Si hay algo que reconocerle a AMLO es su tenacidad y que, en su desproporcionada ambición por ostentar el poder absoluto, no le importe que la ruta que fijó para el 2024 resulte extremadamente peligrosa para la democracia, el desarrollo económico y la paz social del país.

Ha transcurrido la mitad de su sexenio y queda muy claro que su interés no está en brindar resultados de gobierno ni en el desarrollo del país, lo que le interesa es su imagen pública y mantener el poder, por ello dedica más del 70 por ciento de sus mañaneras a temas electorales y a repetir su discurso de polarización social.

El juego que domina

AMLO conoce muy bien el juego electoral y el poder de la manipulación y a partir de eso estructura su ruta hacia 2024, ejerciendo control a través de los programas sociales, buscando el de las bases de la producción a través del control de la energía y atacando a las instituciones encargadas de garantizar las elecciones y finalmente, con el control de las fuerzas armadas para utilizarlas en su proyecto personal. Primero logró la reforma de los programas sociales y luego anunció las otras tres, energética, electoral y de la Guardia Nacional.

El control total

Con la reforma eléctrica, pretende conseguir el control económico absoluto del país. Es decir, en momentos cuando el mundo experimenta una transición energética motivada por efectos del cambio climático y se inclina por fuentes de energías sustentables, eficientes y económicas para el desarrollo, AMLO, a contracorriente, a través de su reforma, busca regresar el monopolio de Pemex y CFE a su gobierno, ni siquiera al Estado, porque ello le permitirá decidir quién, dónde y para qué puede o no puede invertir en México.

Su segunda reforma, la electoral, no puede ser más retrograda y antidemocrática. Tan atroz que, Porfirio Muñoz Ledo, un luchador democrático que fue encargado de colocarla banda presidencial a AMLO, explotó al señalar que López Obrador “no sabe nada”, del esfuerzo de años que ha costado que el sistema electoral funcione como lo hace en la actualidad:

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“El que no sabe nada es mi amigo Andrés Manuel, hay una especie de parálisis histórica, quiere retrotraer las instituciones electorales a la época de Ruiz Cortines, cuando era un solo sistema de Estado. La evolución del sistema electoral ha costado vidas, ha costado esfuerzos y no puede echarse por la borda.”

Porfirio Muñoz Ledo sobre AMLO

Quitar la representación proporcional en el Congreso, es quitar el reconocimiento de la pluralidad, la diversidad y las minorías y dejar a México como antes de la reforma electoral que impulsó Jesús Reyes Heroles en 1977, cuando por fin se reconoció la pluralidad y se permitió al PMS salir de la clandestinidad, para participar en los procesos electorales y dejar de ser reprimidos por su forma de pensar por el gobierno autoritario.

¿Cuántos de los que hoy están con AMLO accedieron a un cargo de elección popular cuando eran minoría? De no ser por esa lucha democrática nunca hubiesen llegado a nada.

La tercera reforma es la cereza del pastel: hacer que la Guardia Nacional dependa de la SEDENA, es decir, oficializar la militarización.

Durante toda su administración, AMLO ha dejado correr la violencia sin hacer nada para evitarla. Al amparo de su idea de “abrazos no balazos”, vemos cómo la violencia, no solo del crimen organizado, sino la del fuero común, se han vuelto incontrolable y la tensión es cada vez mayor en todo el territorio.

Lo que sí ha hecho, es preparar su estrategia de poder con la creación de más de 200 cuarteles para la Guardia Nacional y equiparlos con armas y sistemas de inteligencia, que hasta ahora no se ha visto que los ponga a funcionar.

A través de la descomposición del país, AMLO espera pacientemente forzar la aprobación de su iniciativa para que se militarice la Guardia Nacional y esto será previo al proceso electoral de 2024, en momentos en que la violencia, la crisis económica y la polarización de la sociedad demanden un golpe de fuerza, estará entonces presto para controlar el proceso e imponer a su relevo o para extender su mandato debido a la situación caótica que viva el país.

A la deriva

Lo anterior, se explica con mayor claridad en el libro de Moisés Naím “La Revancha de los Poderosos”, el cual describe cómo en diversos países se está en una deriva antidemocrática, derivada de una serie de fenómenos encaminados hacia la admiración por los poderes fuertes, semidictatoriales o dictatoriales, cualquiera que sea su signo ideológico, Naím bautiza esto como la “autocracia 3p”, basada en el “populismo”, “polarización” y “posverdad”. En su magnífico libro describe la forma en que los protagonistas de este intento de nuevo orden internacional buscan la destrucción de las instituciones democráticas como lo han hecho Trump, Bolsonaro, AMLO, Putin, Maduro, Erdogan y otros.

Todos han seguido el mismo camino, control de factores de la producción como la energía, control de los sistemas electorales y, por supuesto y aún más importante, control de las fuerzas armadas en función de su proyecto personal.

Todos sustentan su estrategia en la polarización y en alentar conflictos sociales, como Trump con la toma violenta del Capitolio, Putin y las revueltas sociales y ahora la intervención a Ucrania, y Maduro que vive en una revuelta social permanente.

Esperemos que en México se logre que las instituciones y los Poderes de la Unión se mantengan en pie y no veamos más la denigración de los representantes populares, como sucedió con un simple punto de acuerdo para que rindieran cuentas sobre el Tren Maya, donde se activó la maquinaria de Morena y pirámide de incondicionalidades para mantener la opacidad.