quien, por cierto, en los hechos quedará anulado cuando se confirme que López Obrador no irá a la Cumbre.
Así las cosas. Parece evidente que México no asistirá a la Cumbre con la representación del jefe del Ejecutivo Federal. La duda será si habrá consecuencias por ello y si, además, esto hará que López Obrador entre en las narrativas históricas que tanto le gusta contar.
Muchas razones se podrían argumentar para no ir a cualquier Cumbre, incluida la de las Américas, pero usar de argumento que se quiere llevar a la mesa a tres dictadores que han oprimido y empobrecido a sus respectivos pueblos, es un despropósito. Ojalá México nunca se parezca, en nada, a lo que hoy existe en Venezuela, Cuba y Nicaragua. Es una pena defender a tres regímenes antidemocráticos y fracasados.