La senadora Citlalli Hernández, en su columna PRI ¡nunca más! publicada ayer en Excélsior, expone las razones por las cuales, según ella, los mexicanos no deben jamás volver a depositar su confianza en los partidos de siempre, es decir, el PRI y el PAN.
Las consignas de ¡El PRI nunca más! o ¡Con el PRI ni a la esquina! parecen haber inundado las redes sociales, las columnas y los medios de comunicación. De ellas se hicieron eco los miembros de Movimiento Ciudadano, en un intento de descarrillar al PRI rumbo a las elecciones del Estado de México, haciéndole a su paso un gordo favor a Morena y su camarilla.
Si bien es verdad que el Revolucionario Institucional, a lo largo de su historia, ha ido sufriendo una degradación progresiva en términos de credibilidad (derivado, entre otros factores, de los escándalos de corrupción cometidos por algunos miembros conspicuos del partido) la alternativa que Morena ofrece es el PRI de antaño con esteroides.
Los políticos morenistas se jactan de ser honestos e incorruptibles. Desde su ascenso, no han cejado en su empeño de buscar alzarse con un halo de calidad moral superior a la de sus adversarios. Poco en realidad han importado las polémicas en torno a Manuel Bartlett, Irma Eréndira o los diezmos de Delfina. Morena, cuyo lema central gira alrededor del sacrosanto AMLO, ha sido capaz de penetrar en el imaginario de sus votantes como un partido que, a diferencia de los otros, es impoluto.
Nada más lejano de la verdad. Por el contrario, Morena se ha dado a la tarea de reproducir las peores prácticas priistas de antaño. AMLO ha ejercido el híper presidencialismo característico de los gobiernos priistas previos a la transición de 2000, ha manipulado la Constitución, ha ejercido sin escrúpulos sus mayorías en el Congreso violando a su paso el derecho parlamentario y ha hecho uso de las prácticas meta constitucionales (como bien llamó Jorge Carpizo al método por el cual el presidente de la República manipulaba, en tanto que cabeza del PRI, todas las candidaturas a cargos de elección popular, y por tanto, sus decisiones una vez instalados en el cargo)
Sin embargo, los de Morena han ido más lejos, pues no les ha bastado reproducir las peores tácticas autoritarias del PRI, sino que también se han convertido en un partido golpista que busca desmantelar a las instituciones del Estado mexicano bajo el halo del carisma de un solo hombre, exaltando su personalidad y honestidad personal.
Por tanto, si bien el PRI ha venido sufriendo una degradación institucional, Morena, con genes priistas, ha hecho renacer al peor partido de la historia, aderezado con un toque de populismo autoritario. ¿El PRI nunca más? ¿A cambio de Morena? No, gracias.