Bienvenidos amantes de la gastronomía. El 24 de julio es el Día del Tequila, pero ¿saben por qué? ¡vayamos a ello! Desde 1974 este destilado de agave, para ser más precisos del “Tequilana Weber, variedad azul” fue reconocido como “denominación de origen” (D.O.) de Tequila, que es la cabecera del municipio del mismo nombre, en el estado de Jalisco.
Y es que no solamente es importante la fecha para conmemorar una de las bebidas alcohólicas con la que nos identifican en el extranjero, sino que el tequila forma parte de nuestra historia y de la cultura popular; además no podemos dejar a un lado su importancia respecto a la derrama económica que tiene y genera en el país.
La fecha para celebrar el “Día del Tequila”, es más bien reciente. En el año 2018 el Senado de la República lo hizo a través de un decreto, por la relevancia que tiene esta bebida “espirituosa”, además de la conexión que guarda con la gastronomía del país.
Pues estamos hablando no nada más de una bebida que se usa para “tomarse derecho”, esto es, en un caballito tequilero, a lo mucho acompañado de limón y sal. Si queremos vernos un poco más “sofisticados”, podemos agregar un caballito de sangrita para alternarlo con el tequila y el limón.
Pero hay que decirlo, el tequila es tan noble, que es excelente en la coctelería; desde la famosa “paloma” -tequila con refresco de toronja-, o qué me dicen del “charro negro”, que se sirve en un vaso de jaibol con sus hielos y se combina con refresco de cola.
También están las famosas “margaritas”, que no es más que tequila con triple sec y jugo de limón, que se mezclan con hielo hasta que la consistencia sea de frappé; se sirve en una copa amplia, escarchado con sal o azúcar, eso depende del bartender o el mixólogo, pero también existen versiones que son “de sabores” como maracuyá, mango o fresa. Y por si el hielo no les gusta tanto, pueden intentar su versión solamente con los líquidos bien fríos.
El “Tequila Sunrise” es otro clásico, y no podemos olvidar que fue en los años noventa cuando comenzó el “boom” por esta bebida. Entre los jóvenes (de aquella época) se pusieron muy de moda los “muppets”, que eran “shots” de tequila con refresco de lima/limón, y cuya novedad era la premura con la que se tenía que degustar: de un solo trago, después de golpear la mesa con el vaso, para generar un exceso de burbujas; y por si fuera poco, luego los acompañantes o el mesero, agitara tu cabeza y literal, quien lo bebía quedaba como “muppet”… Me han platicado.
Algo más típico son los “cantaritos”. Quien ha viajado al estado de Jalisco sabe lo populares que son, y en días de mucho calor son realmente deliciosos, pues en su degustación se conjugan varias cosas.
Primero la artesanía del lugar, los “cantaros” de barro, que se debe escarchar con sal; se le pone hielo y se agrega tequila, jugo de naranja, de limón y refresco de toronja. Se decora con rodajas de limón y naranja, y dentro tendremos una bebida muy fresca, que gracias al barro tiene cierta “terrosidad”, que la vuelve muy interesante.
Como ya lo había comentado, no solamente es apreciado el tequila como bebida, sino que el destilado ha hecho aportaciones muy importantes en la gastronomía, pues podemos encontrarlo en platillos dulces, como postres, chocolates, pasteles, flanes, gelatinas, cremas, helados y nieves. O en su versión salada, como en carnes, pastas, quesos fundidos, mariscos y pescados; ¡vaya que la imaginación es el límite!
Pensemos en un filete con salsa de tequila, o unos camarones al tequila; un dip de queso con tequila, alitas de pollo al tequila con limón, tacos de pescado y camarón con salsa de cilantro y tequila, salmón con tequila. De verdad que las recetas pueden ser infinitas, pues las posibilidades con el tequila son muchísimas.
Tomemos en cuenta que tenemos 4 variedades diferentes, que se clasifican según el tiempo que hayan envejecido en la barrica, ya sea de roble blanco americano, o bien, hay quienes utilizan barricas de roble francés, o incluso que ya hayan sido usadas (por ejemplo con whisky) para aportarle más profundidad al destilado.
El tequila blanco o transparente es el más joven, y este no pasa por barricas de madera, por lo que tiene un sabor más fuerte que los otros tequilas. Después tenemos el tequila reposado, y tal como su nombre lo indica, pasó un tiempo en barricas de madera: dos meses como mínimo, hasta un año, lo que hace que su paso en boca sea un poco más suave, comparado con el “tequila joven”.
Si el tiempo en barrica es entre uno y tres años, estamos ante el tequila añejo, que ya toma otro carácter, pues la madera de roble le aporta una buena profundidad y podemos encontrar el sabor “amaderado”. Por último, cuando un tequila pasa más de tres años en una barrica se le denomina “extra añejo”, y aquí en esta categoría podemos llegar a encontrar verdaderas joyas de complejidad, tanto olfativa como gustativa.
Así que les propongo que en este fin de semana, se den el gusto de “celebrar” esta riquísima bebida orgullosamente mexicana. Bon appetit.
Cat Soumeillera en X: @CSoumeillera