Todos nos enteramos, a través de los medios de comunicación, de la oleada de felicitaciones que recibió Andrés Manuel López Obrador por cumplir un año más. Siendo la imagen más visible del movimiento de izquierda en México, son de esos momentos únicos en la vida pública del territorio nacional. Él, a partir de que entregó la banda presidencial, cumplió su palabra de no aparecer en los reflectores, tal y como reiteró en repetidas ocasiones. Pero, más allá de eso, AMLO, por mucho, se ha ganado el cariño de la población civil; esas mismas muestras de afecto se multiplicaron, inclusive, en la propia tribuna de la mañanera no pudo faltar un mensaje de la presidenta constitucional.

Lo más importante, que quedará para la posteridad, es el recuerdo del máximo exponente de la política progresista en México. Sí, aunque los conservadores lo cuestionen, su plataforma de nación, en términos políticos, puede ser comparada con Lázaro Cárdenas, o el mismo Benito Juárez. Es, ni más ni menos, el proyecto de la Cuarta Transformación. Dicho en otras palabras, es un fenómeno social que, además de calculador y estratega, es un ser humano en toda la extensión de la palabra. Muchos, en efecto, se han inspirado en el legado humanista y democrático que brotó a lo largo de su sexenio. Él, como mandatario federal, cambió sustancialmente la política pública, especialmente el esquema de programas sociales que, como sabemos, se han desplegado por todo el país. Acerca de esa continuidad, la misma Sheinbaum, mandará al legislativo federal una serie de iniciativas para elevar a rango constitucional más beneficios sociales de apoyo, particularmente a los sectores más vulnerables.

Entre los cambios constitucionales, indudablemente, podemos destacar una larga lista de iniciativas que, evidentemente, se irán aprobando en los próximos meses. El mismo Ricardo Monreal, pieza crucial y aliado incondicional de AMLO en la lucha social, ha sido, además de un precursor de la transformación, un motor de impulso para sentar las bases de este proceso. Juntos, en efecto, encabezaron la resistencia en Zacatecas: cuna del primer gobierno progresista en 1998. Eso, por supuesto, dio pie a la movilización que sacudió al país entero con el triunfo contundente del 2018. Es verdad, quienes abanderaron esta firmeza tuvieron que pasar por muchas adversidades del régimen conservador. Aun así, se tomaron decisiones importantes para darle vida orgánica a Morena. Esa expresión, a propósito de ello, acumuló tanta simpatía y militancia, gracias al efecto de la imagen de Andrés Manuel López Obrador.

López Obrador no está más en los reflectores de la prensa, pero su imagen, y sobre todo su lucha social, perdurarán por muchas décadas. No sé si alguien más puede asumir ese poder político que acumuló AMLO. Claudia Sheinbaum, heredera del bastón de mando, por esa misma vía de la transformación, está escribiendo su propia historia. Es, además de un perfil altamente calificado para la encomienda que le delegó el pueblo de México, una mujer de lucha y convicciones. En este preciso momento, luego de un mes de trabajo, promedia más del 73% de respaldo ciudadano. O sea, un apoyo abrumador que pinta para romper con cualquier paradigma sociopolítico. El gran soporte, en definitiva, se mantiene en esa labor de base que, con gran arraigo, brota a lo largo y ancho del país.

En más de tres ocasiones, en pleno proceso de campaña, pude asistir al mitin que encabezó en su momento Andrés Manuel López Obrador, en la capital del estado de Michoacán. Recuerdo que, una gran columna social, tapizó la principal avenida del corazón de la Cantera Rosa. Finalmente, y por justicia social, AMLO cumplió su anhelado sueño de llegar a Palacio Nacional en 2018. Hoy, en un aniversario más de su nacimiento, el expresidente fue recordado en muchos espacios públicos e institucionales. No debemos sorprendernos de ello, sino resaltar el fenómeno social que significa AMLO. Basta ver las muestras de cariño, pero sobre todo ese espíritu de transformación que, en este relevo generacional, encabezan una cantidad importante de referentes del movimiento. Dadas esas condiciones, la mejor forma de revivir el legado de López Obrador, que ha venido sentando las bases, es la construcción del segundo piso de la 4T.

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Su paso, además de memorable, quedará grabado en la línea del tiempo de millones de mexicanos que, durante años, anhelábamos un cambio sustancial. Ese giro, a partir del 2018, ha sido posible, especialmente con la continuidad de la hoy jefa de Estado, Claudia Sheinbaum. Ella, hemos podido ser testigos, está profundizando las acciones que nacieron bajo las siglas de la 4T. De hecho, el cumplimiento de las promesas de campaña, con el apoyo incondicional de un ejército de legisladores, a la postre, concretará obra e infraestructura, pero también solidez al campo, educación, salud, ciencia y deporte.

Notas finales

Quienes han revisado el contenido del Plan Morelos que diseñó y estructuró el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, se darán cuenta del cambio sustancial que ha comenzado a gestarse. Ayer, entre los avances, el mandatario estatal presentó la promulgación de la reforma al poder judicial local. Para tal efecto, causó gran efervescencia el encuentro con legisladores, pero también con la población en general que, gracias a esa participación, se ha ido alimentando, sin exagerar, un andamiaje de ideas que tenemos la fortuna de atestiguar. De hecho, se constituirán salas colegiadas en puntos estratégicos, eso sí, bajo la consigna de llevar justicia social a todos los rincones del territorio purépecha. O sea que, además de favorecer el equilibrio entre poderes, el espíritu democrático para tomar decisiones más acertadas va inherente en un plan que, a propósito de ello, vale la pena seguir de cerca. Vimos, por ejemplo, el acompañamiento de presidentes municipales que, a su vez, son un gran sostén en el proyecto de transformación de Michoacán. Es el caso de Pátzcuaro, que tiene un creciente desarrollo de la mano de Julio Arreola. Él, de hecho, se ubica en el ranking de los 50 mandatarios con mayor aprobación en México.