Los tiempos, luego del triunfo histórico de Andrés Manuel López Obrador, han cambiado sustancialmente. A nuestro juicio, sobre todo por la democratización de los medios de comunicación, se acabó esa enajenación o la línea que se bajaba desde el gobierno para tomar decisiones. Eso, a la par de los fraudes electorales que fueron muy cuestionados en dos elecciones presidenciales, todavía marcaba el sello particular del conservadurismo todopoderoso. Si hacemos una comparación de esa época a la actual, hay una diferencia abismal, desde los órganos colegiados que organizan las elecciones, hasta la postura que toma la sociedad en torno al destino de cualquier entidad o territorio.

Hace poco, por ejemplo, Alejandro Moreno no aceptó perder su principal bastión en el Estado de México. Culpó al exgobernador Alfredo del Mazo por entregar la entidad cuando el impacto que estaba provocando el lopezobradorismo, había rebasado la hegemonía del tricolor; o sea, la toma de decisiones salió del grueso de la población, y no de lo que un mandatario dicte o no. Se acabó el dedazo y, de paso, se terminó ese poder omnipotente de los gobernadores para decidir el futuro sucesorio, sobre todo cuando la derecha, sumergida en una debacle, vive la peor crisis de su historia. Eso significa, como tal, que no hay nada que hacer en el momento en que el pueblo se organiza y sale a las urnas a elegir el destino de sus representantes. Así pasó con Delfina Gómez. Ella, en sí, supo sacarle provecho al fracaso que venía arrastrando el Revolucionario Institucional, sumado al despegue de un movimiento que, ya con López Obrador en Palacio Nacional en aquel entonces, daba certidumbre a las políticas públicas.

Esa es precisamente la parte que no han entendido los gobiernos del PAN. Ellos no deciden el destino sucesorio, sino que es el mismo pueblo. Yucatán, por ejemplo, presumía los altos índices de aprobación y, para mala fortuna de ellos, tuvieron que entregarle la estafeta a Morena como ganador de las elecciones del pasado dos de junio. Seguramente Mauricio Vila, extitular del despacho en aquel punto, operó a favor del PAN; sin embargo, la ciudadanía, en su inmensa mayoría, salió a favor de Joaquín Díaz Mena, que hizo historia con la alternancia.

Hoy, aunque el gobernador de Querétaro lo niegue, Morena tiene una posibilidad inmensa de ganar la gubernatura en 2027. Mauricio Kuri podrá decir lo que quiera, pero el pueblo, que ha comenzado a manifestarse en las propias encuestas de opinión, coloca al lopezobradorismo de lleno en la pelea. En pocas palabras, el panismo ha perdido presencia y terreno, principalmente en los últimos meses que la dirigencia nacional del blanquiazul, preocupada por todo menos por reconstruirse, no tiene liderazgos de peso que, de plano, haga un contrapeso al dominio total que tiene la presidenta constitucional de México en los temas de la agenda. Para tal efecto, se ve que hay nerviosismo en el actual gobierno de Querétaro por la derrota que se avecina para ellos.

El discurso del propio Mauricio Kuri, ante los militantes del PAN, desliza que hay nerviosismo por perder uno de sus principales bastiones. Sería, por supuesto, uno de los golpes más duros para el panismo que, en lugar de reinventarse, atenúan la narrativa simplista de comentar que no entregarán el gobierno a Morena. Eso, además de ser una actitud ensalzada, deja entrever que saben perfectamente que los números, a estas alturas, han comenzado a moverse a favor de la coalición Seguimos Haciendo Historia. Quizá, por la afinidad, el mandatario pueda movilizar a las estructuras de confianza del gobierno y, por lo tanto, a ciertos sectores de la ciudadanía; empero, el panismo es, por muchos factores que lo han mermado, propenso a perder no solamente Querétaro, sino Aguascalientes y Chihuahua, donde la guerra sucia arrecia contra Andrea Chávez. Eso, sin temor a equivocarme, viene del mismo ejecutivo estatal de aquella entidad del norte.

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En lo político, queda claro, las elecciones intermedias del 2027 las resolverá el pueblo de México, que se ha convertido en el gran juez. Eso se llama democracia participativa, y no coaccionar el voto y las posturas que han comenzado a esbozar los gobernadores de oposición. Por esa sencilla razón, fue una irresponsabilidad de Kuri decir, ante la opinión pública, que él recibió un gobierno panista y, por ende, lo entregará con esas mismas siglas. Se nota que hay desconfianza por el creciente despegue que ha tenido Morena en Querétaro. Siendo así, el único mecanismo que definirá la elección, desde luego, será el de las mayorías que saldrán a votar en las urnas. El pueblo es la base en esa toma de decisiones y no los gobiernos en turno.

Las propias encuestas, por ejemplo, han ido confirmando el ascenso de Morena, pero también como se ha ido rezagando el PAN, que ha perdido presencia y simpatía en ese punto crucial para ellos. Y no solamente el panismo ha ido a la baja, sino también ha cedido mucho terreno que han sabido aprovechar el lopezobradorismo. Por eso, tras ese pronunciamiento público del gobernador Mauricio, podemos aludir que hay datos muy concretos que los han obligado a declarar aspectos de esa naturaleza. A nuestro juicio, no hay que darle mucha importancia, en especial porque los tiempos han dado un giro preponderante. Los gobiernos estatales, como tal, ya no tienen tanta injerencia en la ciudadanía como sucedió cuando el PRI movilizaba recursos a mansalva para perpetrar fraudes electorales.

Hoy, podemos decirlo así, hay un sistema electoral sólido que garantiza el voto popular. Sumado a ello, desde luego, habrá una estructura muy nutrida que cuidará el voto en cada una de las casillas y distritos con un representante. Siendo así, la probabilidad que el gobierno trate de tener injerencia es prácticamente mínima, pues el pueblo, con esa participación y dinamismo que ha mostrado en los últimos años, saldrá libremente a ser partícipe de lo que, en esa lógica, podemos llamar la anhelada alternancia en Querétaro.