Más que alabanzas, lo que se lee y escucha son malos augurios, como si el desastre fuese inevitable. Los analistas económicos se mueven cerca de la perversidad, su nerviosismo supera muchas veces lo que indica el mercado; tal vez, incluso, exista la clara intención de contribuir a su descomposición. Los economistas naturalmente tenemos una visión escéptica que debe servir para advertir males y proponer alternativas de solución, no sólo para incitar pesimismo,
El presidente López Obrador asumió un enorme costo político al reformar constitucionalmente el poder judicial. Se concibe que la reforma tiene un alcance limitado y que no dará solución a los graves problemas de imparcialidad e inequidad que se quieren resolver. Puristas, queremos a la justicia en una cápsula de cristal, separados de cualquier tipo de poder: no sólo no estamos seguros de que con la reforma haya una separación del poder judicial con el poder económico; sino que presentimos que llevará a una vinculación indisoluble del poder judicial con el poder político hegemónico.
Le queda la difícil tarea a Claudia Sheinbaum de calmar las aguas y de disipar dudas; pero poco se puede hacer si lo que se busca es la polarización. La ataraxia es necesaria y debemos de tratar de ver lo que propone en su justa dimensión. Ante su propuesta de crear las Tiendas de Bienestar, mediante la fusión de Segalmex y Diconsa, el periódico Reforma y otros medios sólo concibieron el propósito de ocultar el cuantioso desvío, de más de 15 mil millones de pesos de Segalmex. Tienen razón en alertar sobre lo que el presidente López Obrador considera como el “único acto de corrupción” de su gobierno. Este ilícito lo ha querido aclarar, incluso, en una conferencia matutina, se presentó el secretario de la función pública, Roberto Salcedo Aquino. Pocos le creyeron, su informe además de gris y poco entendible, no tocó el punto más sensible: ¿cuál fue el papel que jugó el entonces titular de Segalmex, Ignacio Ovalle? De ser ignorancia o incapacidad, debe señalarse que esto también es una forma lamentable de corrupción.
No creo que Claudia tenga el propósito de “desaparecer” administrativamente el desvío de recursos de Segalmex. Sólo el periódico “La Crónica”, en su “Esquina” ponderó un objetivo trascendente, que vale la pena reproducir parcialmente: “Una red de tiendas que brinden productos de calidad y buen precio, que conserve y combine los conceptos comercial y popular, es sin duda una excelente apuesta en la época actual”.
La necesidad de serenarnos es indispensable, se puede no estar de acuerdo en cuestiones sustantivas como la reforma judicial; sin embargo, esto no debe llevar a obnubilar la razón, ni a dejar de observar fenómenos que parecen inéditos y que nos muestran comportamientos contrarios a lo que indica la simple ortodoxia. Hay que ir por partes.
La analista Gabriela Siller Pagaza –a la que respeto mucho– afirmaba que en caso de que la reforma judicial se llegara a aprobar el tipo de cambio iba a saltar, primero a 20.50 pesos por dólar y luego hacia 21 pesos; para enseguida señalar “si las agencias calificadoras recortaran la calificación de México, el tipo de cambio se podrían ir más arriba”. En la primera prospección falló (tal vez, debería de utilizar mejor el término augurio), no sólo no hubo depreciación, sino que ahora el tipo de cambio ronda en los 19 pesos. Más tendientes a ver únicamente el nerviosismo del mercado, se olvida que hay condiciones que favorecen al mercado cambiario. Citó cuando menos tres:
1. La tendencia descendente de la inflación que posibilita mantener adecuadas tasas de interés reales y despresuriza las variaciones negativas en el tipo de cambio real. Pereciera que los economistas nos hemos olvidado de que las relaciones de intercambio; es decir, que el diferencial de la tasa de inflación entre México y el mundo (principalmente, con nuestro principal socio comercial) juega un papel preponderante para alcanzar un adecuado equilibrio en el tipo de cambio.
2. La disminución de la tasa de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos en 50 puntos base que posibilita dos fenómenos: ampliar coyunturalmente el diferencial entre las tasas de interés, lo que alienta el carry trade; e iniciar una política monetaria expansiva. Cierto, con esto último disminuyen las tasas comparativas, pero nada preocupa más a los inversionistas que observar signos de una recesión sin que exista una disminución de la tasa de interés de referencia; sobre todo, cuando existe ya una desaceleración económica, tal como está sucediendo en México.
3. El fenómeno inédito de observar un crecimiento de las reservas internacionales, pese a la depreciación del tipo de cambio. De febrero a la primera semana de septiembre de este año el tipo de cambio se depreció en alrededor de 18%, en tanto que las reservas continuaron aumentando, hasta alcanzar una cifra que superó los 226 mil millones de dólares (cifra récord al 13 de septiembre de 2024). Debe destacarse que del 2 de febrero al 13 de septiembre las reservas internacionales aumentaron en 12 mil 645 millones de dólares. Se quiere subestimar este hecho, pero no debe olvidarse que las reservas internacionales, además de respaldar el dinero en circulación, sirven para satisfacer necesidades de financiamiento en la balanza de pagos y para contar con una posición sólida en el mercado cambiario.
Resulta triste leer argumentos como el de Mario di Costanzo, que al apreciar la evolución positiva de las reservas ve un aspecto sombrío que francamente linda en la estupidez: “no me extrañaría –dijo– que el narco esté inyectando dólares para sostener el peso”; otros ven las cosas, como si hubiese una inyección de recursos deliberada del gobierno federal al banco central. Se olvidan de principios económicos y monetarios fundamentales: 1) que el Banco de México es un organismo autónomo y que es responsable de su propia contabilidad; 2) que las reservas internacionales son la vinculación contable que se tiene con todas las transacciones del exterior y que naturalmente aumentan o disminuyen por la posición que guarda la balanza de pagos en relación con las cuentas financieras y de capital; y 3) que el tipo de cambio se determina libremente mediante la interacción de dos mercados:
- El interbancario, donde se venden y compran divisas en función del comercio exterior y los flujos de inversión; y
- Otro que es externo al país, en donde se utiliza al peso en operaciones de derivados, opciones, futuros y forwards.
Jonathan Heath, corrigió la aberración de Di Costanzo, pero no cejan las opiniones que me parece son más productos del deseo de ver desmoronar el proyecto que enarbola Claudia Sheinbaum. Vean, por ejemplo, la opinión de Gabriela Siller en “El Economista”: “la apreciación de la moneda mexicana se debe a que los inversionistas están aprovechando el último periodo atractivo de México antes de que lleguen los recortes en la calificación crediticia del país… Y los problemas que pueden traer la reforma judicial cuando se materialice”.
¿Será que las calificadoras sólo fijen su postura a partir de la reforma judicial? Esto es, que no tomen en cuenta otros factores, como la estabilidad macroeconómica del país; el crecimiento de nuestras transacciones internacionales y el más amplio ingreso de divisas; y la capacidad de generar una expansión económica sustentable a partir de un adecuado manejo de la deuda; de una mayor apertura comercial y del nearshoring; y de la vitalidad que le quiere dar el nuevo gobierno al mercado interno.
No quiero dejar de comentar el dato alarmista que ofreció hoy el periódico “El Financiero”: “durante el sexenio de AMLO la deuda bruta del sector público se elevó en 6.6 billones de pesos, monto sin precedente”. No sé si le estén haciendo caso a su director general editorial, el economista Enrique Quintana. ¿Se habrá olvidado que los montos de deuda hay que relacionarlos con el Producto Interno Bruto y con el consecuente tamaño de una economía para hacer una correcta y sensata medición de la capacidad de pago? Este es otro tema.