Pemex fue sometido a un proceso de desaparición gradual inmisericorde, salvaje por la mafia interno-externa que capturó a dicha empresa mediante un régimen de saqueo de distintas vertientes, posible dadas las reformas constitucionales a que la expusieron, es decir, reduciendo o desapareciendo, todo tipo de controles y regulaciones, candados jurídicos, mediante el marco legal concebido e implantado desde la cúspide del poder, mediante distintos medios e instrumentos: los contratos de franquicias, las concesiones de exploración y explotación al capital nacional y extranjero, la descapitalización y el sobre endeudamiento en paralelo, la caída del nivel de producción de petróleo y gas, un régimen fiscal de extracción excesiva de excedentes financieros -muchas veces no alcazaba a liquidar pasivos con hacienda y debía endeudarse para liquidarlos-.

El remate de todo ello fue el robo masivo de hidrocarburos a través de la ordeña y la comercialización clandestina a lo largo del tendido de los oleoductos por todo el territorio nacional, una suerte de privatización criminal de su producción inacabada, el famoso “huachicol” que constituyó la forma más brutal del saqueo comentado.

Decíamos en nuestra entrega anterior, que el sobreendeudamiento financiero no hace inviable por sí mismo y como empresa, a ninguna corporación, seguido de un “rescate financiero”. Salvo una oleada inesperada de recursos financieros, es muy difícil no pensar, por lo menos de manera transitoria, en la enajenación de activos parcialmente, o en la concesión masiva de yacimientos para exploración y explotación en asociación con grandes capitales privados.

Probablemente, bajo una clausula ceteris paribus, es viable una doble vía de reestructuración: a) la diversificación reestructuradora de la deuda de vencimiento en moneda extranjera a cinco años. No es conveniente dejar tan excesivamente concentrados los pasivos en el monstruo de los fondos de inversión que es Black Rock, es indispensable diversificar la deuda hacia otras instituciones de capital extranjero que posibilite ahorros en el pago del servicio y que amplié los plazos de vencimientos; b) una política de ampliación y diversificación de inversiones mixtas, conjuntas o asociadas, con capitales privados de México y el extranjero, podrían ser capitales árabes y africanos, chinos, rusos e indios (existen grupos muy grandes), para explorar y explotar yacimientos, así como para reforzar la producción y comercialización global de refinados, luego de cubrir la cuota nacional necesaria, buscando y logrando mejores condiciones asociativas. Aquí se puede ir a fondo.

La otra vertiente del sobre endeudamiento es con sus proveedores y contratistas: hasta el mes de abril de 2024 sumaba $148,281 millones de pesos, un incremento de 59% ($488,791 millones de pesos), es mucho de un ejercicio anual otro, y se cometa, que por ello hay riesgo de quiebra en varios de ellos, ya que hay importantes retrasos en los pagos. Con Emilio Lozoya como director general, este tipo de deuda llegó a $167,315 millones de pesos. De este modo se ha complicado el pago a proveedores por su elevadísimo monto. Hay quien menciona desvío de recursos para refinería Dos Bocas, que elevó extraordinariamente sus costos estimados iniciales: pasó de $8,000 millones USD a $17,000 millones USD, sin embargo había poca experiencia en la formulación de un proyecto de inversión de este tamaño y tipo, lo que pudo haber influido. Podría ser, no sería cosa del otro mundo.

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Diversificar reestructurando la deuda actual de mediano plazo, es lo usual en estos casos, para obtener ahorros y mayores plazos, tal vez a cambio de capitalizar una parte de los intereses, o bien, mediante un potencial acreedor diferente, otros inversionistas, dispuestos a quedarse con una parte o toda esa deuda que logren una negociación exitosa con los actuales acreedores logrando descuentos, quitas a los intereses o al capital contra pago en una sola exhibición de pasivos, por ejemplo.

