México atraviesa una crisis sin precedente en su historia democrática. Por primera vez desde que el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados, desde la verificación de la cláusula de gobernabilidad y desde el triunfo de Vicente Fox, un partido político contará con el número de legisladores suficientes para hacer reformas constitucionales por sí mismo.
Y no dudó en hacer ejercer su mayoría. Morena, en una de las escenas más bochornosas que se hayan jamás visto, aprobó una reforma que no significa más que la captura del Poder Judicial por parte de un movimiento ideológico organizado en torno al culto de la personalidad de un caudillo.
En este contexto, las reacciones principales de un gran número de los morenistas fue la celebración. Sin embargo, no se regocijaron ante un eventual mejoramiento del sistema de impartición de justicia, sino ante la debacle de la oposición.
A través de grupos de WhatsApp y redes sociales, correligionarios del partido hegemónico emplearon frases como !Lloren, fachos! ¡Tengan, racistas! ¡Chínguense derechistas! Es decir, un gran número de votantes, sin ni siquiera articular un solo argumento en favor de los “beneficios” de la reforma, se desgañitaron en insultos, descalificaciones, burlas y vituperios en contra de otros muchos que hemos considerado aberrante lo sucedido el miércoles pasado.
En realidad, con excepción de políticos y propagandistas, ningún analista nacional o extranjero ha celebrado el contenido de la reforma al Poder Judicial.
¿Qué Estado y sociedad pueden construirse con un espíritu revanchista cuyo razón de regocijo es haber jodido a sus opositores? ¿Cómo se puede esperar la articulación de un proceso de reconstrucción ante dos Méxicos en guerra?
Eso ha sido la consecuencia, a mi juicio, de seis años de reiterados ejercicios de polarización promovidos por AMLO, quien no escatimado un solo recurso discursivo para sembrar le discordia entre los mexicanos. Lo hizo bien. Ha ganado al final. ¡Tengan, para que aprendan, conservadores fachos!
Sin embargo, ha sido todo en detrimento de la unidad de la nación mexicana.