Hace unos años, si a alguien se le hubiera ocurrido decir que México sería la nueva estrella del show económico internacional, muchos habríamos soltado una carcajada entremezclada con una lágrima patriótica. Pero hoy, el tan famoso “nearshoring” (migración de empresas extranjeras, especialmente estadounidenses, hacia tierras mexicanas) parece estar transformando al país en el “querido sobrino del Tío Sam”.

El nearshoring: ¿qué está pasando?

Para quienes todavía no están al tanto, el nearshoring es el fenómeno en el que las empresas trasladan sus cadenas de suministro a países cercanos a sus mercados principales. En este caso, México ha sido un destino privilegiado para muchas compañías, especialmente estadounidenses, que buscan acortar distancias, reducir costos y evitar tensiones geopolíticas con China.

La inversión extranjera directa (IED) hacia México, que alcanzó los $31,000 millones de dólares en los primeros seis meses de 2024 ha sido impulsada principalmente por el nearshoring, según datos de la Secretaria de Economía. En comparación con el mismo periodo del 2023 ($29,000 millones de dólares) representa un incremento que deja claro que el país esta en el radar de grandes firmas globales. Y no son compañías pequeñas las que están aterrizando, empresas como: Tesla, General Motors e Intel han decidido abrir o expandir sus operaciones en el país. Ciudad Juárez, Monterrey y Tijuana están recibiendo a estos gigantes que buscan sacar provecho del bajo costo de la mano de obra, la cercanía geográfica y las ventajas del tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Pero antes de emocionarnos demasiado con la idea de convertirnos en la nueva “fabrica del mundo”, vale la pena hacer una pausa y observar lo que esto significa realmente.

La teoría del goteo a la mexicana

Nos han vendido la idea de que el nearshoring será la panacea para la economía mexicana, bajó la lógica de la famosa teoría del goteo: si las grandes empresas prosperan, eventualmente los beneficios llegaran a las capas más bajas de la sociedad. El argumento suena razonable, pero en la práctica, los economistas han demostrado que esta teoría tiene más agujeros que las calles de la Ciudad de México.

Si, es cierto que la llegada de estas empresas ha generado empleo. Según el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), de enero a septiembre de 2024 se crearon mas de 400,000 empleos formales, con gran parte de ellos ligados a la industria manufacturera y de servicios asociados al nearshoring. Sin embargo, la pregunta es: ¿qué tipo de empleo? Según datos del INEGI, los salarios promedio en la industria manufacturera en México rondan los $8,000 a $10,000 pesos mensuales, lo que apenas supera los 2.5 salarios mínimos. Este nivel salarial difícilmente es suficiente para sacar a millones de mexicanos de la pobreza. De hecho, El Consejo Nacional de la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) reporta que el 43.5% de la población sigue viviendo en situación de pobreza. Mientras que las empresas extranjeras se benefician de la reducción de costos operativos.

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México podría estar enfrentando un escenario similar al que vivieron lo países del sudeste asiático en los 90: se convirtieron en el taller del mundo, sí, pero a costa de un crecimiento desigual y devastación ambiental. Según la Secretaría del Medio Ambiente, el impacto ecológico de las fabricas instaladas en el norte del país ya se empieza a notar en la escasez de agua y la contaminación del aire. La región de Monterrey, una de las mas beneficiadas por el nearshoring, ha enfrentado crisis de abastecimiento hídrico en los últimos años, lo que pone en riesgo la sostenibilidad a largo plazo.

Al abrir las puertas al nearshoring. México corre el riesgo de convertirse en un mero apéndice de la economía estadounidense. Actualmente, 80% de nuestras exportaciones están dirigidas a Estados Unidos, lo que significa que cualquier cambio en la política comercial o industrial del vecino del norte puede causar un colapso en la economía mexicana. ¿Qué pasaría si en unos años las empresas deciden mover sus fábricas a otro país con salarios aún mas bajos o mejores condiciones logísticas? Nos quedaremos con el cascarón de las fabricas vacías y una economía que no invirtió en desarrollar otras áreas, como la tecnología o la innovación.

Se tiene la oportunidad de utilizar el nearshoring como una herramienta para impulsar un desarrollo económico más justo y sostenible, pero esto requiere de políticas que mejoren las condiciones laborales: más inversión no debe significar explotación, el salario mínimo debería revisarse con más frecuencia, siguiendo el ejemplo de los países europeos, donde el salario se ajusta de acuerdo con la inflación y el costo de vida.

México tiene un potencial enorme en campos como la energía renovable o la tecnología financiera, que podrían ser motores de crecimiento económico en el futuro. De hecho, un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sugiere que la digitalización podría agregar 2.5 puntos porcentuales al PIB en la próxima década si se invierte adecuadamente. El gobierno debería crear incentivos para que los empresarios mexicanos también puedan beneficiarse del nearshoring. Si solo las empresas extranjeras ganan, la economía local solo se vera rezagada. Un estimulo fiscal para pequeñas y medianas empresas locales que participen en cadenas de valor globales podría ser una solución para equilibrar el crecimiento.

En mi opinión el nearshoring en México no es una bendición ni una maldición en sí misma; es simplemente una oportunidad. Si se gestiona bien, podría ayudar a México a consolidar su economía en el siglo XXI. Si no, solo seremos un episodio más en la lista de países que se vendieron como mano de obra barata para los gigantes internacionales, predecir el futuro de México es algo incierto, como lo dijo Heráclito “el cambio es la única constante en la vida”.