El relato de la violencia contra las mujeres en política se eleva exponencialmente en medida que más gobernadoras, legisladoras, juzgadoras y activistas hay en la escena pública. Nombrarla y visibilizarla es, prácticamente, un reto generalizado para espectadores por el simple hecho de que el patriarcado nos ha hecho creer que tenemos derecho a juzgar el físico, la imagen, ropa e inclusive, las posturas del cuerpo de las mujeres públicas.
Decepciona pero no sorprende la falta de pedagogía política de mujeres para quienes han llegado al poder desde las dificultades y obstáculos para ser mujer en un país machista. Particularmente, en este texto me refiero a los lamentables dichos y ofensas que emanan de manera tan natural por parte de Lilly Téllez.
Se dice que las víctimas de violencia machista fácilmente se convierten en victimarias cuando no hay conciencia de género. Para la senadora de Morena convertida al blanquiazul, es sencillo criticarle a Sheinbaum lo “blanco del vestido” y los altos estudios de la Doctora Claudia.
Sin la conciencia de que su crítica no es crítica, sino violencia, Téllez encarna al patriarcado aunque sea mujer. Pareciera que el patriarcado nunca queda satisfecho:
- Si Claudia Sheinbaum viste ropa de Shein, es vulgar y recibe vilipendios.
- Si la Jefa de Gobierno viste de blanco, es oscura y recibe ofensas.
Queda claro que no se trata únicamente de un ataque por puntera preferida rumbo a la temprana sucesión 2024. A Luis Donaldo Colosio nunca le juzgaron “el saco negro y los pantalones de traje”; a Salinas de Gortari jamás le criticaron “la corbata roja y tantos estudios”; a Ernesto Zedillo no lo exhibieron por tener “la ropa planchada y la conciencia arrugada”; Vicente Fox no fue juzgado por traer “el sombrero charro y los pantalones de manta”; Felipe Calderón nunca fue ofendido por vestir “los lentes limpios y la conciencia empañada”; Enrique Peña tampoco recibió humillaciones por llevar “los zapatos limpios y las manos sucias”… Entonces, ¿por qué a Claudia Sheinbaum le critican el vestido?
No es la primera ocasión. Lo que ofende a las mentes machistas y patriarcales no es un bonito vestido blanco, lo que les ofende es la presencia de grandes mujeres en la arena política. Hace unos meses, la titular de la Secretaría de Economía, Tatiana Clouthier, atendía reuniones de alto nivel en el extranjero. Se reunía con Gina Raimondo, la secretaria de Comercio en Estados Unidos y el nivel de la crítica fue nada mas y nada menos que su atuendo. Le criticaron la blusa y el pelo, le destrozaron la falda por su altura y por su textura, le llamaron “bananera” y “fodonga”, decían que su outfit estaba “fuera del protocolo”, que era “Doña Florinda” y sin ánimo de repetir más ofensas, los críticos excluyeron toda la actividad por ofenderla. Tan solo fueron los medios de comunicación mexicanos y las redes sociales de nuestro país quienes se fijaron en eso.
La cobertura mediática en Estados Unidos anunciaba oportunidades de inversión y comercio, el relanzamiento del DEAN y otros asuntos importantísimos. La prensa y las redes mexicanas eran el gran TVyNovelas criticando a nuestra representante.
No es la elegancia ni le sencillez, el patriarcado machista se ofende de que las mujeres porten el poder y pretende desacreditarlas con el juicio absurdo por el físico y la ropa. Tan mal acostumbrados los dejó la moda de la simulación, que preferirían tener funcionarios mal hechos pero bien vestidos. Mujeres funcionarias pero calladas y sin aspirar,
Ojalá que Lilly Téllez haga conciencia de su error, tanto trabajo le ha costado dejar de ser vista como “la niña bonita de las noticias” para que trate a otra mujer de la forma en que lo hace. Toda mujer de gobierno, en lo mínimo que puede esperar, es ser valorada y validada por sus acciones y la visión de gobierno que imprime en sus políticas públicas, como la “Beca para Empezar” que busca combatir la desigualdad de origen que se vive en la juventud mexicana.
Si es que Lilly Téllez únicamente puede expresar al respecto: “De vestido blanco y conciencia negra; con tantos estudios y sin vergüenza”, hay alguien que no está alcanzando el nivel de debate y que pretende envolver a sus seguidores en replicar la violencia simbólica con la que ella juzga y exige validación a las mujeres a partir de su imagen y su proyección, supongo que a la senadora le indignaría menos que Sheinbaum tuviera menos estudios y un vestido negro, tal vez.
Elevar la crítica y el debate para dejar de violentar mujeres también es asunto de auto cuidado e inclusive, de memoria histórica. De todas las mujeres que llegaron antes, las que están ahora y las niñas que vienen en camino. Ese camino que pavimentan para las mujeres que están por llegar, se quedará manchado si es que antes no recapacitan personajes como Téllez en lo que atacan a otras mujeres.
Frida Gómez en Twitter: @FridaFerminita