La movilidad urbana se ha convertido en uno de los mayores desafíos para las ciudades en crecimiento, y Nuevo León no ha sido la excepción. Durante décadas, la expansión acelerada de Monterrey y su área metropolitana desbordó la capacidad de sus sistemas de transporte público, generando rezagos que impactaron directamente en la calidad de vida de sus habitantes. La falta de inversión, el deterioro de la infraestructura y la expansión urbana desordenada agravaron una crisis que parecía no tener solución. Sin embargo, vamos a poner atención en la manera en que la administración decidió enfrentar este reto de manera frontal, impulsando una transformación profunda y necesaria para el Estado.

El Plan Maestro de Movilidad de Nuevo León propuesto por la administración del gobernador García ya muestra resultados tangibles con la llegada de nuevos trenes MM-25 para el Metro, obviamente la construcción de las Líneas 4 y 6, así como la renovación de la flota de transporte urbano con mil 500 camiones de última generación y el fortalecimiento del sistema TransMetro. Esta modernización no es superficial; los nuevos vehículos cuentan con climatización, conexión a internet, sistemas de videovigilancia, botones de emergencia y no menos importante, bajas emisiones contaminantes, lo que sitúa a Nuevo León en la ruta de la movilidad sostenible que las grandes ciudades del mundo están adoptando.

La decisión de renovar el 90% de la flota heredada —compuesta en su mayoría por unidades obsoletas— es un paso que no puede subestimarse. La experiencia internacional demuestra que los sistemas de transporte público obsoletos terminan alentando el uso intensivo del automóvil, aumentando la congestión vial y por ende la contaminación ambiental y la desigualdad social. Basta ver los casos de Bogotá o Lagos para entender que sin inversiones sostenidas, el colapso de la movilidad urbana es inevitable. En cambio, apostar por un transporte público moderno, eficiente y accesible abre la puerta a ciudades más equitativas, competitivas y sobre todo humanas.

Por supuesto, los retos persisten. El aumento de las tarifas de transporte, por ejemplo, ha generado debate, pero debe analizarse con perspectiva: no existe modernización sin un financiamiento sostenible. La tarifa diferenciada por pago electrónico y el compromiso de elevar la calidad del servicio buscan romper el viejo círculo vicioso de tarifas congeladas, subsidios insostenibles y servicios de mala calidad. Se trata, en cambio, de construir un sistema donde el usuario pague por un servicio digno, eficiente y seguro, como ocurre en ciudades avanzadas.

La renovación de la movilidad no solo implica nuevas unidades o trenes más modernos. Requiere una visión integral que conecte rutas, que privilegie la intermodalidad —metro, camión, bicicleta, andadores seguros— y que permita reducir la dependencia del automóvil privado. Samuel García ha entendido que el futuro de Nuevo León pasa necesariamente por una movilidad sostenible, donde la tecnología, la planificación urbana y el compromiso ambiental converjan.

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Hoy, en pleno 2025, Nuevo León avanza hacia ese modelo. Con más de 4 mil unidades renovadas, nuevos corredores de transporte, y un sistema de Metro que se expande y moderniza, el estado empieza a cerrar una deuda histórica con sus ciudadanos. Porque la movilidad no es un lujo: es un derecho que garantiza acceso a educación, empleo, salud, cultura y esparcimiento.

Nuevo León aún enfrenta un largo camino para consolidar un sistema de transporte público al nivel de las grandes ciudades globales. Pero lo importante es que ha dejado de caminar en círculos y ha comenzado a avanzar con pasos firmes y visibles. La transformación de la movilidad ya no es un proyecto a futuro: es una realidad en construcción. Y esa realidad, construida sobre bases de inversión, planeación y visión social, debe reconocerse y fortalecerse. La ciudadanía merece un transporte digno, y hoy, por fin, Nuevo León se está moviendo hacia ello y pese a las quejas que el cambio produce es una realidad que la infraestructura de este plan de movilidad es un legado que acompañará a los neoleoneses.