Ayer viajé a la CDMX para asistir a un concierto de mi cantante favorito: Diego Torres.
Todavía a Querétaro no llegan los conciertos como me gustaría. Hace falta la construcción de auditorios con buena acústica que puedan recibir a los mejores cantantes tanto nacionales como extranjeros.
Raro es que un Luis Miguel insista en cantar en dicho estado y haya elegido el Estadio Corregidora para sus conciertos, aunque, sinceramente, así como que se diga que realmente cante pues ya no.
La acústica del Auditorio más importante de Querétaro, el Josefa Ortiz de Domínguez es francamente fatal.
También es raro que artistas insistan en cantar en el porque realmente no cuenta con un buen acústica.
Bueno, el tema de la cultura y el arte en este país no ha despuntado gran cosa.
Supongo que no hay dinero que alcance para invertir en ello, pero al menos ya urge un auditorio digno para el estado de Querétaro y una ya no tenga que estar viajando a la CDMX para disfrutar de buenos conciertos.
Pero sí, la capital todavía está llena de música y de movimiento. Impresionante es ver cómo aquí de lo que se trata es de sobrevivir.
Y bueno todo esto viene a colación porque ayer con el delirio del concierto de Diego, no revisé mi cuenta en X sino hasta muy tarde, ya digamos entrada la madrugada.
Mis ojos y oídos no daban crédito a la escena que estaba viendo: Un Alito Moreno bravucón, confrontando a un Fernández Noroña bravucón y en medio de ellos como un Dios (o una diosa) la que para mí ha acaparado el protagonismo del Senado: Verónica Camino Farjat.
Lo mismo le entra a los empujones que sacar pelotitas de una tómbola, me imagino en representación de Citlalli Hernández.
Tuve que ver varias veces el video donde un Alito Moreno ultra restirado de la cara le gritaba a Fernández Noroña, quien acostumbrado a gritar, pues le gritaba.
Llegaron al rescate como las chicas súper poderosas: la senadora Camino y la Senadora Lucía Trasviña.
El presidente del Senado le decía enfadado a Alejandro Moreno “no me toques” cuando un Alito ni lo había tocado y un Alito enfadado le gritaba “no me grites” cuando Gerardo Noroña no estaba gritando en un principio.
Y tuve que ver y volver a ver esta escena porque hay algo raro en todo esto: Me parece que todo fue un montaje al final.
No le creo a un Alito Moreno que le sea tan importante el tema que se discutía ayer como para que se haya subido a la tribuna de la manera que lo hizo.
Que haya subido tomado esta misma tribuna para hacer de esto un show sí se lo creo.
Creo que más bien de algo se tenía que hablar pues ya todo estaba resuelto y arreglado: ¿hacer un show era la salida?
Supongo que ya estamos llegando a unos límites insospechados de odio, de falta de respeto, de amor al Congreso y al Senado, que todo es factible.
Me da vergüenza que esto esté pasando en mi país. En medio de la inseguridad y el miedo también tenemos que lidiar con esto.
Porque sí… la Ciudad de México pulsaba fuertemente llena de vida, pero ayer que fue Halloween, vi a muchos niños en las calles pedir su “calaverita” (vaya confusión entre el Halloween y el Día de Muertos, cada año se entremezclan peor) pero con luz de día. Cuando dejé esta hermosa ciudad hace 8 años, los niños con sus padres se animaban por la noche a pedir Halloween.
La cosa ahora era diferente. Hay miedo pero hay supervivencia y eso es lo que le reconozco al capitalino, su resiliencia para sobrevivir en medio de la jungla del asfalto.
Me costó trabajo cruzar las calles porque pues sí, como provinciana que casi soy una pierde el ritmo y la condición, sin embargo todavía se vive en esta gran ciudad.
Mientras yo tuve la dicha de disfrutar a mi cantante favorito en el Teatro Metropolitan, en el Senado se sacaban los ojos.
No importa cuando leas esto así será, de ahora en adelante. Nunca antes tan divididos como ahora.
Me imagino a un don López Obrador revolcándose de risa.
Mientras yo sigo pensando que lo que vi en redes sociales fue una pesadilla y nunca existió.
Dueles mucho México. Y quizá soledad más.
Es cuanto.