Es cuestión de explorar con detalle y cálculos económico-financieros concretos estas vías, pero son las que han usado, a grosso modo, empresas petroleras sobre endeudadas en el mundo. La caída de los precios del petróleo es veneno de alto octanaje para las empresas del ramo: más de 200 empresas petroleras en EUA (pequeñas y medianas, de otra dimensión a las mexicanas de este segmento), quebraron ante la caída de los precios en 2020 (en plena pandemia global), aunado a las pérdidas por perforación (la caída del precio las volvió incosteables), estimando una perdida de más de 60,000 millones de USD, al desplomarse la producción en el corto plazo ante el derrumbe de 250 plataformas petrolíferas, en 2020 y hasta el 15 de mayo. (Mundo Economía, mayo, 2020)

Lo anterior es ejemplo de cómo dicha industria puede ser un fabuloso negocio o una maquinaria desenfrenada de pérdidas de miles de millones de USD, tan sólo mediante los mecanismos del mercado, ahora, si consideramos todos los años de captura y dominio de Pemex por un capitalismo mafioso basado en una estructura de doble vertiente la cosa cobra sentido. Realmente dicha empresa ha sobrevivido por sus propias fortalezas, muy menguadas, y por el proceso de rescate concreado a medias del gobierno actual, que logró pagar $30,000 millones de USD, reactivar la producción de petróleo y gas, posicionar y ampliar la producción de refinados, mantener el pago del servicio de la deuda externa, y cancelar en 90% las fugas de riqueza vía la extracción y venta clandestina de hidrocarburos.

El concepto de capitalismo mafioso (Marcelo Colussi) incluye una deuda mal contratada y mal administrada ante coyunturas de apremio financiero que crece como bola de nieve y requiere refinanciarse de manera reiterada, a partir de una descapitalización permanente y de ataques mayúsculos también reiterados que convierten las pérdidas operativas crecientes en la regla de funcionamiento, no es sólo mala administración, sino descapitalización permanente vía el robo de activos líquidos, lo que obliga a volver a la contratación de pasivos. El crecimiento se vuelve incontrolado. Pemex se volvió en sexenios pasados “la cueva de Alí Baba”, su estado actual es producto directo del inmenso saqueo y robo perpetrado de 30 años, pero también de una elevada apuesta a la venta masiva de petróleo crudo para financiar un gasto público ineficiente, improductivo y de enorme derrocha para las burocracias mafiosas de Estado, subsidios, rescates, negocios falidos, corrupción masiva, entrega de activos, fortunas personales, burocracias sindicales de oro, etc.

La situación actual, no obstante, los avances logrados, no permite hablar al día de hoy de una seguridad energética para el país, desde los rubros concernidos en Pemex. Esta seguridad, parte integral de la seguridad nacional, debe entenderse, dicho de manera sencilla, como el proceso ininterrumpido de asegurar la cantidad de energía que se necesita para mantener la vida cotidiana y las actividades sustantivas diarias de las personas, empresas y gobierno, garantizando al mismo tiempo su asequibilidad. Hablamos de la seguridad energética en el corto, mediano y largo plazo, protegiendo las inversiones productivas en el sector, sus incorporaciones tecnológicas, la distribución, y los equilibrios medioambientales, transitando hacia energías de origen limpio, así como, asegurando las respuestas efectivas que un modelo de seguridad energética es capaz de generar en forma ágil respecto de cambios súbitos en las magnitudes de oferta y demanda, y en los movimientos de los precios internacionales. El reto es inmensamente mayúsculo.

Hacia finales de siglo, las economías más avanzadas, tenían como axioma irreductible una seguridad nacional basada en cuatro ejes: la seguridad energética, la alimentaria, la hídrica y la militar. Se descuidó la primera ante la oferta rusa de ofrecer gas hasta su país a precios bajos, y cuando estalló el conflicto Rusia-occidente, se desplomó la seguridad energética, padecieron y reconstruyeron sus abastos desde Norteamérica, mucho más caros, hubo inflación de costos. Lo peor: cambiaron una dependencia energética por otra. Siguen altamente vulnerables.

La reingeniería financiera en Pemex debe ser a fondo, interna y externa, conteniendo a cualquier precio la fuga de riqueza vía organizaciones criminales, endógenas y exógenas, que se apropian de un excedente de valor muy grande y des capitalizador que ha hecho ya estragos brutales a esta noble empresa.